sábado, 2 de mayo de 2015

LA IDEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN, DE CIUDADANOS A FALANGE

LA IDEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN, DE CIUDADANOS A FALANGE

 Peter Mair explicó hace años, en su ensayo “¿Gobernar en el vacío?”, cómo las democracias occidentales estaban experimentando un proceso de desestructuración de los esquemas políticos tradicionales que favorecían la aparición de nuevos actores y partidos. Esto era debido al escaso interés ciudadano en la participación política activa. La ciudadanía se convertía así en mera espectadora.
Este proceso ha ido implantando cada vez de forma más notoria la presencia del votante volátil, es decir, aquel que cambia de opción política con facilidad y no está sometido a ataduras ideológicas. El conocimiento de este mecanismo en los países de nuestro entorno ha provocado que los nuevos partidos vean una ventana de oportunidad. Y han intentado aprovechar esta circunstancia armándose de discursos apolíticos, desideologizados y transversales que atraigan la mayor presencia de estos votantes volátiles. La apelación a la ideología del sentido común es el canal discursivo usado para atraerse a estas personas.
Será precisamente esta ideología del sentido común la gran vencedora en las próximas elecciones municipales y autonómicas. Pese a que nadie sabe muy bien cuál es ese pensamiento que remite a una generalidad abstracta, todas las formaciones apelan a él y dicen estar en su espectro. Se trata de la ideología dominante, el credo de las élites que todos aceptan como propio, cumpliendo así el papel que se tiene asignado a los partidos políticos para perpetuar su hegemonía. Según Antonio Gramsci, no es más que el poder adicional del que goza el grupo dominante para hacer coincidir sus intereses con los de la mayoría.
En una sociedad completamente imbuida por la capacidad de influencia en la opinión pública de los medios de comunicación masivos, en el que la videopolítica es una herramienta prioritaria, la ideología del sentido común se ha caracterizado por ser la apelación a la mayoría mediante el uso del discurso aceptado por los actores dominantes. No es una aceptación del pensamiento mayoritario por parte de las élites, sino la proyección de estas ideas al resto de la población a través de la persuasión social. El sentido común es la ideología del pensamiento único: busca que todo continúe de la misma manera, aunque sea usado por aquellos que dicen querer cambiarlo todo cuando lo que hacen, en realidad, es apelar en su discurso al pensamiento unitario.
Podemos y Ciudadanos al “servicio” del sistema
Esta ideología basada en un discurso transversal y de mayorías, que busca el votante volátil, es la que ha permitido estos últimos meses crecer a Podemos de manera exponencial. Los elementos de marketing televisivo han hecho el resto. El problema al que se enfrenta ahora Podemos es la carencia de referentes ideológicos definidos que sustenten su marca ante la aparición de nuevos actores políticos. Esto ha permitido la emergencia de Ciudadanos, que impulsado por los sondeos, amenaza el pastel del votante volátil que disparaba al partido de Pablo Iglesias hacia el triunfo electoral. Con la irrupción de la formación de Albert Rivera, el objetivo de Podemos se ha vuelto imposible. Una gráfica de Lluis Orriols en El Diario.es explica de forma visual la captación del voto de centro, el más volátil, por parte de Ciudadanos en detrimento de Podemos.
La gran victoria de las élites extractivas ha sido la de conformar un pensamiento único que difumina las ideologías y sepulta la lucha de clases y la conciencia obrera hasta denostar el uso del concepto de izquierdas como herramienta política, al igual que antes ocurrió con el concepto de derechas. De esta manera se establece un discurso hegemónico que, escudándose en el sentido común, proyecta la aceptación del pensamiento de la clase dominante sobre los gobernados. Por ese motivo, la aparición de Podemos y Ciudadanos, copiando el mismo discurso que UPyD, no es más que la aceptación del pensamiento hegemónico.
Los dos partidos se convierten, de facto, en actores necesarios para la pervivencia del sistema. Ciudadanos acepta este rol con determinación, empujado por las élites económicas y mediáticas que ven su aparición como un engranaje que permita la regeneración del sistema surgido de la Transición sin riesgo para las instituciones. El caso de Podemos es diferente: implica una aceptación de los mecanismos del sistema de forma perversa para intentar alcanzar el poder.
La doctrina del pensamiento único
No existe partido político que no haya sucumbido al sentido común en algunas ocasiones, o que haya instaurado lo vacío de este concepto como eje central de su discurso. La doctrina del pensamiento único funciona como axioma, como dogma irrefutable que es imposible rebatir, al considerar que es algo asumido por todos. Enfrentarse a esta afirmación supone caer en la marginación: los parias son los únicos que se enfrentan al sentido común. Implica, en definitiva, aislarse de la sociedad. Incluso los partidos que se han erigido en antisistemas o en baluarte contra las normas establecidas han sucumbido a esta herramienta conceptual con motivaciones electorales.

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