LAS CONVERSACIONES DE MANDELA CON SU OPRESOR
HISTORIA ALECCIONADORA
SOBRE LOS
CAMINOS DE LA CONCORDIA.
POR EDUARDO SANGUINETTI
Mandela y el
general, del periodista y escritor británico John Carlin, relata el encuentro
entre dos personajes históricos, Nelson Mandela y el general que había sido su
más acérrimo enemigo, Constand Viljoen, jefe militar de la Sudáfrica del
apartheid. “Yo era un soldado, él era un terrorista”, decía Viljoen sobre
Mandela, antes del inicio de las conversaciones secretas entre ambos, que
Carlin, corresponsal en Sudáfrica en aquel entonces, describe en esta obra.
Ningún enemigo ha
planteado un peligro mayor que el general para Mandela, quien desplegando las
armas del diálogo, el encanto, la paciencia y sobre todo el respeto, cortejó al
general de la guerra, transformándolo de un rival amargo en un aliado leal para
la causa nacional.
Tras la liberación
de Mandela, los tiempos cambian y el general cambia con ellos; avanza el argumento
de que el patriotismo requiere servir a los intereses de todos los
sudafricanos, blancos y negros. Así, el corazón de esta novela no
ficcionalizada, remite a las extensas conversaciones de estos dos hombres, que,
dejando de lado sus diferencias logran el prodigio de unir sus voluntades en
pos de una Sudáfrica unida.
El general
finalmente sirvió dignamente a su presidente a quién llamó “el más grande de
los hombres”.
La narrativa
escritural de Carlin, ilustrada vívidamente por el artista catalán Oriol Malet,
se asimila más a un Comic que a una pieza periodística. Describe con maestría
una historia real, atractiva y aleccionadora, donde se ofrece un cuadro
milimétrico de lo acontecido tras revelar la notable habilidad política de
Mandela y demostrar que si cada guerra tiene dos lados, también lo tiene toda
paz.
“La historia de
Mandela y el General ofrece un reproche y un ejemplo saludable para los tiempos
políticos que vivimos”, dijo John Carlin a THR (The Holywood Reporter). “Las
personas se segregan cada vez más en tribus enojadas que se gritan entre sí,
haciendo un esfuerzo mínimo para construir puentes, y mucho menos para intentar
ponerse en la piel de sus adversarios”.
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