FRANCISCO JAVIER LEÓN ÁLVAREZ Desde hace unos días miro con asombro como en mi municipio, de nombre Santa Úrsula, sí, ése famoso por las construcciones urbanísticas ilegales y una pléyade de bastos contratistas fumando puros, se ha armado la de Dios por el trazado del futuro tranvía del norte que afectará a unas doscientas o doscientas cincuenta casas, además del terrero de lucha municipal y un pabellón de deportes (construido con impuestos de los contribuyentes), aunque de paso ni se nombra que también se destruirá El Calvario y la ermita de San Luis. Para evitarlo ya se habla de pasarlo por la zona de San Clemente, apoyado por la recogida de firmas vecinales, con lo cual, además de verse afectadas ahora diversas casas en La Quinta, se destruiría también la ermita y la haciendas donde vivió el marqués de Villanueva del Prado, un Bien de Interés Cultural al que el ayuntamiento –contradictoriamente– hace tiempo que le tiene ganas y todos sabemos por qué, deducible fácilmente viendo el Avance del Plan General de Ordenación Urbana.
Mientras se baraja un trazado alternativo y se habla de construir túneles subterráneos como posible solución (creo que más de uno debería cogerse un libro de geología para entender el suelo en el que pisamos), mientras nadie explica que el problema sólo son las colas mañanearas de vehículos producto de la atracción que la conurbación Santa Cruz de Tenerife-La Laguna y la zona sur de la isla ejercen sobre la mano de obra y los estudiantes norteños, nadie se ha parado un segundo a explicar racionalmente por qué es necesario su construcción y cuáles serán sus beneficios.
Los alcaldes de La Matanza de Acentejo y La Victoria de Acentejo se muestran a favor, aunque la ubicación del intercambiador en uno u otro municipio les quedaría lejos a sus vecinos, ya que sus vidas se articulan en torno a la Carretera General del Norte, si bien el victoriero es el que no para de becerrear necedades para llevarse el gato al agua. Lo que le espera a Tacoronte es un destrozo monumental y mejor ni hablar del Valle de La Orotava, al que ya sólo le falta una lanzadera de misiles.
El problema de fondo es que no hay una concienciación social respecto al transporte público existente y se está recurriendo a devorar suelo a un ritmo vertiginoso en un territorio tan acotado como es el de nuestra isla. Desde hace años, copiando el modelo de otras ciudades europeas, se hablaba de crear el tan necesario carril bus pero esta idea ha quedado intencionadamente en desuso frente a este nuevo proyecto que, por el contrario, se presenta como un ejemplo clarificador del avance de las comunicaciones insulares, acompañado por el cierre del anillo insular. Hace unos años el Cabildo Insular de Tenerife puso en marcha un proyecto por el cual ponía una guagua a disposición de sus trabajadores del norte de la isla, que dejarían sus vehículos en Tacoronte para continuar en aquélla hasta Santa Cruz; el resultado fue un desastre y se tuvo que retirar este servicio, lo que vino a ratificar que la individualidad es nuestra carta de presentación.
Muchísimas personas están a favor del tranvía pero no dan argumentos sólidos a sus respuestas ni justifican su construcción; sólo se habla de progreso, mejora de las comunicaciones, rapidez y poco más. Hay amigos que me cuentan que ellos lo utilizarían para ir a trabajar pero luego se retractan porque la ubicación del intercambiador que les afectase les quedaría muy lejos, sobre todo en el caso de La Victoria de Acentejo y La Matanza de Acentejo, y claro, a ver quién renuncia al automóvil, máxime cuando éste es el regalo estrella al alcanzar la mayoría de edad, provocando de paso una aumento de la densidad por domicilio.
No hay que rechazar el progreso pero se puede evitar el destrozo que se nos viene encima, la irracionalidad en los usos del suelo, la fragmentación territorial que provocará el trazado del tranvía y la pérdida progresiva de la identidad de los municipios afectados. Tampoco entiendo cómo la gente no protesta por esta construcción innecesaria, olvidando, por el contrario, que carecemos de un hospital para el norte de Tenerife y que continúan incrementándose las deficiencias de muchos centros escolares.
El factor espacio-tiempo, unido a esa individualidad de la que hablamos, no se erradicará con el tranvía porque seguirá latente nuestra dependencia y uso cotidiano del automóvil, provocando sólo un trasvase de los usuarios que actualmente hacen uso de la guagua, a la par que continuarán las colas mañaneras de vehículos en la autopista.
Así que, mientras la incertidumbre y las contradicciones se ciernen sobre mi municipio y otros cuantos más, aprovecho la ocasión para proponer al Premio Canarias a los que trazaron la ruta de la diáspora porque, al fin y al cabo, lo hicieron al boleo sobre un mapa, lo mismo que cuando se produjo el reparto colonial de África en el siglo XIX en forma de líneas rectas sin sentido pare definir las fronteras. Cuando estas personas y otras muchas otras culpables sepan el significado de los conceptos insularidad, territorio, geografía, orografía, patrimonio, urbanismo, medioambiente y sensibilidad ecológica, entre otros, quizás podrán entender el daño que se está causando a la isla. Menos mal que don Telesforo Bravo no está vivo –muy a nuestro pesar– para ver esta aberración porque entonces, con el espíritu inquebrantable que le caracterizaba, le plantearía cara a cualquiera por defender su isla, sin colores ni ideología de por medio, sólo porque amaba su tierra.
Más lento que el caballo del malo... las nuevas coplas de Anghel Morales.
ResponderEliminarSin tus coplas no somos nada... y mira que nada somos, no como don Pepito, que lo es todo, y la directiva de ese club errante cometió un error imperdonable,huir a Cristio. Eso es anticristiano. SOMOS DE SEGUNDA, pero tú mantente firme, hombre de hierro, porque si no, estamos perdidos. Ahul.