viernes, 6 de febrero de 2015

LAS NOCHE DE INVIERNO...

LAS NOCHE DE INVIERNO...

DUNIA SÁNCHEZ

Un cielo plomizo. La caída de la tarde. Algún resplandor violáceo se dejaba ver. El frío como cuchillos que cruzan el rostro. El frío galopando a ras de sus pasos. Pasos que se perdían en el monteverde cuando nadie la acechaba.  Eran horas de recogimiento, de estar bajo un techo al calor de un fogón, de hogueras que se esparcen por ese pueblo ya lejano. Intento mirar atrás pero la sombras más la oscuridad solo era ojos para el verdor, para la humedad, para las pisadas que ella daba. Encendió una antorcha y hacia la gruta se dirigió. Allí la esperaban. Cuando llego a las afueras la música le alborotó el corazón, su latir se hizo más acelerado y atraída por ella penetró. Panderetas, flautas y chácaras sonaban a un ritmo vivo, ardiente. Eran los desprotegidos del pueblo. Que en el azocar de un invierno se motivaban saltando, danzando.  Al verla todo se detuvo. Una extraña. Se pusieron cada uno de ellos una máscara y le ofrecieron una a ella. Es mejor no reconocer al enemigo, a esos que nos deshecha en las esfera de este lugar, dijo uno de ellos. Ahora la diversión, el calor de la danza que viene y va con el ritmo de nuestras manos e instrumentos. Que la pena se ahogue con el fulgor de nuestros cuerpos al compás de una noche de helada. Que los llantos se diseminen en los arroyuelos de la naturaleza para que se los lleve lejos, muy lejos donde no podamos hallarlos.

Ella los miraba, mirabas sus caretas. Todos desconocidos con un auge de misterio. Un cosquilleo penetró en su cuerpo y comienza la danza. Esa danza que hermana los corazones en sentido de la libertad, de la igualdad. Cuando todo terminó retorno al pueblo. Las luces del alba bajo una sombría bóveda le decían de la vereda que debía tomar.  Una brisa del norte la refrescaba para olvidar. Olvidar los enigmas de las noches de invierno

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