VEN, VEN...
DUNIA SÁNCHEZ
Ven. Ven aquí
me decía la mar en lo alto cuando las caracolas eran melodía del rubor de las
olas. Ven, acaricia tu cuerpo con el salado manto cristalino que mi cuerpo
tiende para ti. Y yo iba, insomne, con la desnudez de mis manos, de mis pies,
de mis senos a la deriva de los náufragos. Conformábamos una sola, las olas y
yo, yo y las olas. Nutrirme de tus entrañas donde peces de colores llaman a las
hogueras de la vida fructífera. El firmamento dispara nubes, nubes cenizas que
en su animación se van, se alejan hasta que esa bola de fuego y calidez se
planta sobre nosotros. Ahora que no hay
nadie en la orilla de los sentidos me muevo con el vaivén de una pequeña brisa.
Necesito danzar y que las algas y estrellas marinas aboguen por mi ritmo sin
prisas. Ven. Ven aquí me decía el océano, mécete en las aguas transparentes de
la calma como estatua de mármol eterna.
Saluda a este nuevo día. No con desdicha, decía. Sino con los sueños que
imperan en nuestra sustancia. Ven. Ven aquí amante de los sueños que no se
evaporan con el suceder de los años. Aquí estoy, para ti. Si, digo yo. Ya voy.
Voy con alas verdes de una fragancia salina que induce calma. Voy con mis
deseos de ser vertical en las vertientes del crepúsculo distanciándome de ese
mal humor característico de las miradas sin luz. Ven, ven, me dices
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