DILATACIÓN CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
GUILLEM MARTÍNEZ
1- Bruno Le Maire, ministro de Economía de Macron, es autor de 13 libros, y no 12 o 14, si bien 4 de ellos han aparecido en los últimos 4 años. Lo que habla de la a) asombrosa gestión del tiempo por parte de un ministro de un Estado, literalmente, en llamas. O, más posiblemente, del b) oficio de gobernante europeo en el siglo XXI, ese periodo en el que, queridos niños y niñas, tras el fin de la Historia y la consecuente hegemonía del pack neoliberal, todo estaba ya hecho, salvo alguna fruslería que iba encargando periódicamente la Comisión, siempre atenta. Como, pongamos, una reforma de las pensiones. El último libro de Le Maire es la novela Fugue américaine –en, guau, Gallimard–. Sumamente discreta, dice la crítica francesa –siempre menos amable y chupaXXXXXX que la española–, salvo por una página en su capítulo 11, en la que una protagonista coprotagoniza un encuentro sexual con un personaje llamado Oskar, y que, al parecer, ha leído a los clásicos en profundidad. O, al menos, con solo su saber hacer, hace exclamar a la aludida protagonista una frase que ha sacudido a la sociedad francesa, al punto de ser utilizada como eslogan en decenas de pancartas en las manifestaciones del pasado 1 de Mayo en toda Francia. Es una frase que condensa lo que está pasando en Francia. Aparten a las criaturas. Ahí va: hablando del “renflement brun de son anus”, Julie, el personaje, dice, dos puntos, “Je suis dilatée comme jamais”.
2- “Je suis dilatée
comme jamais” es una suerte de paralelo del nunca pronunciado por Marie
Antoinette “Qu’ils mangent de la brioche”. Ilustra una época. Un estado de
ánimo. Dilatado, lo dicho, que es cuando la época te copa doblada. E ilustra,
por el mismo precio, el estado de la cuestión francesa, esa materia reservada
europea, de la que –salvo en la prensa alemana, inglesa y CTXT– no se habla, a
pesar de ser un/EL temazo. Francia es, puntualmente, la nueva Grecia, un punto
en el que ver el estado de la cuestión europea. Y en Francia, el 80% de su
población se siente dilatada comme jamais. Esto es, está acaeciendo un motín
–esa cosa que puede crecer o decrecer, articularse, o no– en el segundo Estado
de la UE. Así como suena.
Francia es,
puntualmente, la nueva Grecia, un punto en el que ver el estado de la cuestión
europea
3- No desprecien
los motines. Hasta el siglo XVIII, y en ausencia de participación política
ciudadana, eran, tras el orden, la otra posibilidad de participación ciudadana.
La mera existencia de motines habla, por tanto, de la ausencia actual de
participación política de la ciudadanía. Tras los motines griego y español de
la pasada década, sucede ahora este, en uno de los dos Estados I+D de la UE.
Los motines van siendo frecuentes, como ven. Lo serán más. Pueden ser la
gramática ciudadana de una política deslocalizada en Bruselas, neoliberal,
ademocrática, insensible, torpe, lenta. Los motines, de hecho, eran la
posibilidad más probable para la pasada temporada otoño-invierno, prevista con
naturalidad pasmosa por organizaciones bancarias y por Gobiernos. Hubieran
sido, tal vez, los primeros motines de la historia reprimidos, además de por
los Estados, por la Comisión. Lo que hubiera sido un antes y un después
estético, un dejar de protestar ante la ventanilla para empezar a coscarse de
dónde está la puerta. Algo que sucederá, este otoño-invierno, el próximo o
cualquier otro.
4- Es importante,
por cierto, la presencia de dilatación comme jamais en el macronismo, en tanto
el macronismo es una última casilla. Lo suficientemente dilatada hoy como para
admitir ya la casilla que le precede, y que es más, ay, uy, voluminosa. Y aquí,
flash-back. Tras la Tercera Vía, formulada por Blair, pero experimentada
previamente por Mitterrand, Felipe, Soares… –básicamente, la adopción, por
parte de la socialdemocracia, del recetario industrial y espiritual del
neoliberalismo, mezclándolo con un elemento no político, y no convocado, por
tanto, por Thatcher o Reagan: la amabilidad; lo que es muy poco; nada–, el
macronismo es lo más difícil todavía: la Tercera Vía, pero ahora ya sin
partido, pues los PS, tras la Tercera Vía experience, ya están más quemados que
la moto de un hippy. Los macronismos son una Tercera Vía, y lo que surja, a
pelo, sin partido, apuntalada por el glamour personal, el magnetismo de un
líder. Esto hace al invento más imprevisible, y poseedor de mecanismos de
comunicación más propios de la nueva extrema derecha. El macronismo es, así, la
casilla anterior a la extrema derecha. Y algo tan cercano a ella que la
aproxima y facilita. Macron, cuando aprueba sin parlamento una reforma de
pensiones, cuando utiliza la crispación –meditada, en modo Ayuso– y/o la
policía como sistema de comunicación con la sociedad, comunica que la extrema
derecha no solo es posible, sino que tampoco es tan exótica. Lo que es
dramático, y más cuando pensamos que Macron, como antaño la Tercera Vía, es el
nombre artístico de una fase. Esto es, de muchas cosas en Europa. Confusas,
mezcladas y algunas muy cercanas a nosotros. Sánchez, cuando sella la frontera
africana con criterios sumamente alejados de los DD.HH., cuando decide no
pelarse la ley mordaza –no es una anécdota: es la primera ley iliberal en el
Occidente de Europa; ahora UK está innovado en esa vía–, comunica que la
extrema derecha no es una opción tan lejos de lo cotidiano. Es lo que sigue a
una dilatación comme jamais.
El macronismo es la
casilla anterior a la extrema derecha
5- Sobre
dilataciones comme jamais tan próximas a la extrema derecha que las
divergencias ya son, literalmente, chistes: la gran diferencia entre Macron y
Meloni es que ambos reformaron la cosa pensiones con decretos, sin parlamentos,
con un par, si bien Meloni lo hizo el 1 de Mayo, exdía de la exclase exobrera.
Es decir, con recochineo, en modo psicópata, como lo haría Ayuso –si bien
Meloni no abrió tanto los ojos à la ayusienne; Ayuso, ahora que lo pienso, está
a 1mm de superar el récord de amplitud de cuenca de ojo, en posesión de El Ojo
que Todo lo Ve–. Esto es, Meloni hizo algo parecido a Macron, pero ya desde
otra iconografía, diferente, si bien latente en Macron, pues cuando desmoronas
el Bienestar –ni más ni menos que la forma de la Democracia en Europa; se dice
rápido– te metes en negociados que, forzosamente, se ubican fuera del
trade-mark democracia. Requieren no-participación, la fuerza, ser forzosos, o
nunca se realizarían.
6- Sobre lo
forzoso, es decir, lo antidemocrático, de este tipo de reformas. Ahí va.
Francia gasta algo más del 13% de su PIB en pensiones. Italia, el 14,1%. España
el 12,7%. Estos tres Estados, junto a Grecia –14,5%–, son los que dedican más
gasto a las pensiones. Y los que más deberían rebajar ese gasto hacia la media
europea, que está sobre el 10%, gracias al tute que le dan a la media los
Estados que gastan menos en pensiones: Hungría, Letonia, Lituania y Bulgaria,
esos adelantados a su tiempo. ¿Quién decide que las pensiones no deben superar
el 10% del PIB? La Comisión. Una institución no electa, y no poseedora,
necesariamente, de inteligencia –sobre la inteligencia de la Comisión,
recuerden el desmantelamiento de Grecia, que fue vendida/regalada a trozos a
China–. No hay ninguna razón, por otra parte, más allá de los mitos y creencias
neoliberales, que especifique que el gasto en pensiones deba ser del 10%. O del
5%. O del 20%. No hay ningún análisis ponderado sustentado en la disciplina
económica. Los únicos disponibles están sustentados en otra disciplina. La
dilatación. El combate gore, autoritario, fuera del método democrático, por lo
común fuera de la legalidad constitucional de los Estados, contra las pensiones
–que solo es la punta del iceberg de un sistema vertical de toma de decisiones,
sin relación con la ética o el conocimiento; algo muy peligroso en guerra; y en
paz–, dibuja la crisis democrática europea. Es, además, lo que garantiza
motines en Europa por un tiempo. Los habrá, pues –punto 2– los motines son el
único lugar en el que la ciudadanía europea puede hablar con la Comisión y con
los Gobiernos sobre pensiones, sobre el precio de los combustibles, sobre
inflación real, sobre las facturas de la luz. Sobre Democracia. Sobre
dilataciones comme jamais. Vayan familiarizándose con los motines, esos
engorros. La Comisión y los Gobiernos, me temo, lo harán con naturalidad. Con
la naturalidad con la que los esperaban, sin emitir medida alguna, este
otoño-invierno. Glups.
7- La pregunta es,
dos puntos, ¿por qué Francia está dilatada en modo comme jamais, mientras que
España tiene el culito sanito y seco? Pues porque así lo quiere la Comisión. Y
España ahora está sobre una buena ola. Es un buen momento para la
política-surf. No hay otra política, por otra parte, en un continente sin
capacidad de previsión ni de modulación, y en el que la política ha adquirido
otra función, alejada de lo que fue en el siglo XX. Sobre las olas: la ola de
Macron se acaba, y luego puede empezar la de la extrema derecha. Eso es la
política-surf. Periodos/olas, que se agotan. Razones para las buenas olas
españolas, a saber: a) España es el modelo elegido por la Comisión para
demostrar la calidad del pack Fondos Europeos, su funcionalidad y resultados.
Por otra parte, b) hay buen feeling entre Sánchez y Von der Leyen. Esas cosas
pasan. Además, ese buen rollo está siendo intensificado por el hecho de que
Sánchez es presi de la Internacional Socialista, y Von der etc. necesitará el
apoyo del futuro grupo socialista en el Parlamento Europeo para revalidar su
cargo tras las próximas elecciones europeasZzzzz. Es un
yo-te-rasco-si-tu-me-rascas. El rasque es un ingrediente –el ingrediente– de la
política universal desde César, el primer rascador automático de la Historia.
Sobre el rasqueo: le hará falta a la hoy rascadora Von der Leyen. El grupo PPE
se aleja de ella, y se aproxima a las nuevas extremas-derechas. Era cuestión de
tiempo que fueran tabuladas, reincorporadas. Y ese tiempo parece ser ahora. Von
der Leyen tendrá competencia interna, que pugnará para su cargo, por lo que necesitará
ayuda para comerse el rosco de la presidencia de la Comisión. A priori, podría
ser irrelevante elegir una presidenta de la Comisión o a otro presidente. Von
der Leyen es una ministra de Merkel sin mucho fu ni mucho fa. Recaló en la
Comisión después de no poder recalar en la Cancillería alemana y en la
Secretaría General de la OTAN –sí, Europa es ese lugar al que los partidos
suelen recalar a sus González Pons–. Pero, a priori también, en esta emisión
será muy importante. Está en juego que acceda a la pomada otro Presidente PPE
de la Comisión, similar al anterior, si bien, glups, cercano a un movimiento
ecuménico con la extrema derecha, esa dilatación comme jamais.
8- Sobre las nuevas
extremas derechas, esas cosas próximas a los macronismos/las post-terceras
vías, pero también, y mucho más, a los PP y, en términos generales, a las
derechas anteriormente conocidas como liberales. La semana pasada Pedro Vallín
daba por pajarito, muy acertadamente, al neoliberalismo. Y aquí emitía un
diagnóstico brillante: el neoliberalismo, cuando era la forma de todo, lo era
también de la democracia. Al irse abajo, esas derechas han perdido aún más las
formas. Con un neoliberalismo enfermo, vuelve el nacionalismo, el populismo, el
Estado y las mixed-emotions. Bajo la forma trumpista de todo eso, visible en
Italia, Francia, o en Madrid. Este razonamiento es estilizado, veraz y real. Y,
como todo lo estilizado, veraz y real –no sé, un liguerazo–, es sexy.
Con un
neoliberalismo enfermo, vuelve el nacionalismo, el populismo, el Estado y las
mixed-emotions
9- Tan cierto como
que el neoliberalismo ha muerto –más de 700.000 millones de fondos europeos
repartidos por la comisión lo atestiguan–, es que el neoliberalismo está vivo.
A España llegarán 160.000 millones, un monto superior a lo recibido, por parte
de Europa, en las tres pasadas décadas. Eso, desde luego, no es neoliberalismo.
Pero sí sus contrapartidas. Para acceder a ese dinero se deben acometer 416
hitos y reformas –es el modelo de pago-por-desempeño del Banco Mundial, esa
joya–, mayormente neoliberales. Y, por ello, no necesariamente sustentadas en
ética, conocimiento o beneficio social. La cultura del reparto de esa cantidad
también es neoliberal, a falta de otra –puede serlo, glups, mucho más si PP-Vox
acceden a la pomada en 2023, límite fijado por la Comisión para establecer
destinos a los Fondos recibidos–. La explicación primera es que no hay otra
cosa. Lo neoliberal se lo ha comido todo. Ejemplo a): el sistema más regulado
de España es el más rescatado, el bancario, un sector que, a su vez, es
imposible de comprobar si acepta o practica y asume sus regulaciones, pues no
hay ni personal, ni cultura de la regulación, para ello. Ejemplo b), más
dramático, si cabe: en las facultades de economía hoy no se enseña tanto
economía, como su contrario, neoliberalismo, sus mitos y supersticiones. La
anterior crisis no ha supuesto ninguna enmienda en los planes de ninguna
facultad. Se dice rápido. Este periodo, difícil de evaluar, en el que la
cultura neoliberal se va a aplicar a su contrario, un gasto inaudito, y tal vez
irrepetible, finalizará, no obstante, zas, en 2026. El año del punto y pelota.
Con un frenazo en el gasto y, tal vez, con otro presidente en la Comisión,
alemán y próximo al trumpismo. De lo que viene en 2026 solo sabemos que la
Comisión, nuestra amiga, pide hoy un límite al déficit no superior al 5%. Son 3
puntos más que durante el austericidio. Lo que es bastante. Y lo que es, a su
vez, poco, para recuperar el Bienestar, que ni está ni se le espera. Muy poco,
además, en caso de que hubiera una crisis climática, o una guerra –un momento…
¡las hay!–, y por lo mismo, imprevistos como los de 2020, o como los de cada
otoño-invierno desde 2021.
10- Sí, las
extremas derechas están a por otras, como señala Vallín. Lo que es muy útil
para dibujarlas. Han cambiado el neoliberalismo, esa cruzada y tensión –hoy ya
percibida como sangrante, y traicionada por gasto, chachi, si bien puntual,
hasta 2026–, por todo aquello que puedan pillar debajo de banderas, identidades
y Estados defendiendo con electricidad su irrenunciable derecho nacional a
pulverizar sus cotosdedoñanas. Pero las derechas son revolucionarias por la
parte de la boca desde los 70, por lo que tienen más juego. Las izquierdas,
conservadoras desde los 70, siguen fieles, visto lo visto, al neoliberalismo,
ese muerto que está muy vivo, y del que Francia –una situación no protestada
desde ninguna izquierda gubernamental europea– es el actual piso muestra. Comme
jamais.
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