JOAQUÍN SABINA NO ME DEJA REFLEXIONAR TRANQUILO
SATO DÍAZ
El cantante Joaquín
Sabina durante una actuación en el Wizink Center, a 23 de mayo de 2023, en
Madrid / Ricardo Rubio (Europa Press)
Cuando el pasado martes Joaquín Sabina regresaba al Wizink, el público rugió y el ídolo, pese a la costumbre de escenario, no disimuló la emoción. Poco después, ya sobre el taburete, agradecía y dedicaba la actuación a una exsuegra, a Jorge Drexler y a Ana Belén y Víctor Manuel. Sonaba Peces de Ciudad, y "mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios".
Meses antes, allá
por noviembre, precisamente el cantautor asturiano afeaba al de Úbeda unas
declaraciones que había pronunciado en la presentación en Madrid del documental
Sintiéndolo mucho, dirigido por Fernando León de Aranoa. Si Sabina reconocía
que ya no es "tan de izquierdas" porque tiene "ojos, oídos y
cerebros para saber lo que está pasando", en referencia a la evolución de
algunas izquierdas latinoamericanas, Víctor Manuel le reprochaba: "No me
gusta que generaliza cuando habla de la izquierda latinoamericana y mete en el
mismo saco a Daniel Ortega y Lula da Silva. No son comparables".
Quizás lo que más
molestó a buena parte de su público fue lo de "ya no soy tan de izquierdas",
no tanto la referencia al otro lado del Atlántico. Pero Sabina hace ya que no
es el referente político que fue, hoy es otras muchas cosas. Ya no se pierde
por los subterfugios de las discusiones cainitas de la izquierda, ni
caricaturiza a la derecha en sus sonetos, ni cierra listas de IU en Úbeda, ni
se presta para actuar en festivales solidarios en favor de causas justas, ni se
preocupa si ha de cantar en Israel pese a la campaña BDS por los derechos del
pueblo palestino, ni parecen incordiarle "esas chungas movidas de croatas
y serbios"...
Sabina, ni en el
Wizink, ni siquiera a pocos días de unas elecciones autonómicas y municipales
también madrileñas, hizo el mínimo conato de revolución, ni lanzó un dardo
verbal a los que mandan en la zona, ni una sola crítica, ni nada por el estilo,
a la ínclita presidenta y musa de las derechas (sí, también latinoamericanas y
también golpistas) Isabel Díaz Ayuso, ni a su fiel (ahora fiel, antes infiel)
escudero en el Palacio de Cibeles, José Luis Martínez Almeida. Ese alcalde que
hace tres años la tomaba con el poeta Miguel Hernández e hizo eliminar sus
versos del memorial de la Almudena; quien confesó "no haber leído ningún
libro de Almudena Grandes" y se negaba a que la escritora fuera hija
predilecta de Madrid.
Sabina se levantó
del taburete en muy pocas ocasiones... Al final del concierto, cuando la
apoteosis, cuando se puso "a buscar tu cara entre la gente", cuando
se ofrecía como consejero en Pastillas para no soñar: "Si lo que quieres
es vivir cien años, no vivas como vivo yo". También a mitad del show, para
retirarse a tomar aire y ceder un trío de canciones a sus compañeros de
escenario (Yo quiero ser una chica Almodóvar, cantada por Mara Barros; La
canción más hermosa del mundo, por Antonio García de Diego; o El caso de la rubia
platino, por Jaime Asúa).
Las 15.ooo voces
que coreaban los estribillos no hablaron de política el martes, pese a la
campaña electoral. Lo hicieron de desamor, de la noche y de la gente "que
pierde la calma con la cocaína". Juan Soto Ivars se atrevió a
diagnosticar, al día siguiente, que "Madrid no es Ayuso, sino el público
de un concierto de Sabina". No sé yo, si hoy el día el público de Sabina
es una mayoría absoluta de los reaccionarios, pese a que ya no sea tan de izquierdas.
Por eso, el domingo, quizás...
Sabina, hace años,
se definía como "un anarquista que nunca cruza un semáforo en rojo",
pero ya no se recrea en el pasado, pues "al lugar donde has sido feliz no
debieras tratar de volver". Esta frase, por cierto, también de Peces, es
la que la propia Ayuso reivindicó en aquella conferencia en la Universidad
Computense, cuando a principios de año fue nombrada Alumna Ilustre. Entonces,
los estudiantes protestaron en las inmediaciones de la Facultad de Ciencias de
la Información y ella cargó contra el movimiento estudiantil, como también ha
hecho contra el asociacionismo vecinal, contra los médicos, los maestros, los
ecologistas y todo aquello que huela a comunidad pero no sea, precisamente, la
propia Comunidad de Madrid o sus tentáculos subvencionados.
Sabina no dudó en
cantar La Magdalena, una de sus obras de talla más hermosa ("dueña de un
corazón tan cinco estrellas que, hasta el hijo de un dios, una vez que la vio,
se fue con ella") y, a la vez, más controvertida. Un reconocimiento a la
prostitución y a las prostitutas y, en los tiempos que corren, entonarla es
también una provocación. Pero no se abrió el debate en la calle Goya, al acabar
el concierto, sobre abolición o regulacionismo. Provocar es una de las
cualidades de este jienense que si con algo no comulgó nunca fue con lo
políticamente correcto.
"Cuando la
muerte venga a visitarme, no me lleven al sur donde nací, aquí he vivido, aquí
quiero quedarme". No cantó el himno este martes en el Wizink, pero sí que
hizo un guiño a la felicidad que le suponía volver al recinto del que la última
vez salió "con los dedos del Serrat entrelazados" en ambulancia,
rumbo al hospital, tras dar con los piños en el suelo, tras pensar que el
escenario seguía donde solo había aire, Pongamos que hablo de Madrid.
Ay Madrid, Madrid,
Madrid, "con sus guantes de seda", que el domingo vuele lejos la
"nube negra" y nos veamos "al otro lado de los apagones, al otro
lado de la luna en quiebra".
Hoy, jornada de
reflexión, sus canciones no acaban de marchar, ni de dar "un portazo como
un signo de interrogación". Hacen "tanto ruido que, al final, ruido
de amenazas" y no me deja reflexionar tranquilo. Las melodías que estaban
casi olvidadas retornan con fuerza desde "el bulevar de los sueños
rotos".
Y aunque Sabina ya
no sea ya "tan de izquierdas", ni aquel referente político que llegó
a ser para mucha gente, que se levante del taburete una vez más para ir a
votar, que no se caiga al foso y llegue a la urna. Venga, a votar. "Que
ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena". Que no
pasen ya los nacionales, que no rapen a la señá Cibeles.
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