UN DEBATE CON DON QUIJOTE
Y SANCHO PANZA
JUAN CARLOS MONEDERO
En la derecha, el
único que quería debate era Abascal. En la izquierda, Iglesias. Abascal le ha
hablado, con éxito, a los Sancho Panzas. Iglesias, con preocupación, a los
Quijotes. Los demás eran secundarios de una mala función. Pese a los trucos de
buhonero de Rivera, que siempre tiene un conejo en su sombrero español que solo
a él da sombra. O los silencios de Sánchez que atruenan en el infierno. O la
barba de Casado que no todo lo oculta.
Sánchez hubiera
dado el moreno de la mejilla izquierda por no hacer ni un debate. Sánchez lleva
mucho tiempo mintiendo y solo se salva cuando Ferreras y la fracción más
jabonosa del Grupo PRISA le cubre las mentiras. A veces ni con esas. La Sexta,
en su sondeo, ha dado ganador a Pedro Sánchez. Que sería como dar ganador en un
concurso de coraje a los italianos en la batalla del Ebro. A Ferreras ya no le
importa hacer el ridículo. Ayer, en el otro debate, antes, por eso de la
equidistancia, entrevistaron otra vez a Sánchez. Luego, para rematar, metieron
de comentarista a Manuela Carmena. Y hoy
han invitado a Errejón de comentarista. En el PSOE ya nadie debate. Lo hace A
Tres Media por ellos. ¿Por qué no montan un partido?
Sánchez ha estado
patético cuando menos por tres cosas. Primero, porque no ha contestado a nadie.
Y si vas a un debate, eso no se hace. Ante las preguntas, miraba a sus papeles
o al horizonte y luego seguía con su monólogo. Si se monologa, no hay debate.
Es un debate en plasma o en diferido o serrano. Pero no es un debate. Después,
ha guardado silencio cuando Iglesias le ha preguntado si va a pactar un
gobierno con el PP. Sánchez solo dice la verdad cuando le traiciona el
subconsciente. Le pasó cuando dijo que molestar a los poderosos le quietaba el
sueño. Y en el debate cuando se ha salido de su propio guión y ha gritado a
Casado: ¡Si no gobierno porque no os habéis abstenido! Que es una suerte de
«sí» igualmente en diferido. En tercer lugar, porque Pedro Sánchez ha culminado
el giro del PSOE a la derecha. O, al menos, el giro de Pedro Sánchez. Quizá por
eso Unidas Podemos gobierna con el PSOE en seis comunidades y es imposible
gobernar en la Moncloa pese a los casi cuatro millones de votos. No por el
PSOE, sino por Sánchez. El peor PSOE está de vuelta.
Sánchez ha
ascendido a Nadia Calviño, que es la derecha en el equipo económico. Ha
castigado así a Teresa Ribero, Ministra de Trabajo, que había dicho que la
mochila austriaca, incorporada por Calviño en la propuesta económica mandada a
Bruselas, no la habían discutido en su departamento. Sánchez lo ha dejado
claro: la Vicepresidenta será Calviño. Que podría perfectamente ser una
Ministra del PP. Así que nada de revalorización de las pensiones al IPC, nada
de derogar las reformas laborales, nada de aumentar el gasto social y nada de
los presupuestos que el PSOE pactó con Unidas Podemos. Negras tormentas se
avecinan.
Por si fuera poco,
Sánchez se ha puesto a competir con Abascal a ver quién frenaba más la
inmigración o quien amenaza más a Catalunya. Mal están las cosas en el Partido
Socialista. Allá verán qué hacen los votantes y militantes. Que luego no digan
que Pedro Sánchez les ha engañado.
Casado sabe que va
a abstenerse para que gobierne Sánchez. Al tiempo, tiene que quitarse el
sambenito de derechista furibundo que solo ha servido para hacer crecer a VOX.
Así que ha pasado por el debate sin pena ni gloria. Como Rivera, que ha vuelto
a sacar souvenirs y ha dicho, mostrando un trozo de adoquín, que es un adoquín
de su tierra. Expoliando suelo catalán para llevarlo a un plató de televisión.
Rufián no se lo va a perdonar en la vida. Rivera está desencajado y por eso no
encaja en ningún lado. Le ha lanzado guiños al PSOE pero solo porque le va la
vida en ello. Pero le puede el falangista que lleva dentro, vuelve a
desencajarse, y deja a Abascal como una persona sosegada.
Abascal y VOX se
han comido a un Casado que venía a disimular y a un Rivera que no sabe que
siempre puede haber alguien más facha que tú. El blanqueo de la derecha a la
extrema derecha es de nota. Casado y Rivera llaman a VOX «partido
constitucionalista». Que hoy ha vuelto a decir que va a encarcelar a políticos
e ilegalizar partidos o cargarse entero el Título VIII de la Constitución.
La extrema derecha
española no se parece a la europea, más crítica con el neoliberalismo. VOX es
una escisión del PP que carga las tintas en el tradicionalismo monárquico de
los siglos XIX y XX. ¿Por qué el discurso de Abascal ha sido hoy más eficaz?
Porque ha hablado a la España «Sancho Panza». A esa España acobardada, egoísta,
poco empática, débil ante los fuertes y fuerte con los débiles, arrogante,
despreciadora, ignorante, valiente solo en grupo, defensora del orden
tradicional solo porque creen que algún beneficio les produce. Ha dicho Abascal
que, prácticamente, ha robado durante cuatro años de un chiringuito que le
montó Esperanza Aguirre a 80.000 euros por año. Pero que eso le ha servido para
saber lo malas que son las Comunidades Autónomas y que las va a desmantelar.
Como si un proxeneta se ofreciera de inspector de trabajo en un prostíbulo.
La extrema derecha
en España, como el Don Guido de Antonio Machado, siempre ha tenido una enorme
jeta. Son vividores que ven ventajas en habitar esos ropajes. Los vividores
poblaron las filas de Falange igual que del fascismo y del nazimos. Y ahí está
el matrimonio Espinosa de los Monteros-Monasterio, amigos de pasarse la ley por
el forro para dedicarse al negocio inmobiliario, o el juez Serrano, máximo
líder de VOX en Andalucía, que le debe 2.5 millones de euros a Hacienda. Pablo
Iglesias ha puesto en su sitio a Abascal, quien ni con el pecho al aire, ha
tenido fuelle para contestarle. Porque en las filas de Unidas Podemos van
víctimas del terrorismo, como Rosa Lluch, que no va pavoneándose como Abascal
de lo mal que lo ha pasado y porque VOX es un ejemplo claro de cómo a la
derecha no le interesan todas las víctimas.
Frente a la España
de los fachas Sancho Panzas, hay, le ha recordado Iglesias, una España digna
que quiere acabar con el fraude fiscal, aumentar el gasto social, atender a los
dependientes en cualquier rincón del país, no olvidar a los militares mayores
de 45 años, hacer gratuitas las escuelas infantiles y la universidad y exigir a
los bancos que devuelvan el dinero. Y esa España no le tiene miedo a la
plurinacionalidad porque tiene una fe en una España democratica que nunca ha
tenido la derecha.
En este debate,
otra vez, se ha visto que Pablo Iglesias se los come a todos. Es normal que
Sánchez no quiera que esté en el mismo consejo de Ministros. Porque mientras
los demás seguían con sus cuitas catalanas y cuatro lugares comunes sobre
Franco, Pablo Iglesias le ha regalado su
voz a los dependientes, a los universitarios, a los pensionistas, a los exiliados
económicos que no pueden votar porque el voto rogado no les deja, a los
animales maltratados y a esos abuelos que vuelven a tener miedo porque no
tienen seguridad económica.
Para cerrar, le ha
regalado su minuto de oro a una joven que -y ya van dos generaciones de
precarios en España-, vive en la incertidumbre laboral y social y no sabe qué
va a ser de su vida. Dos generaciones de gente que nunca ha podido irse de casa
pronto, hacer una familia, planificar un proyecto de vida sin miedo o tener
certezas en los estudios o el trabajo. La España de este debate es una España a
la que el PSOE y el PP ha llenado de interinos. Pablo Iglesias ha dejado en
ridículo al Sánchez que quiere gobernar en solitario aunque no le den los
votos, recordándole que vivimos en un sistema parlamentario. Sin embargo, no se
ha cebado con él. Incluso ha salido en su apoyo cuando la derecha le ha
acorralado por su inconsistencia. Cuando todos hablaban en el bloque de
cohesión territorial solo de Catalunya, les ha recordado que también existe la
España vaciada, las islas canarias y baleares, los territorios sin cobertura
sanitaria, educativa o tecnológica, a los pequeños agricultores y a los
autónomos.
El debate ha tenido
menos sorpresas que el desfile militar del 12 de octubre. No creo que ese
formato tan encorsetado funcione. Y es una verguenza que solo haya un debate.
Aunque visto el papelón que han hecho el PSOE, el PP y Ciudadanos, tampoco debe
extrañarnos tanto. Les sacas de Catalunya y naufragan como marineros de agua
dulce. Hay otra España esperando. La que cada vez que despierta quieren volver
a callar como sea.
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