LAS MUJERES SIGUEN ESPERANDO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Habíamos quedado en
que el silencio no es un sí, y que nuestros legisladores iban a encargarse de
corregir a toda máquina esa errata enorme del Código Penal que exige demostrar
violencia e intimidación para que una violación sea considera una agresión
sexual y no meros abusos. En medio del escándalo por la sentencia a la manada
de Pamplona, el PP, entonces en el Gobierno, se comprometió a impulsar la
reforma. El testigo fue recogido por el PSOE que, en julio de 2018, anunció
modificaciones legales para que todo acto sexual sin consentimiento expreso
fuera castigado con la pena máxima de 15 años. El asunto era tan urgente que
todo sigue igual.
El caso es que
nuestros políticos se pusieron manos a la obra de inmediato. Se formó a toda
prisa una comisión con juristas muy prestigiosos que trabajaron sin desmayo,
aunque entre algunas de sus reuniones mediara un semestre. Después se reparó en
que ninguno de esos penalistas tan eminentes era mujer y, por eso del qué
dirán, se modificó su composición y se le dieron nuevas tareas, entre ellas la
de estudiar si era preciso incluir la perspectiva de género en el Código Penal
y en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. De hecho y a tal fin, se llegó a nombrar
un consejo asesor presidido por la ministra de Justicia. Finalmente, la
comisión determinó que debía considerarse como violación cualquier agresión
sexual en la que existiera penetración no consentida.
Estábamos en el
punto de partida: el consentimiento debía ser el eje de la nueva regulación
para que el uso de la fuerza no fuera determinante a la hora de distinguir
entre el abuso y la agresión. No es que se tratara de una óptica revolucionaria
para abordar penalmente los delitos sexuales. Regulaciones similares existen en
media Europa, desde Suecia a Gran Bretaña pasando por Alemania, Bélgica,
Luxemburgo e Irlanda, además de figurar en el Convenio del Consejo de Europa
sobre Prevención y Lucha contra la Violencia contra las Mujeres y la Violencia
Doméstica, conocido también como Convenio de Estambul. En definitiva, ni se estaba inventando la
pólvora ni era una ocurrencia como pensaba Ciudadanos, ni podía haber dudas
jurídicas más allá de las que le entraron de repente al PP.
Se dirá que no hubo
tiempo y que en esta fase de la política española de elecciones cada media hora
es imposible sacar una ley adelante. Chirría el argumento en un país que ha
sido capaz de modificar su Constitución en un fin de semana para calmar a los
mercados financieros. Nada por tanto ha cambiado en un sistema que deja en
manos de jueces bastante insensibles la interpretación de la ley, lacerante en
muchas situaciones para las mujeres, que han de inmolarse o aportar pataleos,
sangre y desgarros para demostrar que fueron violadas.
Este jueves se
conocía la sentencia sobre la violación en grupo a una menor de 14 años en
Manresa. Con mucho dolor de corazón, o eso sugieren, los magistrados de la
Audiencia de Barcelona han venido a decir que si han condenado por abusos y no
por agresión sexual a las bestias de esa nueva manada es porque la joven, que
había tomado alcohol y drogas, estaba inconsciente y, por tanto, no fue
necesaria violencia o intimidación alguna. Con un par.
Es indignante por
repetitivo. Hace ahora un año la Audiencia de Lérida condenaba por abusos y no
por agresión sexual a dos hombres que violaron a una joven en la parte trasera
de una discoteca al entender que, pese a que la víctima se negó y les pidió
llorando que parasen, no hubo violencia ni intimidación. Los jueces
consideraron probado el relato de la víctima y su carácter vulnerable por la
ingesta de alcohol y ansiolíticos, del que se prevalieron sus agresores.
Sostenían en el fallo que ello debilitó su capacidad de defensa, lo que hizo
innecesario el empleo de violencia para forzarla. Aun así entendieron que el
contexto no era “especialmente intimidante” por el mero hecho de que la joven
sólo se percató de la presencia de los dos hombres cuando el segundo de ellos,
tras un “ahora te toca a ti”, la violó y le obligó a hacerle una felación. Con
otro par.
Se echan en falta
las manifestaciones populares que se vivieron contra la sentencia de Pamplona y
ese rasgarse las vestiduras con el que reaccionan las fuerzas políticas cuando
se las pilla con el paso cambiado. Urge cambiar un Código Penal machista en el
que se apoya una Justicia cuyas decisiones resultan incomprensibles y
repulsivas a la sociedad en su conjunto. No caben las sutilezas jurídicas ante
hechos incontestables. A ver si nuestros gobernantes sacan un rato para cambiar
la ley sin que se nos estresen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario