LA MOCIÓN DEL BACALAO
El discurso de Tamames fue breve. Además de por lo de
comer a las doce y media, porque aquello no era más que el imaginario de Vox.
Abascal, a su lado, buscaba en qué equipo jugaba el tal Montesquieu
GERARDO TECÉ
Ramón Tamames,
acompañado de Abascal, minutos antes del inicio del debate de la moción de
censura.
Contaba el rockero Silvio Melgarejo en una mítica entrevista con Quintero que en la Sevilla de la época había tan pocas alegrías que llevarse a la boca que los dos únicos bares que ponían bacalao estaban siempre a reventar. No habían levantado aún la chapa y ya estaba allí todo el mundo en la puerta, disimulando. Como si cada uno de los componentes de aquella impaciente multitud hubiera elegido parar allí por casualidad y no por el bacalao. La gente miraba al suelo silbando y ni se saludaban, contaba Silvio mientras Quintero carcajeaba hasta la lágrima en antena. Disimulando y haciendo como que no estamos aquí por lo que estamos, una multitud de periodistas y espectadores seguimos hoy con atención la moción de censura en el Congreso. A punto de subirse la chapa de la sesión, si alguien te pregunta qué tal, tú respondes que aquí, con lo de la moción, como si lo de hoy fuese eso, como si se tratase de política y no de un trozo de morbo salado que echarnos a la boca porque, qué cojones, la vida está para disfrutarla.
Es martes 21 de marzo
de 2023, China inaugura el primer servicio comercial de coches conducidos
mediante inteligencia artificial y en el Congreso habla el excomunista Ramón
Tamames. A sus 89 años, ha aceptado acudir a esta excursión al Congreso,
organizada por la ultraderecha, porque cada uno se falta al respeto cómo y
cuándo quiere. Su edad, protesta el organizador del bolo, no debería ser motivo
de mofa. Tiene razón Abascal. Descartada la opción de que la moción triunfe y
Tamames se convierta en flamante presidente nonagenario del gobierno, subrayar
su edad no tendría sentido, de no ser porque la edad nos sirve para entender al
personaje. Quien hoy habla en la casa de la ciudadanía ha vivido lo suficiente
como para recordar aquella época del bacalao en la que, quienes hoy lo llevan
de visita, encarcelaban a parte de la ciudadanía. En concreto a la parte que
luchaba por la libertad. Muchos de ellos, antiguos compañeros de Tamames. Hoy,
confiesan los organizadores de la moción, volverían a hacer lo mismo
ilegalizando partidos.
Abascal, animador
sociocultural, arrancó el acto dando la bienvenida a sus señorías y a los
aficionados al bacalao que estábamos en casa. Haciendo de telonero con un
discurso de 45 minutos que inició con una excusa. Dada la manifiesta impotencia
de la moción, explicó Santiago Y Cierra España, simplemente estamos aquí para
que los españoles escuchen a Vox sin que intermedie la manipulación de los
grandes medios de comunicación que, como todo el mundo sabe, trabajan a las
órdenes del socialcomunismo. Una denuncia desde la tribuna del Congreso que
provocó sentidas ovaciones en los platós de Ana Rosa, Vicente Vallés, Iker
Jiménez, Carlos Herrera, Pablo Motos, Trancas y Barrancas. Cuarenta y cinco
minutos que le bastaron a Abascal para hacer repaso de la España de hoy. Una
España en la que hay diputados que no se visten correctamente para acudir al
Congreso, eso y no lo de Tamames es el verdadero circo parlamentario. Una
España en la que un terrorista islámico que asesina personas por culpa de
Sánchez (sic), podría ahora declararse mujer (sic) y pasar de terrorista a
violador en una cárcel para mujeres (sic). Una España en la que niños se
mutilan (sic) por culpa de la ministra Irene Montero (sic). Una España incapaz
de plantarle cara a los comunistas de la China (sic) ni de exigirle
responsabilidades por el virus con el que nos han atacado (sic). Sic, para
quien no lo sepa, significa en latín que, aunque no te lo creas, son
declaraciones reales por parte del hombre que considera que vestir con seis
tallas menos es ir bien vestido al Congreso.
Tras Abascal, turno
del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Una intervención larga para
desesperación de Ramón Tamames, que ya advirtió durante las negociaciones con
Vox que él come a las doce y media. Sánchez aprovechó la primera moción de
censura de la historia en la que el candidato no era un candidato y su programa
alternativo no existía para presentarse él mismo como candidato a la reelección
y hablar del programa de gobierno vigente. En su intervención, el presidente,
que lo seguirá siendo tras la votación de mañana, acusó al Partido Popular de
cobardía por abstenerse ante el Circo del –cara al– Sol y definió a Vox de un modo
original. Según él, la ultraderecha es la encargada de dar sabor y color de
forma artificial a lo que piensa el PP, así que el Sánchez más Comedy Central
los definió como “el glutamato de la derecha”, para desesperación de quienes
nos dedicamos al chascarrillo en redes, dolidos por el intrusismo laboral.
Hechas las
presentaciones, turno al fin para Tamames, corbata rosa con estampados, chaleco
de padrino de boda bajo la chaqueta y protagonista absoluto de este
enrevesadísimo capítulo de Cuéntame en el que los guionistas se fueron de
juerga y entre copas y cocaína parieron que un referente del comunismo español
acabase sus días liderando lo que quedaba de tropa franquista. El discurso de
Tamames ya lo conocíamos. No por previsible, que también, sino porque días
atrás fue filtrado de principio a fin a la prensa. Es decir, que ya lo habíamos
leído. Es decir, que por mucho que disimulásemos, si a esas horas seguíamos
frente a la tele era por el bacalao. Que tu discurso sea público antes de
pronunciarlo es una faena y también la consecuencia lógica de haberlo escrito
junto a Sánchez Dragó. Si la incontinencia verbal del escritor le impidió
guardarse para sí mismo sus aventuras sexuales con niñas menores de edad, como
para no ir contando cuando folla en el Congreso con fascistas adultos. Si hay
un pero que ponerle a este circo que generosamente ha organizado la ultraderecha
para disfrute de los amantes del buen bacalao es que no se hayan atrevido a
ofrecérselo directamente a Dragó, que seguía el debate desde la tribuna no sin
la esperanza de que a su amigo le diese un parraque y alguien desde la bancada
de Vox gritase si había algún intelectual en la sala que pudiese salvar España.
El discurso de Tamames fue breve. Además de por lo de comer a las doce y media,
porque aquello no era más que el imaginario de Vox –da para lo que da– aliñado
con algún cultismo que justificase la presencia del señor Tamames en el escaño
de un Abascal que, a su lado, buscaba en Google en qué equipo jugaba el
Montesquieu al que el invitado había hecho referencia. Tamames, esperanzado en
que el Congreso fuese un lugar acogedor en el que lo primero es la cortesía con
los invitados, quiso orientar la cosa hacia el almuerzo despidiéndose con un
“lo dejo ya, que ya van tres discursos y estamos todos un poco cansados”. Si
llega a saber que la cosa se iba a ir hasta más allá de las tres de la tarde
hubiera vuelto a pagar la cuota del PC con tal de que desde Vox no lo llamasen.
La respuesta de
Sánchez a Tamames era el momento más delicado de la jornada. De hecho, para eso
había llevado Vox a ese nonagenario escudo humano al que no puedes responderle
como si fuera Abascal. ¿Con qué tono te diriges a él sin parecer agresivo?
¿Cómo surfear la posible condescendencia que aquel tipo de otra época producía
en el Congreso actual? ¡Dos de bacalao para la mesa cinco! Aquello necesitaba
de un movimiento quirúrgico y Sánchez lo hizo. Supo mezclar bien la dosis de
confrontación política con un tono de respeto logrando desactivar así los
argumentos del invitado sin rozar el terreno de la agresividad. Tamames,
desesperado por la hora y pico de nueva réplica, estuvo a punto de fingir un
desmayo para que la presidenta decretase un receso o sacase unos quesos y
picos. Aún le quedaba otra hora y media. Era turno de Yolanda Díaz,
probablemente la mejor intervención de la jornada. Dice un amigo gallego que,
al contrario que a Feijóo, a Díaz le vino bien viajar lejos de Galicia. Aquí
gritaba, en Madrid es una apisonadora tranquila. Lo volvió a ser. Más allá del
dato –señor Tamames, lo voy a enterrar en datos–, Díaz fue capaz –y Tamames así
lo detectó sabiamente– de lanzar su candidatura para las próximas elecciones en
un discurso en el que le explicó al invitado de Vox en qué siglo estábamos.
Díaz hizo una defensa de los logros del actual Gobierno que acabó siendo una
moción de censura contra unas derechas que, en el caso de Feijóo no estaban, y
en el de Vox se habían escudado en un señor mayor que interpretó a la
perfección una visión y una imagen de la sociedad que pertenece ya al pasado.
Mañana acaba el circo. Quien fuera referente de las libertades en España se irá
a casa convencido de haber protagonizado una última página de oro. La derecha
suele decir que todo tiempo pasado fue mejor. En el caso de Tamames, aciertan
de pleno.
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