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MARESIA DEL GATO
Por Antonio Arroyo Silva.
Gato Gótico es una
metáfora o un símbolo tomado de Lezama Lima para darle nombre a una banda que
empieza su andadura en el año 1982 y que
fusiona sus experiencias anteriores, sobre todo en el grupo Salvaje que se formó a principios de los 70 en el barrio santacrucero del Duggi, con una serie de hallazgos posteriores. El jazz
siempre fue para sus componentes sonidos aglutinador del folclore y a esto hay
que añadirle investigaciones propias de música latina, blues, funky,
rithm´and blues y afro en todas sus manifestaciones.
Cuando del duermevela sale un grito con
voz de saxo-tenor y una trompeta con sordina le responde con calma, como si el
tiempo sólo fluyera de los pulmones que insuflan pensamientos, hay un diálogo
absoluto con la realidad física que nos circunda. Una maresía de música,
una corriente alterna que conecta la sangre con su aspersión hacia el abismo. Y
detrás el recuerdo, fundado no ya en la palabra sino en la melodía rota y
rehecha para deambular las calles nuevamente o para hacer transitar al gato por
las raíces cuando Freud visita Las Ramblas yFernando Pessoa aflora en sus rincones con la espontaneidad
de la hoja al caer del árbol de la vida.
Escuchar los sonidos africanos y los
ritmos amazigh que se quedaron en la niebla de nuestras medianías. Escucharlos
teñidos de blues de Bob Dylan cuando éste, dice Roberto Cabrera, a su vez se
contagió con los ritmos que los emigrantes canarios de Louisiana aún conservan
con fervor desde el siglo XVIII en que
les tocó emprender su travesía fundacional. Y por si este que escribe no se
creía lo que describía con tanto entusiasmo, Roberto me puso
una balada deBob, una isa rythm and blues cantada en ese American English sureño
tan cantarín como el mismo acento palmero: Lonesome river…
Cuando el desasosiego regresa a las
esquinas y su voz se renueva en las armónicas de Orfeo, alguien nos dice que
abdiquemos para ser reyes de nosotros mismos. Sin trampa ni cartón. Todos somos
transeúntes del metro hacia la Estigia, no vale
callar ni irse por las ramas, aunque el misterio siempre sea incógnita de una
transcendencia precoz e iluminadora. De ahí la sonrisa del negro que, a pesar
de su rotura interna, ha de mostrar su sonrisa cuando canta. Dientes de jazz
para reír ante el desasosiego, y también para morderlo. Risotada trágica contemporánea de swim que
entronca, como no, con El Grito de Munch y con el asombro del ser ante el abismo que
nos rodea.
Antes que muchos grupos y la subsiguiente
eclosión de música étnica alejada ya del simple folclore, Gato Gótico había
hecho fusión entre la música tradicional herreña y el jazz, según afirma Elfidio Alonso en el
diario de Tenerife La Opinión.
Ya se estaba indagando sobre la similitud de muchas manifestaciones de nuestro
folclore con el del Área Tuareg del Norte yNoroeste de África. Nuestras raíces olvidadas o
silenciadas, resurgen casi con la música a la par que parte de nuestra
identidad como pueblo de encrucijadas y mestizaje.
Dar con esta conexión fue muy importante,
no se trataba ya de importar manifestaciones musicales (o literarias) desde
afuera y, tampoco, de seguir con los esquemas falseadores que implantó el
servicio de propaganda del régimen anterior a través de la Sección Femenina. Es un hecho que en los 60, a pesar del aislacionismo cultural, hubo una oleada
de emigración laboral hacia Inglaterra, Holanda y Alemania y que estos jóvenes de entonces, a su
vuelta, traían LPscon las últimas novedades del
rock y el jazz. Las últimas, las del medio y las primeras. Y si a eso le
añadimos las ansias por romper con la ética impuesta por la dictadura, es
lógico que en lugares como Las Ramblar y los cafetines escondidos de La Laguna
empezara a sonar esta música con fuerza, entusiasmo y connotaciones
reivindicativas de un cambio radical.
Sin embargo, es un hecho probado que ese
engranaje que nos une al exterior resulta bastante complejo. Las Islas Canarias, con un pasado prehispánico que, a pesar de los
intentos de devastación, algo quedó, o más bien más que algo, en la memoria
colectiva y musical (la música es una memoria indeleble e inmarcesible). Puente
y plataforma, después, de la colonización deAmérica y, al
mismo tiempo, puerto de abastecimiento de los barcos negreros que llevaban
esclavos de África a los mercados de las
nuevas colonias…
Lo cierto es que estos
esclavos negros siguieron con sus ritmos en América y los
transformaron en las distintas expresiones musicales que hoy conocemos, sea
jazz, rithm´and blues, rock and roll o música caribeña. Y también es cierto que
hubo mucho trasiego entre ambas orillas por las oleadas de emigración que se
produjeron no sólo por las hambrunas y persecuciones políticas de la posguerra,
sino muy anteriores a estas épocas, como los repoblamientos de San Antoniode Texas y la Louisiana, en siglos
posteriores a la colonización
Acaba el Solsticio de Invierno, en el
cantero están dispuestos los tres teniques junto al molino de piedra y el
telar, elementos que producen una transformación de la materia prima en otra
más elaborada, y a esas fuerzas de naturaleza iniciática que ponen en marcha el
proceso de mutación y conectan el mundo visible con el invisible para que la cosecha
sea propicia, se unen la danza y el canto.
Tiempo de recogida. El trigo y la cebada
están a la sazón. El pueblo danzará ante Magheq entre
las espigas y avivará el grano. Un ritual que comenzó hace milenios en el Norte de África y que de alguna manera pervive en la
idiosincrasia del campesino canario, ése que se quedó en su tierra siguiendo
los ciclos ancestrales y viviendo de su trabajo y de lo que le da la madre
naturaleza.
En estos tiempos de globalización y prisas, en estos tiempos de Guayota de
cielos oscuros, tiempo de derroche, aún nos queda una melodía que se va más
allá de las dunas del Sahara y traspasa océanos y continentes.
Si, como dice Lezama Lima en su poema
inmortal, escapamos en el instante en que hemos alcanzado nuestra mejor definición, si en el puro mármol de los adioses nos dejamos en
el camino la estatua que nos podía acompañar, entonces caeremos en el círculo
vicioso de la autoanulación. Sin embargo, ese viento que sale danzando
por los poros de la música, ese animal disperso que nos encuentra, se extiende como un gato para dejarse definir.
Me
consta que Gato Gótico fue el primer grupo que no se conformó con buscar la
conexión aborigen canario amazigh en los archivos empolvados de las
bibliotecas, sino que acudió, en primera instancia, a los lugares donde más se
producía este parentesco, como Sabinosa, en El Hierro. A continuación,
emprendieron ruta al Norte de África y Senegal en varias ocasiones y allí lo
comprobaron, no como libre-oyentes academicistas sino como partícipes en varios
festivales músico-poéticos, como el Poesiades, de Berbería (Argelia). Y,
cuando digo partícipes, me refiero a estar codo con codo con los habitantes de
esos lugares, andar el desierto, aprender de su lengua y su idiosincrasia, y
tantas cosas que hacen sentir como en casa. Y todo les pareció lo mismo: la
danza beréber era muy similar al sirinoque palmero. La música y los pueblos,
todos en unas notas o en un toque de tambor. El Time, un lugar de la isla de La
Palma, nada tiene que ver con la hora, sino que en lengua tamazig viene a
significar “ el mirador” en donde el vigía oteaba el horizonte para avisar al
pueblo del inminente peligro y que le diera tiempo a la huída (Argual,“arwal”
según Zianne Kohdja) para refugiarse en Taburiente. Nunca les importó Aisouragwan,
“el-lugar-donde-la-gente-se-heló”.
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