LA DANZA DE LA OSCURIDAD(NARRATIVA)16
DUNIA SANCHEZ
Presiento el aglutinar de las horas como una masa corpórea que viene a mi y me habla. Una conversación donde los sonidos del dolor son presencia. Voy al pasillo donde está la rosa negra que agrieta mi pared…mi pared blanca. Enciendo la luz. Enciendo mis sentidos. Enciendo mi reconditez. Enciendo mis heridas. Enciendo cada cicatriz tatuada en la dejadez. Enciendo a la misma vez un sentimiento, una emoción siempre vigilante de mis pasos. Agradezco los alisios en esta primavera calurosa, el frescor se extiende en este
pasillo. Miro la
rosa, las tinieblas terroríficas donde la hegemonía de una maldad se esconde en
ella. Aquí, en este edificio, en su pasado. No hay miedo, no hay prisas. Algo
sale de ella, figuro un ánima destrozada en el ayer. Por su fisionomía transita
en la luz de una mujer. No logro distinguir su rostro, pero me viene cierto
halito de algún sueño donde la he visto.
Sí, la he visto, me es familiar. Mi mano se alza toca con sus palmas las
de ella. Por momentos un mareo me sacude. Por momentos una retahíla de imágenes
se concentra en mi cabeza. Algo desagradable, su celeridad no me permite
distinguir cada secuencia de esas imágenes. Me aparto y lloro. Una tristeza me
tira. Una tristeza me rompe. Una tristeza me asesina. Una tristeza me hace
impotente. La figura con un halo azul-violáceo se centra quieta ante mí. Por instantes
sobre mi memoria un grito. Por instantes sobre mi memoria un ataúd. Por
instantes la impotencia. Por instante invoco a mis fuerzas. Por instantes me
fatigo. Por instantes un reducto de lucidez me dice lo que ocurrió. Y me rajo.
Y me caigo. Y me pierdo. Con un movimiento rápido voy a la ventana del salón.
La abro y la luna redonda y blanca está ahí. Y suplico. Y me agarro a lo que
sea en esta madrugada donde los grillos cantan para la coherencia de esta
pesadilla. Y la luna no responde. Intocable me observa. Solo el repetitivo vals
del faro. El tiene que saber. Sí él. Siempre en su girar y girar de siglos. Y
me pregunto porqué está tan callada la madrugada. Una madrugada donde la nada
aspira de la ciudad. Una madrugada donde solo las luces de las farolas que
apagan el firmamento castañean la verdad. Cierro ventana. La isla está en
calma, insonora. Cierro los ojos y divago en esa figura. No, no me da
escalofríos cuando miro al pasillo. Todo apagado. Mi entendimiento me lleva a
la duda y observo arriba de mi sillón un manojo de rosas secas, de rosas
muertas…CONTINUARÁ
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