miércoles, 6 de mayo de 2020

NIVARIA


NIVARIA
Novela
Obra: NC.11 (a.21)
José Rivero Vivas
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Nivaria
Publica
Centro de la Cultura
Popular Canaria.
(D.L. 2/86 TF.)
1986
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San Andrés – Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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José Rivero Vivas
NIVARIA

Narración situada en Kensington, Londres. Una niña que se encuentra bajo un choque tremendo debido a cierta experiencia sufrida hace cierto tiempo. Sus padres, angustiados por el estado de su hija, deciden retornar a España, de donde proceden; les preocupa, no obstante, el problema de la readaptación.
En cuanto a Nivaria, ¿a qué país pertenece?
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José Rivero Vivas
NIVARIA
Nouvelle traduite de l’Espagnol par René Cérano
AUTOÉDITIONS PASUNMOTCOUPÉ
Couverture, composition et maquette:
Ángel López et Détrie
30400 Villeneuve-lez-Avignon
FRANCE
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À PROPOS DE NIVARIA
Avec Nivaria, José Rivero Vivas me fait également penser à Maupassant, que je considère comme le maître de la nouvelle en France…
Une petite merveille dans le genre le plus difficile de la littérature…
René Cérano
Professeur, écrivain et traducteur.
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(Pour tous renseignements utiles:
TF : 90.25.21.53
Ángel López Diaz et Mme. DÉTRIE)
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Antes que nada debo ofrecer Explicación al
CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA,
tras este desliz mío, causado por involuntaria negligencia.
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Me encontraba en Madrid entonces, cansado de hacer traducciones, sin otro objetivo que obtener plaza donde aplicar mi esfuerzo y ganar mi sustento. Años maravillosos, durante la celebrada Movida de los 80, aunque, no a todos alcanzaba la prodigalidad esparcida. Acaso mi novela La zambullida –inédita- pudiera reflejar el infortunio de quien quedara al margen de valimiento.

El caso es que carecía de ánimos en 1986, cuando llegaron, en un extenso rollo, las pruebas para la corrección de Nivaria. Inexperto en este menester, las miré sin detenimiento, y di le bon à tirer. Salió a la luz el relato, y, poco después, Ananías Carballo, en el pueblo, me insinuó cierta confusión en un pasaje de la novela; pero, centrado en mi viaje de regreso a Madrid, no puse mayor atención. Más tarde, de nuevo en Londres, la hija de un amigo de Güímar, creo, llevó a su profesor el libro y el original a máquina, tal vez traducido, no recuerdo; el caso es que, pronto advirtió el dislate.
El veloz transcurso del tiempo y mi inestabilidad en fijar punto de residencia, no me ha permitido dedicar al tema el desvelo necesario para subsanar el error. Ahora, en pleno confinamiento, por temor al contagio vírico, me he puesto a bucear en lo abandonado en cajas de cartón, donde he hallado colaboración en prensa y antologías, lo que me ha proporcionado acceso a este desacierto que tuve en Nivaria.
Haré llegar este escrito a Remedios Sosa Díaz - Directora de Publicaciones del Centro de la Cultura Popular Canaria.
Mientras tanto, trataré de darlo a conocer en el Blog NACIÓN CANARIA, de Ánghel Morales. Así, los lectores de Nivaria, podrán ver al fin cómo concluye este fragmento.
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José Rivero Vivas
San Andrés - Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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Final del Capítulo 5
(En lo sucesivo, los capítulos llevarán número de identificación)
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Su padre quedó lelo también y dijo a su madre:
-Voy a llamar a Clotario, que sabe de estas cosas.
Clotario captó inmediatamente que Carmenchu no estaba contenta con su corrección, y como a él mismo le disgustaba, comentó:
-Es una lástima esa cara tan relamida en medio.
Carmenchu dejó de jugar y fue a mirar su cuadro con más interés que nunca. Clotario siguió alabando las dotes de la pintora y afirmó que prometía mucho.
-Pues claro ―añadió Raúl―. Este es un cuadro para el Prado.
Clotario lo miró con sorna y dijo:
-Hasta para colgar cuadros se necesita favor.
-¿Por qué? ―preguntó Pilar.
Clotario sonrió y no dijo más; pero ya la chispa ha­bía prendido y la discusión se inclinaba hacia un fondo inextricable. Para evitarlo, su madre preparó café y puso la merienda a los niños.
El cuadro estará colgado en España, aunque no sea en el museo del Prado, y tal vez esté despertando admiración entre familiares y amigos, sin que nadie sienta curiosidad por conocer la identidad de su autor, una niña sin fortuna que no ha salido de Inglaterra. Carmenchu no ha vuelto a pintar desde entonces, y con ello parece haber arrumbado los pronósticos de Clotario; pero no es verdad, porque fiel a su habilidad artística continúa desarrollando sus dotes constantemente. Este ramo lo demuestra, reconstruido al cabo de un año, cuando nadie imaginaba que existiera. Qué hermoso es. Tiene rosas y claveles, y detrás, más altos, lucen unos girasoles que son copia exacta de los que crecen en los jardines públi­cos, con hojuelas y pepitas como si fueran de verdad, y están hechos de papel. Qué ricura. Carmenchu no contenía su satis­facción durante la fiesta, derrochando vanidad en la celebra­ción de aquel final de curso que le permitía presumir delante de alumnos y familiares y resarcirse de su aptitud poco destacada a lo largo del año. Había logrado su empeño en la reali­zación del impecable ramo. Los girasoles deslumbraban, y a Carmenchu se le caía la baba cuando al enseñarlo, las señoras exclamaban:
-¡Oooh, qué lindo...!
No quiso regalarlo a nadie, y se lo guardó para ella con una avaricia increíble. La “Señorita” le reprochó su egoísmo y trató de persuadirla de que era mejor cambiar su trabajo con el de otra niña.
-Con Nivaria, por ejemplo, que es poco mañosa y no ha hecho nada así, tan bonito.
-No, no, no. Su muñeco es horrible, y no se lo cambio.
Fue una lástima, porque el ramo de flores no duró mucho tiempo. Uno de aquellos días que tocó ir a su casa, Ro­dolfo rompió el jarrón, y girasoles con rosas y claveles que­daron desperdigados por el suelo. Carmenchu lloró a rabiar y pateó en el suelo mimosamente sin reparo al consuelo de su madre ni respeto a las personas mayores. Se había deshecho su ramo y no había forma de callarla. Al final, Raúl tuvo que prometerle una falda escocesa para su cumpleaños, y así se pudo tranquilizar.
Los girasoles no desaparecieron porque Pilar, celosa de las labores de su hija, no los echó a la basura, sino que los guardó en una caja de cartón y los puso encima del arma­rio. Ayer los trajo Carmenchu formando un ramo nuevamente.
-Esta vez lo he hecho para ti.
Lo dejó en la cama y le dio un beso en la frente, como aquel día del cuadro. Después se pusieron a recordar la torpeza de Rodolfo cuando hizo rodar el jarrón, que sin que­rer pegó una patada a la mesa al hacerles una exhibición de esas luchas orientales tan en boga en la tele. En seguida pasaron al día de la fiesta en el colegio y comentaron lo orgullosa que estaba Carmenchu con su ramo; luego callaron, y al ratillo dijo Carmenchu:
-¿Y tu muñeco?
Nivaria sonrió con distinta tristeza a la de estos días, y no contestó.
-¿Lo tienes guardado?
Tampoco contestó Nivaria, pero pensó en Eufemio, y se preguntó dónde andaría metido en ese momento, con la casa de vuelta y vira y ella sin ganas de juego. Por mucho tiempo fue su juguete preferido, y dormía con él y con él hablaba; más tarde se le pasó la fiebre, y ahora, después de lo de Tom, lo había olvidado completamente.
-No sé dónde está.
Carmenchu estaba ya bastante lejos de su preocupación por Eufemio, y no comprendió su respuesta.
Nivaria sigue mirando el ramo que su madre le ha alcanzado. Después de cierto tiempo lo deja a su lado y se vuelve de espalda.
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José Rivero Vivas
Fragmento de
NIVARIA
Obra: NC.11 (a.21)
San Andrés -Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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