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martes, 21 de marzo de 2023

LA MOCIÓN DEL BACALAO

 

LA MOCIÓN DEL BACALAO

El discurso de Tamames fue breve. Además de por lo de comer a las doce y media, porque aquello no era más que el imaginario de Vox. Abascal, a su lado, buscaba en qué equipo jugaba el tal Montesquieu

GERARDO TECÉ

Ramón Tamames, acompañado de Abascal, minutos antes del inicio del debate de la moción de censura.

Contaba el rockero Silvio Melgarejo en una mítica entrevista con Quintero que en la Sevilla de la época había tan pocas alegrías que llevarse a la boca que los dos únicos bares que ponían bacalao estaban siempre a reventar. No habían levantado aún la chapa y ya estaba allí todo el mundo en la puerta, disimulando. Como si cada uno de los componentes de aquella impaciente multitud hubiera elegido parar allí por casualidad y no por el bacalao. La gente miraba al suelo silbando y ni se saludaban, contaba Silvio mientras Quintero carcajeaba hasta la lágrima en antena. Disimulando y haciendo como que no estamos aquí por lo que estamos, una multitud de periodistas y espectadores seguimos hoy con atención la moción de censura en el Congreso. A punto de subirse la chapa de la sesión, si alguien te pregunta qué tal, tú respondes que aquí, con lo de la moción, como si lo de hoy fuese eso, como si se tratase de política y no de un trozo de morbo salado que echarnos a la boca porque, qué cojones, la vida está para disfrutarla.

 

Es martes 21 de marzo de 2023, China inaugura el primer servicio comercial de coches conducidos mediante inteligencia artificial y en el Congreso habla el excomunista Ramón Tamames. A sus 89 años, ha aceptado acudir a esta excursión al Congreso, organizada por la ultraderecha, porque cada uno se falta al respeto cómo y cuándo quiere. Su edad, protesta el organizador del bolo, no debería ser motivo de mofa. Tiene razón Abascal. Descartada la opción de que la moción triunfe y Tamames se convierta en flamante presidente nonagenario del gobierno, subrayar su edad no tendría sentido, de no ser porque la edad nos sirve para entender al personaje. Quien hoy habla en la casa de la ciudadanía ha vivido lo suficiente como para recordar aquella época del bacalao en la que, quienes hoy lo llevan de visita, encarcelaban a parte de la ciudadanía. En concreto a la parte que luchaba por la libertad. Muchos de ellos, antiguos compañeros de Tamames. Hoy, confiesan los organizadores de la moción, volverían a hacer lo mismo ilegalizando partidos.

 

Abascal, animador sociocultural, arrancó el acto dando la bienvenida a sus señorías y a los aficionados al bacalao que estábamos en casa. Haciendo de telonero con un discurso de 45 minutos que inició con una excusa. Dada la manifiesta impotencia de la moción, explicó Santiago Y Cierra España, simplemente estamos aquí para que los españoles escuchen a Vox sin que intermedie la manipulación de los grandes medios de comunicación que, como todo el mundo sabe, trabajan a las órdenes del socialcomunismo. Una denuncia desde la tribuna del Congreso que provocó sentidas ovaciones en los platós de Ana Rosa, Vicente Vallés, Iker Jiménez, Carlos Herrera, Pablo Motos, Trancas y Barrancas. Cuarenta y cinco minutos que le bastaron a Abascal para hacer repaso de la España de hoy. Una España en la que hay diputados que no se visten correctamente para acudir al Congreso, eso y no lo de Tamames es el verdadero circo parlamentario. Una España en la que un terrorista islámico que asesina personas por culpa de Sánchez (sic), podría ahora declararse mujer (sic) y pasar de terrorista a violador en una cárcel para mujeres (sic). Una España en la que niños se mutilan (sic) por culpa de la ministra Irene Montero (sic). Una España incapaz de plantarle cara a los comunistas de la China (sic) ni de exigirle responsabilidades por el virus con el que nos han atacado (sic). Sic, para quien no lo sepa, significa en latín que, aunque no te lo creas, son declaraciones reales por parte del hombre que considera que vestir con seis tallas menos es ir bien vestido al Congreso.

 

Tras Abascal, turno del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Una intervención larga para desesperación de Ramón Tamames, que ya advirtió durante las negociaciones con Vox que él come a las doce y media. Sánchez aprovechó la primera moción de censura de la historia en la que el candidato no era un candidato y su programa alternativo no existía para presentarse él mismo como candidato a la reelección y hablar del programa de gobierno vigente. En su intervención, el presidente, que lo seguirá siendo tras la votación de mañana, acusó al Partido Popular de cobardía por abstenerse ante el Circo del –cara al– Sol y definió a Vox de un modo original. Según él, la ultraderecha es la encargada de dar sabor y color de forma artificial a lo que piensa el PP, así que el Sánchez más Comedy Central los definió como “el glutamato de la derecha”, para desesperación de quienes nos dedicamos al chascarrillo en redes, dolidos por el intrusismo laboral.

 

Hechas las presentaciones, turno al fin para Tamames, corbata rosa con estampados, chaleco de padrino de boda bajo la chaqueta y protagonista absoluto de este enrevesadísimo capítulo de Cuéntame en el que los guionistas se fueron de juerga y entre copas y cocaína parieron que un referente del comunismo español acabase sus días liderando lo que quedaba de tropa franquista. El discurso de Tamames ya lo conocíamos. No por previsible, que también, sino porque días atrás fue filtrado de principio a fin a la prensa. Es decir, que ya lo habíamos leído. Es decir, que por mucho que disimulásemos, si a esas horas seguíamos frente a la tele era por el bacalao. Que tu discurso sea público antes de pronunciarlo es una faena y también la consecuencia lógica de haberlo escrito junto a Sánchez Dragó. Si la incontinencia verbal del escritor le impidió guardarse para sí mismo sus aventuras sexuales con niñas menores de edad, como para no ir contando cuando folla en el Congreso con fascistas adultos. Si hay un pero que ponerle a este circo que generosamente ha organizado la ultraderecha para disfrute de los amantes del buen bacalao es que no se hayan atrevido a ofrecérselo directamente a Dragó, que seguía el debate desde la tribuna no sin la esperanza de que a su amigo le diese un parraque y alguien desde la bancada de Vox gritase si había algún intelectual en la sala que pudiese salvar España. El discurso de Tamames fue breve. Además de por lo de comer a las doce y media, porque aquello no era más que el imaginario de Vox –da para lo que da– aliñado con algún cultismo que justificase la presencia del señor Tamames en el escaño de un Abascal que, a su lado, buscaba en Google en qué equipo jugaba el Montesquieu al que el invitado había hecho referencia. Tamames, esperanzado en que el Congreso fuese un lugar acogedor en el que lo primero es la cortesía con los invitados, quiso orientar la cosa hacia el almuerzo despidiéndose con un “lo dejo ya, que ya van tres discursos y estamos todos un poco cansados”. Si llega a saber que la cosa se iba a ir hasta más allá de las tres de la tarde hubiera vuelto a pagar la cuota del PC con tal de que desde Vox no lo llamasen.

 

La respuesta de Sánchez a Tamames era el momento más delicado de la jornada. De hecho, para eso había llevado Vox a ese nonagenario escudo humano al que no puedes responderle como si fuera Abascal. ¿Con qué tono te diriges a él sin parecer agresivo? ¿Cómo surfear la posible condescendencia que aquel tipo de otra época producía en el Congreso actual? ¡Dos de bacalao para la mesa cinco! Aquello necesitaba de un movimiento quirúrgico y Sánchez lo hizo. Supo mezclar bien la dosis de confrontación política con un tono de respeto logrando desactivar así los argumentos del invitado sin rozar el terreno de la agresividad. Tamames, desesperado por la hora y pico de nueva réplica, estuvo a punto de fingir un desmayo para que la presidenta decretase un receso o sacase unos quesos y picos. Aún le quedaba otra hora y media. Era turno de Yolanda Díaz, probablemente la mejor intervención de la jornada. Dice un amigo gallego que, al contrario que a Feijóo, a Díaz le vino bien viajar lejos de Galicia. Aquí gritaba, en Madrid es una apisonadora tranquila. Lo volvió a ser. Más allá del dato –señor Tamames, lo voy a enterrar en datos–, Díaz fue capaz –y Tamames así lo detectó sabiamente– de lanzar su candidatura para las próximas elecciones en un discurso en el que le explicó al invitado de Vox en qué siglo estábamos. Díaz hizo una defensa de los logros del actual Gobierno que acabó siendo una moción de censura contra unas derechas que, en el caso de Feijóo no estaban, y en el de Vox se habían escudado en un señor mayor que interpretó a la perfección una visión y una imagen de la sociedad que pertenece ya al pasado. Mañana acaba el circo. Quien fuera referente de las libertades en España se irá a casa convencido de haber protagonizado una última página de oro. La derecha suele decir que todo tiempo pasado fue mejor. En el caso de Tamames, aciertan de pleno.

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