CIMA EN LA NARRATIVA CANARIA: "EL ARRORRÓ
DEL CABRERO" DE
VÍCTOR RAMÍREZ
POR SEBASTIÁN SOSA BARROSO (*)
Víctor Ramírez nos
brinda un fruto nuevo, extraño y de sabor agridulce: "EL ARRORRÓ DEL
CABRERO". Esta vez ya no dudamos de que la narrativa canaria ha llegado a
una cima literaria tanto en el plano de la expresión como en el del contenido.
Ya en otras obras suyas presuponíamos
la consolidación de un fruto nuevo, esperado, sobre todo después de que la
libertad de pensamiento y expresión hubiese acampado por nuestras islas, tan
sedientas siempre de nuevos valores artísticos.
"EL ARRORRÓ DEL CABRERO" abre
nuevos senderos en valores no sólo formales sino también de sustancias de
contenido. Después del arco maravilloso que abre "MARARÍA" en el
horizonte canario de las letras, es, a mi juicio, "EL ARRORRÓ DEL
CABRERO" la obra mejor escrita por un nativo isleño y que no dudo sea el
best-seller del finales del siglo XX en Canarias.
*
Víctor Ramírez
acierta en las fuentes argumentales y de ambientes que enmarcan el conglomerado
de la acción narrativa sin descuidar incluso la onomástica, lo patronímico,
como buen conocedor de genealogías canarias y, sobre todo, del acervo cultural
de nuestra nomenclatura humana insular.
En el plano del contenido la base
temática es posible: el crimen que se comete, real o imaginario, es verificable
dadas las circunstancias políticas de un momento crucial de fuerzas encontradas
entre el antiguo régimen y el nuevo. En la novela de Víctor Ramírez todo puede
ser verificable, posible, verdadero, existencial.
En "EL ARRORRÓ
DEL CABRERO" todos los elementos básicos de la narrativa están plenos de
una objetividad observable ya desde un risco, desde una cueva excavada o desde
cualquier ventanuco de una casa situada en una cuesta empinada.
Y el autor sabe colocar los personajes
en sus propios dominios ambientales; su cámara fotográfica apuntala muy bien
los elementos pictóricos y pintorescos que necesita para la representación;
enseña con maestría o hace intuir lo rural enquistado en lo ciudadano y conoce
perfectamente el alma del "mago-campurrio" que se atreve a colarse en
los lupanares de una ciudad cosmopolita.
*
No nos cabe la
menor duda de que el arte es cuestión de formas de expresión y de formas de
contenido; Pero el "testimonio" corresponde a las sustancias.
En "EL ARRORRÓ DEL CABRERO"
cabe señalar, como en toda obra literaria, el testimonio de la lengua en que se
escribe y el testimonio de la sustancia argumental, del contenido, del asunto.
En cuanto al testimonio de la lengua,
observamos el acierto preciso del léxico que estremece con sus diminutivos
cariñosos, con sus omisiones de artículos señalativos, por los usos especiales
del subjuntivo, por el uso del adjetivo con valor adverbial y el uso en general
de los llamados tropos; pero todo dentro del marco del español hablado en
Canarias, sin caer en lo excesivamente pintoresco o folclórico, sino en lo
natural hablado.
*
Por otro lado el
testimonio argumental del hecho armado, lo esencial radica en la muerte del
pastor, del cabrero, ya descrita desde los comienzos de la novela:
"Bastantes personas presenciamos desde el principio cuanto ocurrió
íntegramente en la heroica muerte de Cesarito Dávilas. Mas no hubo quien se
interpusiera en defensa del infeliz anciano o acudiese en busca de alguna
autoridad".
La galería de personajes entramados en
el asunto es realmente una galería de sicologías de almas, empezando por Víctor
-el autor- y siguiendo por Eusebita Salomey, por Maruchiña -la prostituta que
"tomaba al señor Cesáreo entre sus brazos para jugar a mamaíta con niñito
chico mamón que tiene sueño" y por tantos otros que entran en la maraña
argumental: Conrado de Asís, Favio Ruinaglia, Capitán Tibicena, Merceditas
Vizcaíno La Fina...
En fin, la obra
está llena de aciertos literarios: acierto en el léxico y en la sintaxis
personal de propio estilo, de orfebre que domina la lengua heredada, que sabe
someterla, sin estridencias, sin aspavientos, a una estética especial adaptada
por al asunto argumental.
A veces el autor nos parece un culto
podador que a tijeretazos corta la rutilante prosa que casi siempre hemos
venido soportando.
*
De por sí "EL
ARRORRÓ DEL CABRERO" es una novela actual y clásica porque en ella hay, en
su "trasfondo", una "lección de vida" y una inusitada
novedad dentro de los linderos insulares. La obra en sí misma es un rito, un
culto, y en ella no se oculta el mensaje: un cadáver velado y arrullado por el
arrorró de una prostituta.
No queremos hacer una crítica
impresionista, una exégesis así como así, ni mucho menos buscar fuentes que
estoy seguro de que las habrá. Lo importante es que en "EL ARRORRÓ DEL
CABRERO" hay verdadera literatura porque en ella el autor ha trabajado
seriamente, duramente, con tesón y sin prisa, sabiendo muy bien lo que se hace.
Víctor Ramírez
mucho ha tenido que pensar, seleccionar acaso vez bendecir. Tal vez a alguien
le parezca una novela inmoral, desvergonzada, llena de erotismo y atisbos
anticlericales.
Pero tras de estos biombos
condenatorios está la sublimidad de la muerte brutal de un pastor que lo único
que hacía era realizarse y a quien todos nosotros velaríamos y acompañaríamos en
su entierro, con antorchas encendidas y en silencio pastoral.
*
En "EL ARRORRÓ
DEL CABRERO" cada capítulo, cada fragmento, es un nudo de convergencias
donde se oyen ecos pretéritos, angustiosos, y al mismo tiempo historias que
luego se hacen presentes. Hay densidad de relatos comprimidos que abarruntan y
fluyen en la lectura y confluyen en un armonioso lazo recreativo.
La obra, en definitiva, tiene una
clave: evocación y recreación. El mundo del autor es un mundo sin fronteras
entre el campo de lo real y de lo imaginario.
La realidad objetiva, vívida, y lo
"ensoñado" se entrecruzan para bullir con presencias de retratos, de
historietas de campo, de burdeles, y de fantasías de barriadas de covachas
aledañas a una ciudad que navega, sin rosa de los vientos, en una algarada de
culturas que chocan como si fuesen placas geológicas.
*
Como colofón a todo
esto, y puesto que se trata de una "obra literaria" propiamente
canaria, puede servir no sólo para la lectura recreativa y expresiva, sino
también para el adiestramiento y práctica de diversos comentarios de textos en
todos los niveles de las enseñanzas regladas en nuestra comunidad autónoma.
Mucho ganarían con ello, no sólo los
universitarios y alumnos de enseñanza superior obligatoria sino también el público
en general, los que quieren y aman los legítimos e identificables frutos de las
bellas letras de nuestras queridas tierras isleñas.
Con "EL
ARRORRÓ DEL CABRERO" mucho hay que "aprender" de nuestras
esencias soterrañas: desde la creatividad solitaria de Víctor Ramírez hasta las
indagaciones más sofisticadas que nacen del proceso interior de las torrenteras
recreativas de cada persona.
Nos encontramos, ahora, con una
"novela nueva", con un "nuevo estilo" o manera de ver un
hecho real desde diversas perspectivas, ya pensantes o intuitivas.
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(*) Esta aportación
crítica del señor Sosa Barroso, ya fallecido, es el prólogo de "El arrorró
del cabrero", novela editada por el Centro de la Cultura Popular Canaria
en el año 1999.
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