REGISTRO DE LA HISTORIA
Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.
Imposible narrar la
historia como una secuencia lógica, por ser incomprensible y por ende no
narratizable, el texto deberá acudir a un metalenguaje que le permita acceder a
la narratividad de lo histórico, pero desde el revés de la trama.
Desde lo que oculta quién construye la historia oficial, tan degradada en su fin de eliminar toda significación y significación en los actos llevados a cabo por quienes sostienen los principios éticos de liberación y de igualdad, de dignidad y de verdad, conectada con la necesidad de encontrar respuestas legítimas a una historia presente conflictiva y confusa ante la fatal penetración de la información en formato “fake news”, a la que se abandonan las masas hipnotizadas, sin oponer la menor resistencia ante la concreción totalitaria del proceso escatológico del que son víctimas: el sueño de una conductividad absolutamente excremencial.
Hasta finales del
pasado siglo, parecía existir una suerte de consenso en cuanto a que a esta
relación era directa: la historiografía podía dar cuenta de lo real mediante el
relato objetivo de los hechos desnudos, en antípodas a la historia triunfalista
e incuestionable, que de inmediato debería ser desplazada por una historia
cargada de fracasos, mentiras y traiciones, ocultados y eliminados por los
adalides del fraude y lo falaz, una descolonización de lo social, servidumbre
voluntaria a escala mundial, en relación con la existencia de un totalitarismo
de extrema derecha, que lo ha tomado todo.
Pero en los últimos
decenios la historiografía misma se ha encargado de poner en duda este acuerdo
denunciando la "ilusión referencial" y generando otros modos de hacer
historia, desde la periferia, evadiendo el núcleo que convocaría al interés de
construir historia, deviene un peligro para las democracias occidentales, en
franco proceso de desaparición, ante la presencia de una ultraderecha de tintes
neo-nazis, que pretende representar valores profundos, pero por simple
tradición, jamás por decreto moral e histórico de la razón.
En esa
arbitrariedad es donde la derecha, incluso cuando apela simuladamente a los
valores morales, encuentra la inmoralidad al pretender gobernar, obstaculizando
el ejercicio del poder: una hipocresía tradicional, aspiracionista a lo moral,
absolutamente inmoral.
En consecuencia, el
juego entre ficción e historia, entre la voz y la escritura que trata de
registrar una "realidad", tendría como finalidad brindar otra versión
de la historia y poner de manifiesto las diversas lecturas e interpretaciones a
las que puede ser sometida, sea por la violencia o por la infiltración de
repertorios.
El conocimiento
sobre el pasado, incluso reciente, que no puede ser independiente de las
configuraciones del presente, implica por una parte, reconocer que toda
narración histórica es siempre selección, y esta es siempre histórica, es
decir, determinada por la sociedad y la época desde la cual narra, y también
aceptar que el presente de la narración histórica es siempre posterior y
omnisciente con respecto a los hechos narrados, que impide proponer al lector
la "otra" historia, la de los vencidos, la de los sometidos, la de
los silenciados o ¿ha existido alguna razón para que estos 'mártires' del
sentido no hayan elegido la libertad?
Lo narrado implica
la constitución de un campo historiográfico en el cual se libran luchas
simbólicas por la legitimidad de las visiones y divisiones del mundo social.
Así, cualquiera sea el régimen de enunciabilidad propuesto y sostenido en el
momento en que se narra.
Las lecturas del
pasado tenderán a construir tradiciones, ya que todo movimiento renovador
empieza en una revisión de la historia como construcción de una genealogía, en
este tiempo de opresión consentida, tanto por determinación política y paradoja
del poder dictatorial, donde se incuban sin dudas, sociedades a temperatura
cálida, a falta de libertad, de libertinaje sexual y cívico.
De este último
punto - el conocimiento del pasado -, se desprende el segundo aspecto que me
interesa plantear: la relación entre el saber y lo real.
En este caso el
lenguaje se constituye en el problema eje. Si se toma el lenguaje como tamiz,
no sólo el saber histórico, sino todo el saber en general, pero sobre todo las
ciencias sociales y humanas cambian el estatuto de su relación con lo real.
El lenguaje aparece
ya no sólo como medio de comunicación, sino como determinante en la
construcción de tal relación, e incluso como constituyente mismo de la
subjetividad, eliminada hoy por el poder neoliberal, frío y razonado para
terminar de una vez por todas con todo tipo de disidencia.
Nietzsche sostiene
que el ser humano es tal en la medida en que puede usar el pasado para el
presente y llama "hombre histórico" a aquel cuya visión del pasado lo
conduce al futuro, lo alienta a perseverar en la vida y le da esperanzas en la
justicia por venir.
Ese "hombre
histórico" creía que el significado de la existencia sería más claro en el
curso de su evolución, mirando hacia atrás sólo para comprender el presente y
estimular su anhelo por el futuro.
El ser humano debía
interrogar el pasado sin remordimientos, juzgarlo y condenarlo, en la medida en
que la injusticia haya privado... debía tener la fuerza para romper el pasado,
pero también aplicarlo para vivir... desgraciadamente esa libertad, pronto
terminará bajo todas sus formas... vivir dependerá de una sumisión absoluta a
reglas y disposiciones rigurosas que no será posible transgredir, a menos que
disciplinariamente el hombre decida romper con este presente, sin dar margen a
ninguna ventaja simbólica y hacerse de los beneficios clandestinos de los que
nos despojaron... y? Sólo la paradoja puede terminar con las ortodoxias del
milenio, sólo la ironía puede terminar con el paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario