LA IMPARCIALIDAD DE LOS JUECES Y EL CASO KITCHEN
ANTONIO BAYLOS
Catedrático de Derecho
del Trabajo
Francisco Martínez en un
comparecencia en el
Congreso de los Diputados.-
EFE
Se confunden imparcialidad y neutralidad de los jueces. Los juristas sabemos que el juez debe ser imparcial, pero no neutral [1], porque su actividad tiene que estar necesariamente orientada a la defensa de los valores, recogidos en la constitución que conforman el estado social de derecho y en donde cobra una importancia decisiva la igualdad –formal y material o efectiva– junto con la libertad, el primado de la ley y la seguridad con los que los jueces deben estar directamente involucrados.
La imparcialidad es
una característica esencial de la función judicial, conforme a la cual el
órgano judicial no puede comprometerse con alguna de las partes del proceso, ni
contaminarse con su defensa, y va más allá de la serie de incompatibilidades y
prohibiciones que marca la ley. La imparcialidad de quienes ejercen la función
judicial debe cohonestarse con la independencia de los jueces frente a los
poderes públicos y privados, así como con otros cánones de conducta como la
integridad, la corrección, la competencia y la diligencia, según los principios
de Bangalore establecidos por las Naciones Unidas.
Estos lugares
comunes sobre la conducta y la posición institucional de las personas que
imparten justicia, formando parte en consecuencia del servicio público esencial
que realiza el derecho de la ciudadanía a la tutela judicial efectiva, están
siendo ampliamente cuestionados en la práctica mediante la apropiación por
parte del Partido Popular del espacio de la justicia, no solo como elemento
clave de su estrategia de deslegitimación política de sus adversarios, en
especial del gobierno de coalición, sino como verdadero proyecto de acción para
conseguir la parcialidad de los órganos judiciales en defensa de operaciones
ilícitas planteadas como forma de financiación del partido, o como medida de
desprestigio y desautorización de quienes considera sus enemigos políticos.
Esta operación de
captura de la parcialidad de los tribunales se acompaña de una campaña de
defensa de la independencia judicial oportunamente jaleada por todos los medios
de comunicación afines – que son muchos y poderosos, en especial en la prensa
de Madrid y en las televisiones privadas – que ha llevado a plantear en Europa
supuestas injerencias del gobierno en el ámbito de la justicia. Invirtiendo así el hecho evidente del
obstruccionismo inconstitucional que ha ido realizando el PP negándose a
renovar el CGPJ durante ya más de cuatro años desde la fecha en la que debiera
haberlo hecho, o activando todos los mecanismos posibles para evitar la
renovación de los magistrados del Tribunal Constitucional, aunque esta maniobra
haya sido frustrada recientemente.
En los últimos días
hemos conocido una muestra muy clara de cómo la parcialidad de algunos jueces
está integrada en el modo de actuar de los dirigentes del Partido Popular. Nos
referimos al intercambio de mensajes entre el presidente de la Audiencia
Nacional, Jose Ramón Navarro, y el entonces secretario de estado de seguridad,
Francisco Martínez, que se han incorporado al sumario de la operación Kitchen,
que desvela una gigantesca operación de acoso y desprestigio basado en informes
falsos de los adversarios políticos del partido mediante la utilización de la
estructura gubernamental del ministerio del Interior.
En estos mensajes,
el presidente de la Audiencia Nacional aconsejaba al número 2 de Interior del
PP en plena investigación de la operación Kitchen, en clara vulneración del
principio de imparcialidad del juez. Para los medios de comunicación empotrados
en el área de poder económico y político que domina el Partido Popular, estos
mensajes son inocuos, o, como ha señalado uno de sus autores, demuestran
simplemente un trato de piedad ante una persona "desvalida".
Pero realmente lo
que aparece de la literalidad de este intercambio de whatsApp es una relación
de confianza entre el presidente de la Audiencia Nacional y el entonces
secretario de estado que se proyecta sobre la necesidad de obtener información
sobre el proceso de investigación en marcha y obtener la inmunidad en el mismo.
Una relación, por cierto, que se cierra con la promesa de una cena conjunta
bien regada con un vino de lujo por el que ambos compiten en invitar, de manera
que el tema de la contaminación del juez por la defensa de la posición del
investigado aparece de forma clara de estos hechos.
Dejando de lado el
eje central de Kitchen, el empleo de los medios personales y materiales del
Estado en la vulneración de la legalidad, divulgando noticias falsas y
cometiendo una larga serie de ilícitos penales en beneficio del partido
político, lo que se desprende de esta operación es que no se limita al espacio
gubernamental comprometido, sino que ha alcanzado también a sectores clave del
aparato judicial en una clara conducta que no puede definirse sino como
parcialidad en el ejercicio de sus funciones. La obstinada negativa a la
imputación de María Dolores de Cospedal, que los audios de Villarejo colocan en
el centro impulsor de estas tramas, es una muestra evidente de lo que
mantenemos.
Es necesario un
esfuerzo colectivo por devolver a la judicatura una imagen de imparcialidad y
de compromiso con los valores constitucionales como mecanismo de garantía de la
tutela efectiva de los derechos ciudadanos (entre ellos el de la inviolabilidad
de la persona, el derecho a la defensa y a un tribunal independiente e
imparcial). No puede aceptarse que estas conductas se consideren por la opinión
pública como un hecho consumado y normalizado. La apropiación partidista por el
Partido Popular de estos órganos judiciales debe denunciarse y perseguirse por
pura higiene democrática. Nos va mucho en ello.
[1] Lo explicaron
perfectamente Joaquin Aparicio y Jesus Rentero respecto del juez laboral:
"El juez laboral, imparcial, pero no neutral", Revista de derecho
Social 4 (1999).
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