LULA Y LA CORRUPCIÓN EN EL PERIODISMO
Los
informativos de TVE y Antena 3 destacaron que el presidente brasileño estuvo en
la cárcel “por corrupción” pero no mencionaron que fue declarado inocente. Es
un ejemplo más de la normalización de la mentira en los medios
PABLO IGLESIAS
El ya
presidente de Brasil, Lula da Silva, durante un acto público el pasado mes de
mayo de 2022.
Un periodista corrupto es un periodista que miente a sabiendas de que lo está haciendo. ¿Cualquiera que mienta es un corrupto? No, pero en el periodismo, el respeto a la verdad es el equivalente al juramento hipocrático de los médicos. “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos” es, más o menos, lo que Hipócrates habría hecho jurar a sus discípulos llamados a ejercer la medicina. El juramento hipocrático es, por lo tanto, un compromiso ético de los médicos. Para los periodistas, el compromiso con la verdad, más allá de cómo se enfoque, debería tener el mismo valor.
Es evidente que la
mayoría de los periodistas son solo la última pieza de un engranaje de poder
complejo determinado por las estructuras de propiedad y de dirección de los
medios. Son, en última instancia, los propietarios y los directivos, que
cuentan además con toda una estructura de mandos intermedios, los que deciden
la línea editorial, los enfoques y la orientación ideológica y política. Es
ciertamente incuestionable que el margen de libertad de los periodistas para
ejercer su profesión es estrecho, pero una cosa es eso y otra que no se les
pueda exigir que, al menos, no mientan.
Anoche vi cómo
contaban los informativos de la noche de Antena 3 y TVE la toma de posesión de
Lula como presidente de Brasil. A nadie le puede sorprender que el informativo
de Atresmedia tenga una línea editorial de ideología derechista. En el caso de
TVE puede sorprender más, pero ya sabemos que la derecha ha sabido controlar la
televisión pública a pesar de la mayoría parlamentaria por culpa de un PSOE
que, absurdamente, sigue pensando que el carácter conservador de los medios no
le va necesariamente mal. El caso es que, en ambos informativos, destacaron que
Lula estuvo en la cárcel “por corrupción”. En el caso de TVE sí añadieron que
la condena fue anulada, pero no mencionaron que Lula fue declarado inocente y
que se trató de una operación de lawfare para evitar que compitiera con
Bolsonaro en las anteriores elecciones. Es indecente decir, sin más, que
alguien ha estado en la cárcel por corrupción cuando ha sido declarado inocente
y cuando ha sido una víctima acreditada de lawfare, cuyo escándalo llegó al
extremo de que Bolsonaro hiciera ministro al juez que le condenó.
El problema es que
lo que vimos ayer no es un hecho aislado, sino un ejemplo más de la
normalización de la mentira en el periodismo que se ve reforzada por un cierre
de filas corporativo, también por parte de sectores progresistas que ejercen su
profesión respetando ciertos principios deontológicos, pero que rara vez se
atreverían a denunciar la mentira en su profesión. Los mismos periodistas que
pondrían el grito en el cielo ante un caso de corrupción política y exigirían
dimisiones suelen mirar para otro lado cuando son compañeros de profesión
quienes mienten, o directamente sacan a relucir un argumentario de
justificaciones poco presentables, o ejercen un victimismo del que ellos mismos
se burlarían si los que lo llevaran a cabo no fueran periodistas.
El Ferrerasgate no
solo reveló ante millones de personas la verdadera naturaleza corrupta de
Ferreras y del tipo de periodismo que dirige, sino que cubrió con un manto de
innoble vergüenza a decenas de periodistas progresistas que guardaron silencio
o que, directamente, salieron a justificar a Ferreras y a justificarse a sí
mismos por trabajar con él.
Mi tuit de ayer, en
el que denuncié lo que ocurrió en los dos telediarios más vistos de España,
tuvo más de un millón de impresiones pero, de nuevo, fueron llamativos los
silencios de decenas de periodistas y también de figuras de la izquierda que sí
han manifestado sus simpatías por Lula pero que nunca se atreven a denunciar la
corrupción en el periodismo.
¿Son todos así? No,
hay honrosas excepciones de periodistas profesionales que dignifican cada día a
la profesión con su valor para nadar a contracorriente, pero no les voy a
nombrar porque sé que eso solo aumenta la hostilidad que reciben por grupos de
cobardes que cuchichean en corrillos de redacción como cardenales en un
cónclave, viendo conspiraciones moradas por todas partes, prestas a asaltar su
cortijo.
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