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sábado, 4 de junio de 2022

LA DANZA DE LA OSCURIDAD(NARRATIVA)16

 

LA DANZA DE LA OSCURIDAD(NARRATIVA)16

DUNIA SANCHEZ

 Presiento el aglutinar de las horas como una masa corpórea que viene a mi y me habla. Una conversación donde los sonidos del dolor son presencia. Voy al pasillo donde está la rosa negra que agrieta mi pared…mi pared blanca. Enciendo la luz. Enciendo mis sentidos. Enciendo mi reconditez. Enciendo mis heridas. Enciendo cada cicatriz tatuada en la dejadez. Enciendo a la misma vez un sentimiento, una emoción siempre vigilante de mis pasos. Agradezco los alisios en esta primavera calurosa, el frescor se extiende en este


pasillo. Miro la rosa, las tinieblas terroríficas donde la hegemonía de una maldad se esconde en ella. Aquí, en este edificio, en su pasado. No hay miedo, no hay prisas. Algo sale de ella, figuro un ánima destrozada en el ayer. Por su fisionomía transita en la luz de una mujer. No logro distinguir su rostro, pero me viene cierto halito de algún sueño donde la he visto.  Sí, la he visto, me es familiar. Mi mano se alza toca con sus palmas las de ella. Por momentos un mareo me sacude. Por momentos una retahíla de imágenes se concentra en mi cabeza. Algo desagradable, su celeridad no me permite distinguir cada secuencia de esas imágenes. Me aparto y lloro. Una tristeza me tira. Una tristeza me rompe. Una tristeza me asesina. Una tristeza me hace impotente. La figura con un halo azul-violáceo se centra quieta ante mí. Por instantes sobre mi memoria un grito. Por instantes sobre mi memoria un ataúd. Por instantes la impotencia. Por instante invoco a mis fuerzas. Por instantes me fatigo. Por instantes un reducto de lucidez me dice lo que ocurrió. Y me rajo. Y me caigo. Y me pierdo. Con un movimiento rápido voy a la ventana del salón. La abro y la luna redonda y blanca está ahí. Y suplico. Y me agarro a lo que sea en esta madrugada donde los grillos cantan para la coherencia de esta pesadilla. Y la luna no responde. Intocable me observa. Solo el repetitivo vals del faro. El tiene que saber. Sí él. Siempre en su girar y girar de siglos. Y me pregunto porqué está tan callada la madrugada. Una madrugada donde la nada aspira de la ciudad. Una madrugada donde solo las luces de las farolas que apagan el firmamento castañean la verdad. Cierro ventana. La isla está en calma, insonora. Cierro los ojos y divago en esa figura. No, no me da escalofríos cuando miro al pasillo. Todo apagado. Mi entendimiento me lleva a la duda y observo arriba de mi sillón un manojo de rosas secas, de rosas muertas…CONTINUARÁ

 

 

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