lunes, 24 de julio de 2023

LOS AMORES COBARDES NO LLEGAN

 

LOS AMORES COBARDES NO LLEGAN

ANÍBAL MALVAR

La líder de Sumar, Yolanda Díaz, saluda a los simpatizantes del partido tras conocer los resultados de la jornada electoral de los comicios generales 23J. -EDUARDO PARRA / Europa Press

Se votaba entre susto y muerte y los españoles eligieron solo susto. Es la grandeza de las democracias plenas. Desde un punto de vista demoscópico y científico, está claro que a Alberto Núñez-Fakejóo le abandonaron sus posibles votantes onubenses del Mediterráneo y los sufraguistas andaluces de Cáceres. En cuanto a Santiago Abascal, le pasó como a esos macarras borrachos que entran amenazando en los bares, y se acaban llevando las hostias de un señor calladito y encogido que bebía zarzaparrilla en una esquina solitaria de la barra.

 

Respecto a Pedro y Yolanda, Yolanda y Pedro, Barbie y Kent, cari y gordi, tampoco es que sus resultados hayan llenado las urnas de primavera. No acabaron entonando victoriosos el viejo A galopar, sino tarareando aquel bello óleo de Silvio Rodríguez que dice que los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí.

 

Lo de cobarde no va por el único ganador de estas elecciones, que ha sido Pedro Sánchez. Aunque suene demasiado obvio, aquí podéis corear Resistiré. José Luis Rodríguez Zapatero a la batería.

 

Cobarde ha sido la izquierda a la izquierda del PSOE, y la España roja no vota cobardías: no haber al menos igualado con los resultados del leproso mediático Podemos es un fracaso para la telegénica Yolanda Díaz, para el canutero Íñigo Errejón (a pesar de su insistente irrelevancia, radios y teles le ofrecen más canutazos que al asesino de Kennedy), para el demasiado digno Joan Baldoví, que solo hace revoluciones donde huele a pitiminí y donde su apellido rima.

 

Yolanda Díaz estaba llamada a ser un ídolo callejero, sindical, obrero, gritón y mujer, que es lo que necesitaba España. Pero le pusieron tantas pasarelas delante que le pilló gusto al foco y a la excesiva higiene dental, y así no hay manera de parecer comunista.

 

Yolanda Díaz, en esta campaña, no solo ha sido cobarde con Irene Montero, que ya es dolor para los justos. Ha sido, más que con nadie, cobarde y traidorzuela con la ministra y vicepresidenta Yolanda Díaz, consigo misma, seguramente la ministra de Trabajo más obrera y eficiente que ha visto nuestra lumbálgica democracia.

 

Sumar, a pesar de los denuedos de Ferreras y otros mariachis por glamourizarlo mediáticamente, ha fracasado de forma estrepitosa. Es como esos invitados que llegan demasiado guapos a la fiesta y los garrulos lo tiran a la piscina. La piscina era la democracia y los garrulos éramos lo votantes.

 

Sumar ha sido un Podemos con el rímel corrido, un Podemos de fin de fiesta. Lo que no desautoriza para nada la figura de Yolanda Díaz, porque los fascistas no han pasado, pero sí castiga su puesta en escena.

 

El atractivo de aquel primer Podemos era su carácter asilvestrado, impredecible, más feraz que voraz. No ansiaba crecer, pero crecía. Para el sistema era una mala hierba, a pesar de su belleza, y le echaron una barbaridad de pesticidas, pero sobrevivió.

 

Os voy a dar un dato. A Sumar lo han regado con fertilizantes y antiplaguicidas (o como se llamen) de marca Atresmedia y Prisa, y mira tú que ha crecido menos que Podemos en los secarrales. Milagros de la jardinería electoral.

 

Mi amiga Pepa y yo tenemos los dos jardines más feos del universo-mundo porque amamos tanto la naturaleza que la dejamos crecer en libertad. Es mucho más agotador cuidar un jardín silvestre que uno domesticado, eso os lo aseguro.

 

Como fatal jardinero, no me ha gustado ni me ha parecido efectivo electoralmente cambiar el árbol de Podemos por los tiestos fashion de Sumar en los balcones. Y el fracaso también memorable del ultraderechizado PP quizá, esperanza vana, abra las puertas a un nuevo PP un poco más civilizado y con unos pocos conocimientos más en geografía. Son sueños que uno tiene mientras mira brotar malas hierbas en libertad sabiendo que no existen las malas hierbas. Que nada que aún esté verde puede ser malo.

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