martes, 14 de noviembre de 2023

PARA EL PAÍS, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO EXISTEN

 

PARA EL PAÍS, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO EXISTEN

CANAL RED -- EDITORIAL

Asumir la omertá corporativa del «perro no come perro», que obliga a los medios a no hablar sobre los medios, produce razonamientos que difícilmente pueden calificarse de «intelectuales» y que son pólvora mojada si lo que se pretende es defender el sistema democrático de una forma mínimamente eficaz

Para el periódico El País, Vicente Vallés no existe. Ana Rosa Quintana no existe. Ana Terradillos no existe. Pedro J y su digital El Español no existen. El diario La Razón de Francisco Marhuenda no existe. El Mundo y el ABC no existen. Eduardo Inda y su web de noticias falsas OKdiario no existen. Federico Jiménez Losantos no existe y Carlos Herrera tampoco existe. Para El País, Antena3, Telecinco, Cuatro y La Sexta, Pablo Motos y Ferreras no existen. Para El País, las horas y horas de tertulias con mayoría de opinadores de derechas y de extrema derecha vertiendo ataques y odio contra el gobierno no existen. Para El País, incluso los durísimos artículos de Javier Cercas —en El País— contra la amnistía y contra Pedro Sánchez no existen.

 

Puede parecer una afirmación exagerada que el principal rotativo del Grupo Prisa y periódico más leído de España piense que todos esos conocidos actores mediáticos no existen, pero sería todavía más difícil imaginar que —reconociendo su existencia— El País piense que no tienen absolutamente nada que ver con la creación del ambiente de opinión que hace posible la operación golpista por parte del bloque reaccionario que estamos viendo en la judicatura, en boca de sus brazos parlamentarios del PP y VOX y en las agresivas movilizaciones en la calle («Pedro Sánchez, hijo de puta» gritaban ayer los manifestantes del PP ante el silencio cómplice de Feijóo en la Puerta del Sol). Y, sin embargo, su editorial de ayer domingo nos enfrenta a esa imposible dicotomía: o El País piensa que los actores mediáticos no existen o piensa que—existiendo— no tienen nada que ver con lo que pasa.

 

Con palabras muy duras, el periódico dirigido por Pepa Bueno reconoce, sí, que los manifestantes más violentos, y también Vox, son actores con una responsabilidad relevante en todo lo que está ocurriendo. «El acoso a las sedes del PSOE ha contado con la presencia de ciudadanos anónimos alentados por miembros de Vox y con la presencia de grupos neofascistas que han provocado altercados entre los manifestantes y la policía antidisturbios», escribe en su editorial. El PP —por supuesto— también sería un operador significativo para poder explicar lo que pasa y así nos lo hace saber el editorial de El País cuando califica como «preocupante» que se escuchen proclamas en las manifestaciones llamando a Sánchez «dictador» porque «reproducen una música muy parecida a las declaraciones de Isabel Díaz Ayuso», las cuales no han recibido, recuerdan, «ninguna desautorización por parte de la dirección de Alberto Núñez Feijóo». El editorial prosigue, advirtiendo de que, en democracia, «los discursos políticos» tienen consecuencias, ya que «pueden alentar y legitimar la polarización política y estados emocionales de fanatismo». En los siguientes párrafos, el principal periódico de la progresía mediática no ahorra espacio a la hora de profundizar en el señalamiento del discurso del PP como peligroso para el sistema democrático e incluso da el paso de añadir al Poder Judicial entre los actores políticos que tendrían alguna responsabilidad en la retórica proto-golpista que estos días agita el debate público. «Su narrativa [la del PP] rima con las declaraciones de un poder judicial con mandato caducado y con una mayoría de jueces conservadores», llega a escribir El País hacia final de la pieza.

 

 

A pesar de que es absolutamente evidente que los operadores mediáticos son los actores políticos e ideológicos más poderosos en cualquier democracia moderna —y a pesar de que El País dice estar muy preocupado por la situación—, no hay rastro de ellos en el artículo más importante con el que un periódico marca su análisis y su línea política: el editorial

 

Lo que es imposible encontrar en todo el editorial, sin embargo, es referencia alguna a la responsabilidad de los actores mediáticos. A pesar de que todas las televisiones privadas de máxima audiencia en nuestro país son propiedad de grupos mediáticos derechistas, a pesar de que la progresía mediática solamente cuenta con una radio —La SER— entre las más escuchadas de España, a pesar de que solamente El País —de entre todos los periódicos más leídos en papel— se sitúa por debajo del 6 de la escala ideológica del CIS, a pesar de que los tertulianos de derechas y de extrema derecha son mayoría en prácticamente todos los programas y a pesar de que los medios de comunicación están emitiendo mensajes políticos permanentemente —a cada minuto de cada hora de cada día del año— mientras que los portavoces políticos apenas consiguen meter de vez en cuando una frase entrecomillada en la portada o un «total» de 15 segundos en la televisión, a pesar de que es absolutamente evidente que los operadores mediáticos son los actores políticos e ideológicos más poderosos en cualquier democracia moderna —y a pesar de que El País dice estar muy preocupado por la situación—, no hay rastro de ellos en el artículo más importante con el que un periódico marca su análisis y su línea política: el editorial.

 

Como no puede ser que El País piense que los actores mediáticos no existen o que piense que no tienen nada que ver en todo lo que pasa, como ambas hipótesis son completamente inverosímiles, no queda más remedio que resolver la imposible dicotomía como se resuelven todas: mediante una tercera opción. Lo único que puede explicar esta atronadora ausencia en el editorial de El País es que el periódico de Prisa, sabiendo —por supuesto— que el poder mediático existe y que su influencia es determinante, haya decidido voluntariamente no mencionarlo.

 

El problema de esa decisión editorial, que es legítima, es que, cuando uno se deja fuera del análisis a uno de los factores explicativos principales, el conjunto del análisis se vuelve endeble y sus conclusiones automáticamente fallidas. Si El País verdaderamente piensa que hay que acabar con la praxis política golpista de los brazos parlamentario, judicial y callejero del bloque reaccionario, entonces no puede —no debe— ocultar en sus análisis la responsabilidad —nuclear e indispensable— del brazo mediático. Decía Gregorio Morán que El País fue el principal «intelectual orgánico de la Transición». El problema es que asumir la omertá corporativa del «perro no come perro», que obliga a los medios a no hablar sobre los medios, produce razonamientos que difícilmente pueden calificarse de «intelectuales» y que son pólvora mojada si lo que se pretende es defender el sistema democrático de una forma mínimamente eficaz.

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