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viernes, 12 de diciembre de 2014

CUÁL DEBE SER EL PAPEL DE LA MUJER

CUÁL DEBE SER EL PAPEL DE LA MUJER

POR VÍCTOR CORCOBA HERRERO

Se vislumbra un cambio, una realidad distinta, en la que mujeres y hombres han de complementarse para tomar nuevos caminos. La hegemonía del macho, por sí misma, ha llegado a su fin.


Pienso que el papel de la mujer es decisivo en la sociedad actual, hasta para la humanización del planeta. El empuje de las mujeres rurales es crucial para poner fin al hambre y la pobreza. Y esa es la línea que se ha seguido, avivada sobre todo por Naciones Unidas, haciendo hincapié en el acceso igualitario a los recursos de la tierra, al crédito y a los recursos productivos, puesto que encontrando oportunidades para un trabajo decente, está asegurada también la educación y la salud de sus hijos.

Oír la voz de las mujeres en pie de igualdad con las del varón no sólo es justo, creo que es vital para un mejor desarrollo humano. No olvidemos que alrededor de quinientos millones de los quinientos setenta millones de explotaciones agrícolas mundiales están a cargo de familias, donde las mujeres son las principales cuidadoras de nuestros recursos naturales. Como sector, suponen el mayor empleador del mundo, suministran más del ochenta por ciento de los alimentos del mundo en términos de valor. En este esfuerzo conjunto, las mujeres han tenido un papel significativo, no siempre debidamente reconocido, cuando han sido las grandes protagonistas en la mayoría de las ocasiones.

De igual modo, en el día internacional de la pobreza se nos llama a no dejar atrás a nadie, a pensar, a decidir y a proceder juntos contra la indigencia extrema. Ciertamente tenemos mucho trabajo por hacer. Los progresos han sido desiguales. A demasiados seres humanos, especialmente mujeres y niñas, se les sigue negando derechos. La desigualdad en muchos países fomenta la exclusión y son las hembras, para desgracia social, las grandes marginadas por el sistema. Sin embargo, ellas continúan siendo la indispensable aportación a la sociedad, en particular con su sensibilidad e intuición hacia el semejante, el débil y el indefenso.

De ahí, que sea un signo de esperanza para todos, los nuevos espacios y responsabilidades que se han abierto en torno a la mujer, y que sería bueno se extendiese por todos los rincones del planeta. Sus dotes de delicadeza, su genuina fuerza como ha demostrado la joven paquistaní Malala Yousafzai (premio Nobel de la Paz 2014) con su coraje por el derecho de las niñas a la educación, haciéndolo en circunstancias muy peligrosas. Todo un referente y, sin duda, una atmósfera de ilusión para los jóvenes.

Por tanto, mal que nos pese, tenemos la obligación común de asegurar que las mujeres puedan ejercer su derecho a vivir libre de la violencia que hoy afecta a una de cada tres mujeres en todo el planeta; a recibir igual remuneración por trabajo igual; a no sufrir una exclusión que le impida participar en la economía; a opinar, en pie de igualdad y ponderación, sobre las decisiones que afectan a su existencia; y a decidir si tendrá descendencia o no y cuántos tendrá y en qué instante.

De lo contrario, la vida seguirá siendo pura necedad y la especie se verá atrapada en una necia contienda de estupideces, dispuesta a evocar frases imperecederas como aquella que dice que “a la sombra de un hombre célebre hay siempre una mujer que sufre”. Dicho lo cual, convendría interrogarse: ¿Por qué ha de sufrir siempre la mujer? Puede que también nos den una lección más con ello, puesto que el verdadero valor quizás radique en saber resistir aún con el sufrimiento.

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