TENERIFE, AGUA Y REQUISA
JJAFONSO
Mientras el canal de Aguamansa ha vuelto a fallar y lo que trasciende son los problemas de El Rosario para suministrar agua a los presos de Tenerife II, cuando quizás esto sea la parte anecdótica de la situación preocupante a la que estamos llegando en la gestión del recurso mientras el sector primario se presenta como cabeza de turco a la hora de hacerse cargo de una deficiente planificación que no ha tenido en cuenta la necesidad de garantizar el suministro estratégico a la agricultura. El agua va al campo no para llenar piscinas sino para producir comida, mantener población, puestos de trabajo, cultura, paisaje… y la requisa es mostrar la puerta de salida a los pocos que quedan produciendo alimentos.
Estamos volviendo a
un desface entre la demanda y el líquido elemento pese al descenso progresivo
del peso específico del regadío (especialmente en tomates y papas) respecto al
consumo urbano-turístico que ya es mayoritario acaparando el 56% de esos 190
Hm³ que necesitamos de momento para satisfacer nuestra necesidades. Y es que en
la década de los cuarenta, del siglo pasado, comenzamos a llevar agua corriente
en las casas en un proceso que no se completó hasta bien entrados los setenta,
en buena medida gracias a que la perforación de las galerías nos permitió
multiplicar por diez la producción al pasar de 20 millones de metros cúbicos a
superar los 200, pero la gestión tradicional ha entrado en crisis
encontrándonos canales de más de 50 años y una carencia de gestión de galerías
con menos de 15 pipas/hora. Eso, unido a una descapitalización del sector
debido a la escasa rentabilidad agraria y las demandas del sector servicios
hacen que la mayor parte de nuestro caudal esté mirando para las zonas urbanas.
Siendo de destacar la carencia de la gestión pública en los canales y, en
definitiva, en la gestión del agua.
En el sur
peninsular el regadío representa el 80% del consumo de agua mientras en
Tenerife es casi de la mitad a día de hoy, sobre el 44%, y ni por esas hemos
sido capaces de garantizar un suministro de calidad cuando estamos pagando más
de 20 millones al año de sanciones a la Unión Europea por vertidos casi
directos al mar de aguas sin depurar. Además de esto infraestructuras
hidráulicas en precario, de tal modo que aún hoy nos encontramos con canales de
70 años como el del Sur, incluso a cielo abierto, y pérdidas (agua de calidad
que desaparece como por arte de birlibirloque) que en algunos casos ronda el
50%. Indigerible si, además, consideramos las carencias en redes de
alcantarillado y de riego, depuración y reutilización de las aguas negras donde
no llegamos ni al 13% de recuperación de esos 92 Hm³que consumimos como uso
urbano y turístico.
Del Valle de
Güímar, a modo de requisa, están saliendo recursos hídricos para intentar
paliar la grave situación en la que nos está poniendo la precariedad en las
redes de distribución que enviaba más de mil pipas por hora hacia el Área
Metropolitana, hoy reducidas a menos de la mitad, una comarca compuesta por
tres municipios a los que se les pide solidaridad cuando a día de hoy no se
regenera ni una gota de agua para uso agrícola y donde municipios como Arafo,
parte de Güímar o las medianías de Candelaria carecen hasta de alcantarillado.
En Candelaria se ha
construido la que habrá de ser depuradora comarcal que lo único que consume por
el momento es el servicio de seguridad privada las 24 horas para que no la
desvalijen. Y lo grave no es que se haya hecho la inversión y que no haya
llegado ni un metro cúbico de aguas negras sino que no se está dando paso
alguno para que tenga un terciario, con su respectiva red de riego, para nada
más ponerse en marcha, esperemos que más pronto que tarde, la “solución” no sea
el emisario sino la reutilización total para uso agrícola. ¿Otro suplicio de
proyectos y burocracia por décadas?
Los agricultores de
Güímar vieron una pequeña luz cuando hace unos meses el Cabildo instaló, junto
al depósito de Las Rosas al que llega agua depuradas de Santa Cruz por la
conducción pionera que las llevó al Sur hace treinta años, un módulo portátil
de ósmosis que supuestamente iba a permitir aprovechar del orden de 2.000 pipas
diarias de buena calidad. Pero pese a contar con la instalación eléctrica
necesaria el módulo de 40 pies desapareció de allí al par de meses y ni agua ni
mucho menos explicaciones. Eso sí, ahora se les pide solidaridad cuando con ese
módulo hoy en día no habría problema alguno para ayudar a paliar la situación
creada por el fallo de Aguamansa.
El sector agrícola,
y la gestión del agua en general, necesita de un mando único de tal forma que
la pelota no vaya saltando del tejado de Consejo Insular, al de Baltén, a la
Consejería de Agricultura… Estamos hablando de un asunto estratégico en el que
los “atascos” pueden ser aún mucho más graves que los de las autopistas donde,
sin embargo, se invierten centenares de millones en deprimir autopistas incluso
por detrás de Los Rodeos con un coste energético, y sobre el territorio,
difícilmente justificable cuando sólo el 6% de la población hace uso del
transporte público.
Son urgentes los
compromisos de futuro, no basta con políticas de apagafuegos, y eso pasa por
considerar la necesidad de la desalación para todo lo que son zonas urbanas por
debajo de la cota 250-300 metros, reducción drástica de pérdidas en red que
deberían avergonzarnos, recuperar la gestión de buena parte de nuestras
galerías y pozos (hoy en muchos casos en el más absoluto abandono) y
reutilización de aguas negras para uso agrícola, que ya en algunos países se
están utilizando para hacer cerveza e incluso para el consumo directo de la
población. Es de urgencia y, sobre todo, respeto el cada vez más depauperado
sector primario que ha cumplido con su parte invirtiendo en riegos localizados
y redes eficientes, como es el caso de Fuetes de Güímar que ha sido capaz de
modernizar redes, recuperar galerías y llegar a unos niveles mínimos de
pérdidas en red. Tomemos ejemplo.
Wladimiro Rodríguez Brito
Juan Jesús González Afonso
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