domingo, 3 de noviembre de 2019

NACIDO EN BUENOS AIRES


NACIDO EN BUENOS AIRES
EDUARDO SANGUINETTI, ESCRITOR
, POETA Y FILÓSOFO.
La escritura practicada sin máscaras y sin justificaciones, deviene en un crimen metafórico.

Existen reglas del juego escritural, no tengan dudas. Por ejemplo, llenar la hoja sin rechazar nada de lo que viene a la mente, sin medir los riesgos de lo que se intenta decir, aún sin decir nada, que implica jugarse por entero. Las ideas dejan desnuda la batalla, el encadenamiento de ideas provocan contenido, fuera de toda memoria de automatismo surrealista.
Me agrada comentarles que siento aversión por las posiciones ganadas, por las certezas, por un futuro calculado que arruina mi presente. Hace años que corro a la zaga de mi sombra y sin embargo intento trasladar a lenguaje, la memoria de lo que tengo grabado a fuego en mi mente.


Quién hubiera dicho que Buenos Aires se convertiría en una Babilonia de pasado incomprobable, revolcándose en el fondo de su abismo, en el umbral de la locura, habitada por huestes de seres indefinidos, de aquellos que habitan las cloacas de las grandes ciudades, ¡sí! esos seres herméticos y nocturnos, para quienes el azar no existe y la alegría se reduce a un nudo en el 'cogote'.

A menudo un exceso de cultura sirve de coraza contra las diversas ignorancias, la fe en el progreso y el azar inexistente. Más allá del mito de Sísifo no es otra cosa que el balbuceo de cuerpos que hablan, condenados a repetir hasta el fin de la Historia que no tiene fin, los discursos somáticos de la histeria, sus tics, sus gestos inconclusos, sus dolores.

Buenos Aires sufre la caída, la degradación y la penetración de rutinas ajenas a su ser, de hembra acribillada por el recuerdo de mejores tiempos, donde a pesar de las diversas ignorancias, se elevaba más allá de lo que jamás ha acontecido. Se respiraba en sus calles, plazas, paseos, avenidas, en sus personajes insondables y mágicos, otro insalubres y tediosos, múltiples voces aportando sus versiones de del vasto entramado de la milagrosa Buenos Aires.

Y mis apasionadas amantes, de múltiples latitudes, incluso las de la Reina del Plata, oligarcas, medio pelo, caretas, trepadoras entrañables, odaliscas de restaurante al paso, actrices y condesas exiliadas, que lo dejaron todo, para intentar efectivizar la entrega, instancia destinada a muy pocas. Mi Buenos Aires querido, diría el "Zorzal", con penas y olvidos exorcizados, por narraciones parciales y fragmentarias que convocan la cita del pasado nacional, renunciando al totalitarismo estético y convocando en cada momento histórico a construir su ritual.

Mi relato apenas comienza y siento cierto deseo de comentar que me alimento de valores "amorosos" (algunos exégetas le dicen romanticismo, pero ¡no!, se asimila más a la tragedia que evito a pesar de experimentarla), ligados a la intuición y la sensibilidad, la razón es mi sombra. Así desde la perspectiva de la "buena gente", todo lo que se enlaza con el inconsciente se torna en "pensamientos desquiciados", apoyo involuntario, curiosamente inconsciente de esta "buena gente" a los teólogos ocasionales de mirada estrecha, bajo presión monetaria.

Existe pues una "apología de la ceguera", matizada por silogismos en las huestes de los seres que habitan en las cloacas metafóricas de Buenos Aires, me refiero a los "cretinos" que estigmatizan el pensamiento, sedimento del conocimiento, sin anclaje en este presente, donde los guardianes del orden, los que persiguen, torturan y controlan todo, menos la libertad de ser uno mismo, dan espacio de honor a los poseedores de riquezas, a los que acumulan obsesivamente las constelaciones del sentido, a quienes la suerte que no es "grela" les intimó a "no ser": actores del teatro bufo, representantes de una historia sin héroes ni cuadros estáticos de pasiones libertarias.

De idéntico modo y en posición inversa, en peculiar sistema de correspondencias o mediación por analogías, ¿por qué no afirmar que si bastara con ser inteligente para ser rico, menos imbéciles serían ricos?

En mi Buenos Aires, se ha instalado esta casta de asesinos del paisaje amoroso, de la dialéctica esgrimida exquisitamente, por esos seres polifacéticos, que muertos o exiliados de este territorio de la mutación constante de sujetos y actores, han dejado un vacío imposible de completar, salvo para nosotros los vencedores de causas perdidas, los fundadores de un espacio polémico, donde la instancia lúdica, nos convoca cual rutina de ser y existir. Sin embargo, escéptico del escepticismo ya no me aferro a nada, salvo a mis prolongadas caminatas por esta ciudad, enfrentada el río sin orillas, firmemente pegado a mí mismo.

Si otros se solazan escribiendo y dando conferencias acerca del tiempo, su devenir, su historia, el origen de la clepsidra, el funcionamiento digital y su incidencia en la vida de la humanidad, el hallazgo del cuadrante solar, la invención del calendario, mi cuerpo y mi ser me sirven de único guía. Como cuando tengo hambre, duermo cuando tengo sueño, me despierto cuando abro los ojos.

El goce en estas rutinas, hacen a mi vida tener sentido, en plenitud, a veces; y mi ciudad no es ajena a ello, lo siento, lo he sentido siempre, pues me he olvidado de comentar que he nacido en Buenos Aires, en el barrio de Palermo, Palermo Chico para ser exacto, como declama mi partida de nacimiento.

Así la utopía, el triunfo y la derrota, la escritura y la historia, la realidad y la verdad, constituyen los principales tópicos que organizan y estructuran este relato, escrito por un porteño sin gomina, que se manifiesta sin vanas alegorías acerca de lo que no pudo ser, sometido a la memoria siempre y no olvidar que, perder, resistir y resistir, y no confundir lo real con la verdad, deviene en el hacer de un sujeto constituido por el relato, siempre en búsqueda de lo real establecido.

Creando de ese modo sin modo, un espacio textual que, a partir de la lectura de otros textos de la historia de Buenos Aires, asume los silencios de la historia oficial y genera una resistencia al olvido obligatorio, al que hoy está sometida la comunidad de "caras extrañas", que habitan mi "ciudad porteña de mi único querer”.


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