LA DEBACLE DE CIUDADANOS Y PP
JUAN TORTOSA
Ciudadanos cada vez huele más a UPyD. A Inés Arrimadas empieza a ponérsele cara de Rosa Díez y Pablo Casado en el Partido Popular, como no espabile, corre el riesgo de acabar igual que Landelino Lavilla en la UCD.
A tenor de los
resultados del 14-F en Catalunya, parece claro que la derecha vive nuevos
tiempos de tormenta. Con una seria diferencia: la ultraderecha, en 1982, apenas
tenía altavoz en el Congreso de los Diputados. Ahora, en cambio, desde que en
diciembre del 2018 consiguieron 12 escaños en Andalucía, los de Vox andan
abriéndose paso a codazos –tacita a tacita- a costa de Ciudadanos y PP, que no
acaban de dar con el tono, sobre todo en Catalunya, para que no se les marche
la clientela. El fracaso ha sido estrepitoso. Si, como ha ocurrido tantas
veces, lo que sucede en Catalunya suele trasladarse después a los resultados
electorales en España, que "el señor nos coja confesaos", como se
dice en castizo.
En los tres debates
televisivos de la campaña catalana (TVE, TV3 y La Sexta), los modos y maneras
de Carlos Carrizosa (candidato de Ciudadanos) y de Alejandro Fernández (cabeza
de lista por el Partido Popular) desprendían un cierto halo de tristeza y
desamparo. Daba pena verlos y escucharlos. Se les notaba tan perdidos que
acababan casi inspirando ternura: Carrizosa ofreciéndose a Salvador Illa sin
ambages, lo que transmitía la escasa fe que tenía en sus posibilidades; y
Fernández, por su parte, revolviéndose como podía contra las atrocidades que
iba soltando el fascista Garriga, que le comía claramente la tostada.
Los dos estaban
abandonados a su suerte. Carlos Carrizosa, por una Inés Arrimadas que los dejó
tirados para hacer carrera en Madrid; y Alejandro Fernández, por un Pablo
Casado que nunca ha entendido lo que pasa en Catalunya. Para colmo, el pobre
Fernández no pudo evitar que apareciera Isabel Díaz Ayuso a decir burradas en
su campaña, con lo que puede que le espantara a buena parte de los pocos
votantes que todavía le quedaban.
Ahí está el
desastre de resultado: entre los dos partidos suman menos escaños (9) que los
fascistas de ultraderecha (11). Ciudadanos y PP, que gobiernan en Madrid,
Andalucía y Murcia gracias al apoyo de Vox, reúnen con este partido desde el
pasado domingo en el parlamento catalán 20 escaños de un total de 135. La
incapacidad de la derecha para seducir al electorado catalán, la escasa cosecha
de votos, es atribuible sobre todo a la carencia de un discurso claro que les
aleje de la intolerancia que predica Vox, terreno este en el que los ultras se
mueven como pez en el agua.
No han acertado con
el mensaje y lo han pagado caro. Y no lo han hecho porque no acaban de asumir
que, desde hace muchos años ya, los catalanes les están diciendo con sus votos
a los políticos que se sienten a hablar de una puñetera vez y se dejen de
tonterías. Lo que no se puede es apostar por desconsiderar al adversario e
intentar machacarlo sin pararse a considerar sus convicciones ni sus
argumentos.
Pablo Casado es
"Don Me Opongo" sin ofertas alternativas, parece como si no supiera
sentarse a hablar sin poner condiciones, sin vetar, sin negarse a abrir puertas
por las que pueda entrar una posible solución. Arrimadas tuvo la oportunidad de
actuar como jefa de la oposición en Catalunya, con mando en plaza como le
permitían los 36 representantes que Ciudadanos consiguió en 2017, y desistió.
No se atrevió, no supo o no quiso. Ni se lo ocurrió jamás la posibilidad de
tender la mano. Solo criticar, confrontar, abandonar votaciones y victimizarse.
Y cuando la cosa se empezó a poner fea, puso pies en polvorosa. De ahí el
desastre de su partido: de 36 escaños, a 6. De ahí también la ruina del PP: 3
míseros asientos en el Parlament tras pasear a Casado y Ayuso con sus desatinos
por lugares donde aún no han olvidado los discursos frentistas de Cayetana
Álvarez de Toledo. Discursos como los de Vox que solo han servido para que
aquellos en quienes calaba su mensaje intolerante, acabaran votando al partido
ultra, que al fin y al cabo es el original y no la copia.
Desde el pasado
domingo, el panorama político en Catalunya ha cambiado mucho más de lo que nos
creemos porque las dos primeras fuerzas en votos y escaños, PSC y ERC, sí están
por el diálogo. Sea cual sea la combinación que acabe resultando para formar
gobierno, los intolerantes son minoría, algo que no sucedió cuando el partido
más votado fue Ciudadanos. Ya han pagado su error, como el Partido Popular el
suyo. Si no quieren acabar como UPyD o la UCD, van a tener que trabajar duro.
Esa fusión de la que se empieza a hablar no deja de ser una triste huida hacia
delante.
J.T.
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