Reproduzco el breve texto que leí durante la presentación de g21 en el Ateneo de Madrid, el pasado 30 de septiebre de 2011
Del blog de Pablo Martin Carbajal
Víctor Álamo recrea con la fortaleza de su prosa, una prosa rica y llena de recursos expresivos, un mundo casi mítico que sin embargo habita y ha habitado siempre en estas islas. Víctor Conde utiliza la ciencia ficción, unos personajes evocadores, la mujer sombra, el hombre que ha perdido sus alas y no puede volar, habla de ciencia ficción, pero habla también de realidad. El relato de Pepe Correa se lee con una sonrisa en los labios, un cuento delicioso, de esos que reconforta cuando lo has acabado. La prosa de David Galloway está cargada de frases repletas de significado, de verdades y de denuncias personales. Santiago Gil presenta un personaje canalla por el que es fácil apasionarse, un personaje que nos plantea muchas preguntas, como la buena literatura. Cristo Hernández nos ofrece una trama delirante, que provoca verdaderas carcajadas en el lector, el placer de leer una buena historia. Javier Hernández recrea una atmósfera negra envolvente, en unos personajes que también existen, que podrían vivir tan cerca de nosotros. Álvaro Marcos también acude a un mundo mítico, con la precisión y el cuidado de su prosa en el paisaje y en los sentimientos de sus protagonistas. Los cuentos de Nicolás Melini tienen una profundidad difícil de conseguir, poseen esa extraña sensación de que en cada frase puede suceder algo. Alexis Ravelo acude a la involuntaria necesidad de inventarse un pasado, un pasado que se mezcla con el presente, quizás porque éste no es suficiente. Anelio Rodríguez muestra con destreza una cotidianidad que esconde y vislumbra tensiones personales ocultas.
Esto es Generación 21. ¿Qué somos una generación?, pues no lo sé. Sólo sé que somos un grupo de escritores, de escritores… aunque quizás, más que de escritores debería decir de ladrones. Un grupo de ladrones que tenemos que robarnos nuestro tiempo para ejercer de profesores, de economistas, de gestores, de periodistas… Qué feo eso de robarle a uno mismo, qué tristísima resignación esa de robar para poder comer.
¿Y a qué venimos a Madrid? ¿A qué venimos a Madrid nosotros ladrones, nosotros escritores que también somos canarios? ¿Para qué salimos de esas islas de las que apenas salen nuestras novelas? ¿Para pasárnoslo bien? ¿Para que alguien nos mire? ¿Para que alguien nos lea? ¿Para avanzar un pasito más en el kilómetro no sé cuántos de esta carretera interminable que supuestamente nos conduciría, si acaso alguna vez lo conseguimos, a ser personas honradas
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