CUÁL DEBE SER
EL PAPEL DE LA MUJER
POR VÍCTOR CORCOBA HERRERO
Se vislumbra un cambio, una realidad distinta, en la
que mujeres y hombres han de complementarse para tomar nuevos caminos. La
hegemonía del macho, por sí misma, ha llegado a su fin.
Pienso que el papel
de la mujer es decisivo en la sociedad actual, hasta para la humanización del
planeta. El empuje de las mujeres rurales es crucial para poner fin al hambre y
la pobreza. Y esa es la línea que se ha seguido, avivada sobre todo por
Naciones Unidas, haciendo hincapié en el acceso igualitario a los recursos de
la tierra, al crédito y a los recursos productivos, puesto que encontrando
oportunidades para un trabajo decente, está asegurada también la educación y la
salud de sus hijos.
Oír la voz de
las mujeres en pie de igualdad con las del varón no sólo es justo, creo que es
vital para un mejor desarrollo humano. No olvidemos que alrededor de quinientos
millones de los quinientos setenta millones de explotaciones agrícolas
mundiales están a cargo de familias, donde las mujeres son las principales
cuidadoras de nuestros recursos naturales. Como sector, suponen el mayor
empleador del mundo, suministran más del ochenta por ciento de los alimentos
del mundo en términos de valor. En este esfuerzo conjunto, las mujeres han
tenido un papel significativo, no siempre debidamente reconocido, cuando han
sido las grandes protagonistas en la mayoría de las ocasiones.
De igual modo,
en el día internacional de la pobreza se nos llama a no dejar atrás a nadie, a
pensar, a decidir y a proceder juntos contra la indigencia extrema. Ciertamente
tenemos mucho trabajo por hacer. Los progresos han sido desiguales. A
demasiados seres humanos, especialmente mujeres y niñas, se les sigue negando
derechos. La desigualdad en muchos países fomenta la exclusión y son las
hembras, para desgracia social, las grandes marginadas por el sistema. Sin
embargo, ellas continúan siendo la indispensable aportación a la sociedad, en
particular con su sensibilidad e intuición hacia el semejante, el débil y el
indefenso.
De ahí, que sea
un signo de esperanza para todos, los nuevos espacios y responsabilidades que
se han abierto en torno a la mujer, y que sería bueno se extendiese por todos
los rincones del planeta. Sus dotes de delicadeza, su genuina fuerza como ha
demostrado la joven paquistaní Malala Yousafzai (premio Nobel de la Paz 2014)
con su coraje por el derecho de las niñas a la educación, haciéndolo en
circunstancias muy peligrosas. Todo un referente y, sin duda, una atmósfera de
ilusión para los jóvenes.
Por tanto, mal
que nos pese, tenemos la obligación común de asegurar que las mujeres puedan
ejercer su derecho a vivir libre de la violencia que hoy afecta a una de cada
tres mujeres en todo el planeta; a recibir igual remuneración por trabajo
igual; a no sufrir una exclusión que le impida participar en la economía; a
opinar, en pie de igualdad y ponderación, sobre las decisiones que afectan a su
existencia; y a decidir si tendrá descendencia o no y cuántos tendrá y en qué
instante.
De lo contrario,
la vida seguirá siendo pura necedad y la especie se verá atrapada en una necia
contienda de estupideces, dispuesta a evocar frases imperecederas como aquella
que dice que “a la sombra de un hombre célebre hay siempre una mujer que
sufre”. Dicho lo cual, convendría interrogarse: ¿Por qué ha de sufrir siempre
la mujer? Puede que también nos den una lección más con ello, puesto que el
verdadero valor quizás radique en saber resistir aún con el sufrimiento.
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