Antes que muchos grupos y la subsiguiente eclosión de música étnica alejada ya del simple folclore, Gato Gótico había hecho fusión entre la música tradicional herreña y el jazz, según afirma Elfidio Alonso en el diario de Tenerife La Opinión. Ya se estaba indagando sobre la similitud de muchas manifestaciones de nuestro folclore con el del Área Tuareg del Norte y Noroeste de África. Nuestras raíces olvidadas o silenciadas, resurgen casi con la música a la par que parte de nuestra identidad como pueblo de encrucijadas y mestizaje.
Acaba el Solsticio de Invierno, en el cantero están dispuestos los tres teniques junto al molino de piedra y el telar, elementos que producen una transformación de la materia prima en otra más elaborada, y a esas fuerzas de naturaleza iniciática que ponen en marcha el proceso de mutación y conectan el mundo visible con el invisible para que la cosecha sea propicia, se unen la danza y el canto.
Tiempo de recogida. El trigo y la cebada están a la sazón. El pueblo danzará ante Magheq entre las espigas y avivará el grano. Un ritual que comenzó hace milenios en el Norte de África y que de alguna manera pervive en la idiosincrasia del campesino canario, ése que se quedó en su tierra siguiendo los ciclos ancestrales y viviendo de su trabajo y de lo que le da la madre naturaleza.
En estos tiempos de globalización y prisas, en estos tiempos de Guayota de cielos oscuros, tiempo de derroche, aún nos queda una melodía que se va más allá de las dunas del Sahara y traspasa océanos y continentes. Si, como dice Lezama Lima en su poema inmortal, escapamos en el instante en que hemos alcanzado nuestra mejor definición, si en el puro mármol de los adioses nos dejamos en el camino la estatua que nos podía acompañar, entonces caeremos en el círculo vicioso de la autoanulación. Sin embargo, ese viento que sale danzando por los poros de la música, ese animal disperso que nos encuentra, se extiende como un gato para dejarse definir.
Me consta que Gato Gótico fue el primer grupo que no se conformó con buscar la conexión aborigen canario amazigh en los archivos empolvados de las bibliotecas, sino que acudió, en primera instancia, a los lugares donde más se producía este parentesco, como Sabinosa, en El Hierro. A continuación, emprendieron ruta al Norte de África y Senegal en varias ocasiones y allí lo comprobaron, no como libre-oyentes academicistas sino como partícipes en varios festivales músico-poéticos, como el Poesiades, de Berbería (Argelia). Y, cuando digo partícipes, me refiero a estar codo con codo con los habitantes de esos lugares, andar el desierto, aprender de su lengua y su idiosincrasia, y tantas cosas que hacen sentir como en casa. Y todo les pareció lo mismo: la danza beréber era muy similar al sirinoque palmero. La música y los pueblos, todos en unas notas o en un toque de tambor. El Time, un lugar de la isla de La Palma, nada tiene que ver con la hora, sino que en lengua tamazig viene a significar " el mirador" en donde el vigía oteaba el horizonte para avisar al pueblo del inminente peligro y que le diera tiempo a la huída (Argual,"arwal" según Zianne Kohdja) para refugiarse en Taburiente. Nunca les importó Aisouragwan.
Antonio Arroy
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