Y LA LUZ SE HIZO
Si en el
PSOE han reaccionado por miedo a las acusaciones de inmovilismo, que se
preparen para las acusaciones que recibirán por haberse movido
GERARDO TECÉ
Dijo Dios hágase la luz y la luz se hizo, porque todo era más sencillo antes de la liberalización del mercado eléctrico. Octubre del 96. El flamante ministro de Industria y Energía, Josep Piqué, arrancaba una gira por los principales medios de comunicación del país narrando las maravillas y milagros de una nueva época que estaba a punto de llegar: el libre mercado eléctrico. Fanfarrias y confeti. Una época que arrancaba –menuda sorpresa– con un gran desembolso del Estado. La empresa pública Endesa se fortalecía absorbiendo a otras para crear un gigante eléctrico que, meses después, dejaría de estar regulado para pasar a estar regalado. Regalado al sector privado. Aquel octubre de 1996 en el que el Gobierno Aznar prometía que el libre mercado y su mano invisible aumentarían la competencia y, por tanto, bajarían el precio de la factura de la luz, el usuario medio pagaba 49,53€/mes. El pasado mes de agosto el usuario medio pagó 93,10€, según datos de Facua. Si tenemos en cuenta la subida del IPC, la factura de la fiesta del libre mercado cuesta un 26% más que la que teníamos en el mercado regulado.
El pelotazo
energético ilustra bien en qué ha consistido la política española de las
últimas décadas. Si Felipe González construyó las vías de la locomotora de la especulación
privatizando pequeñas partes del bien básico que es la energía, Aznar puso el
tren a andar a toda máquina. Un trabajo en equipo que, años después, se vio
recompensado para ambos ilustrísimos presidentes con bien pagados cargos de
consejeros en el sector privado energético. Aquel pequeño error de cálculo,
haber asegurado que la privatización reduciría una factura que se acabó
doblando, no supuso ningún problema a la hora de pasar con gran éxito las
entrevistas de trabajo en el sector. A día de hoy y con el precio de la luz
pulverizando récords, seguimos esperamos sentados la opinión de estos dos
tótems, siempre dispuestos a decir esta boca es mía cuando un gran problema
afecta a España.
De ahí venimos y
aquí estamos. El precio de la luz sigue creciendo y definiendo la política que
tenemos, el país que tenemos. Por un lado un PP que, dispuesto a vender la
gaviota del logo si fuese necesario, afea las consecuencias de una política
energética a la que Aznar le cortó la cinta inaugural. Por otro, unos medios de
comunicación participados por accionariado que tiene intereses en el sector
energético. Medios que colocan a diario ante la cámara a gurús de los veinte
duros asegurando que la culpa de que hoy cueste cuatro lo que hace sólo un año
costaba uno lo tienen unos impuestos a la luz que no han aumentado, sino
disminuido en este tiempo. Cualquiera que aprendiese matemáticas básicas en el
colegio ve la mentira a años luz –nunca mejor dicho. Cualquiera expuesto a que
la tele le repita la mentira cada día puede llegar a creérsela y, lo que es
peor, defenderla. Que nadie olvide cuáles han sido las empresas que, en medio
de una crisis nunca vista, han decidido saquear a la población.
Y más allá, un PSOE
asegurando, durante meses de subida del precio de la luz, que nada podía
hacerse porque Europa lo impedía. No es fácil huir de uno mismo. Son décadas de
puertas giratorias grabadas a fuego en un ADN, de defensa del libre mercado
aplicado desde la izquierda a productos de primera necesidad. Mentía el Gobierno
del PSOE, como ha quedado demostrado cuando no ha tenido más remedio que
“topar” el recibo de la luz y “detraer” beneficios. En castellano, idioma en
peligro que diría Toni Cantó, ya que sólo es hablado en este asunto por el
socio minoritario Unidas Podemos, la medida anunciada consiste en limitar
precios y confiscar la parte de los beneficios amasados de manera más que
discutible. Lo que no podía hacerse se hizo.
Si en el PSOE han
reaccionado por miedo a las acusaciones de inmovilismo, que se preparen para
las acusaciones que recibirán por haberse movido. Limitar los beneficios de las
eléctricas es un atentado contra la seguridad jurídica y contra la economía
española, se llevaba la otra mañana las manos a la cabeza un periodista de
referencia de la derecha española que hasta la semana pasada se llevaba esas
mismas manos a la cabeza asegurando que el inmovilismo del Gobierno con el
precio de la luz era un atentado de otro tipo. La buena noticia es que esta
semana se las lleva de verdad. Es el camino. No hay otro para enfrentarse al
gran chiringuito multimillonario montado en torno a un bien básico como es
poder encender la lavadora o el brasero. Un chiringuito que tiene tentáculos en
todos los espacios de poder: económico, político y mediático. Las amenazas
mafiosas del sector, además de dejar clara la autopercepción del gigantesco
poder que tienen, le dan la razón a la tímida y tardía decisión de un Gobierno
que todavía podría llegar a más. Esperemos que, si la cosa no remite, no olvide
el ejecutivo que, por encima de los derechos del libre mercado para especular
con las cosas del comer, está la ley. Y la española es clara: “Mediante ley se
podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente
en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así
lo exigiere el interés general”
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