NO JODAS, NEGREIRA
Al deporte le ha tocado la absurda tarea de acarrear con
los valores que abandonamos. Por eso es grave el caso de corrupción del Barça.
Porque hace que el fútbol sea, esta vez sí, reflejo de la sociedad
GERARDO TECÉ
Joan Laporta, presidente del FC Barcelona,
hablando del Caso Negreira.
Escándalo en el mundo del fútbol por el Caso Negreira. Al parecer, el FC Barcelona se ha pasado las dos últimas décadas ingresando grandes cantidades de dinero en la cuenta corriente de quien fuera vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira. ¿Para qué? No hay respuesta oficial a la pregunta por parte del club señalado como posible corruptor. Su presidente ha anunciado que, en una futura rueda de prensa a celebrar, a lo más tardar, el próximo año bisiesto, dará detalladas explicaciones. Estas podrían ir del no me consta al yo no miro lo que firmo, pasando por ni que fuera yo Bin Laden. Sea cual sea el motivo que llevó al Barça a abonar religiosamente cada año una cuota millonaria ante el vicepresidente de los árbitros –por generosidad desinteresada o distribución de la riqueza, probablemente–, en el club deberían empezar a preparar su defensa judicial sobre la base de que el fútbol, como siempre se ha dicho, es reflejo de la sociedad.
Es el mercado, amigo, podrían
argumentar los abogados del Barça; que la actividad del capital privado no hay
que regularla y que cada uno es libre de mover su dinero como lo considere
oportuno. Me temo que no serviría de mucho. El fútbol, por mucho que se repita,
no es reflejo de la sociedad. Si lo fuera, aceptaríamos sin revuelo que –al
igual que los dueños del IBEX financian campañas de políticos que son árbitros
de adjudicaciones públicas– el Barça “cultivase las buenas relaciones” con los
árbitros de su juego. Pero este no es el caso, porque el deporte es otra cosa.
Antes era el lugar donde las sociedades se entretenían y desfogaban. Hoy es el
lugar donde se engañan. Y eso es sagrado. Al deporte le exigimos los valores
que hemos abandonado en la vida. Por eso, el país que se cruzó de brazos
mientras un jefe del Estado corrupto se iba de rositas pide con firmeza cada
día que se clarifique lo de Negreira. Por eso toleramos y votamos a partidos
políticos que se financian ilegalmente para competir con ventaja en las
elecciones, que compran el favor de poderes económicos y mediáticos que
pisotean a sus rivales. Pero es intolerable aceptar la idea de que la Liga se
haya visto condicionada por quienes han podido querer sacar una injusta
ventaja. Por eso, aunque no genere alarma social que por la puerta de atrás de
la política se controle con descaro a los jueces de la vida real, que pueda
suceder con los jueces del balón es diferente. Son muchos penaltis y fueras de
juego bajo sospecha.
Justicia, juego limpio, recompensa
que llega mediante el esfuerzo, igualdad de oportunidades, trabajo en equipo.
El deporte es eso que nos permite disfrutar por la tele de costumbres en
desuso. Puede usted asegurar en directo en el programa mañanero de más
audiencia que los inmigrantes son delincuentes y estará ejerciendo la libertad
de expresión, pero será señalado como un energúmeno si se dedica a insultar en
un estadio. El telediario le venderá información manipulada de lunes a domingo,
pero no habrá perdido usted el sentido crítico siempre que sea capaz de
detectar que al periodista deportivo de turno se le ve el plumero. Nos
encontraremos todos aplaudiendo la grandeza de ese atleta que se quedó a
esperar a su rival cuando tropezó en mitad del esprint final y luego, cada uno por
su lado, a discutir si al que naufraga en una patera en mitad del mar hay que
ir a rescatarlo o si mejor no, porque provocaría efecto llamada. A los
deportes, a los juegos, les ha tocado la absurda tarea de acarrear con los
valores que la sociedad abandonó. Por eso es grave el caso de corrupción del
Barça y Negreira. Porque hace que el fútbol sea, esta vez sí, reflejo de la
sociedad. Y eso sí que no. Ojalá caiga
sobre este caso todo el peso de la Justicia. Y cuando digo todo, es todo. No
vaya a sobrar peso para otras cosas.
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