LULA INTENTA REBOBINAR LA ERA BOLSONARO
El
discurso de toma de posesión, más escorado a la izquierda de lo previsto, y las
primeras medidas de su Gobierno apuntan a las antípodas políticas del ejecutivo
de extrema derecha
BERNARDO GUTIÉRREZ
Toma de posesión de Lula da Silva, el pasado 1 de enero.
La rampa del palacio do Planalto de Brasilia, sede del poder ejecutivo de Brasil, fue escenario el domingo 1 de enero de una imagen insólita. Jair Bolsonaro decidió viajar a Miami para no realizar el tradicional traspaso de la franja presidencial al presidente electo Lula da Silva, lo que provocó una de las escenas más icónicas de la historia del país: una mujer y un niño negros entregaron la banda presidencial junto a otras cinco personas de la sociedad civil, entre ellas un hombre indígena y un hombre con discapacidad. El artista Jorge Silveira sintetizó el momento con una ilustración: “Brasil toma posesión de sí mismo”.
La imagen vino
precedida de un discurso de Lula da Silva en el Congreso de los Diputados más
escorado a la izquierda de lo previsto. Un contundente Lula calificó de
“estupidez” el teto de gastos (austeridad de las cuentas públicas), anunció una
reforma laboral y se comprometió a acabar con el hambre en Brasil. “Dilapidaron
las (empresas) estatales y los bancos públicos; entregaron el patrimonio
nacional. Los recursos del país fueron rapiñados para saciar la codicia de los
rentistas y de los accionistas privados de las empresas públicas”, aseguró el
presidente, que repitió el lema ditadura nunca mais y acuñó uno nuevo:
democracia para sempre.
El 1 de enero Lula
también rompió el protocolo. El presidente electo, que algunos medios llaman ya
Lula 3 en alusión a su tercer mandato, no usó el bolígrafo oficial de la
ceremonia de posesión. Utilizó un bolígrafo-fetiche que un ciudadano del
nordeste del país, tierra natal de Lula, le entregó hace tres décadas en un
mitin. “Me dijo que el bolígrafo era para que firmase la posesión si ganaba las
elecciones de 1989”, explicó Lula.
Como si estuviera en
1989, campaña en la que Lula lideraba un frente izquierdista que apelaba a la
defensa de las empresas estatales y los servicios públicos, firmó con su
bolígrafo-talismán la revocación de las medidas más polémicas del anterior
Gobierno. Las firmas de Lula con el resucitado Boli 89 deshicieron leyes
aprobadas por Bolsonaro que no pasaron por el Congreso, la mayoría decretos
presidenciales. Entre ellas, un despacho que abría la privatización de ochos
empresas públicas. La empresa pública de petróleos Petrobras y Correos están ya
a salvo del rodillo privatizador de Bolsonaro. “Vamos a acabar con las
privatizaciones en este país. Vamos a demostrar que algunas empresas públicas
van a ser rentables”, dijo Lula en uno de sus últimos discursos de 2022.
Las primeras
medidas de Lula
Si dios (y el
diablo) está en los detalles, la mística de Lula 3 se concentra en un
bolígrafo. El Boli 89, ese objeto alquímico, desenterró el heterónimo más
rebelde de Lula. El Boli 89 –tótem, linterna, micrófono, punta de lanza– visibilizó
un momentáneo regreso del Lula que perdió las elecciones de 1989 por su exceso
de retórica rebelde. El déjà vú no es casual. Forma parte de un conjunto de
detalles izquierdistas que se cuelan en la narrativa más centrista del frente
democrático que derrotó a Bolsonaro. La campaña de Lula de 2022 reeditó el
jingle electoral de 1989 Sem medo de ser feliz. Y, mientras elogiaba con tono
moderado las virtudes de la democracia liberal, rescataba en múltiples
discursos algunas propuestas de 1989: derecho a la vivienda, educación pública,
sanidad pública, carestía de la vida, inversiones del sector público.
Propuestas que tras la destrucción del Gobierno Bolsonaro vuelven a ser
prioritarias.
Desde el martes 2,
están revocadas las leyes que liberalizaban la posesión de armas, abrían la
Amazonía y las reservas indígenas a la explotación comercial
El discurso de Lula
y sus primeras medidas asustaron a los sectores conservadores. El diario
Estadão de São Paulo publicó un duro editorial titulado “El viejo Lula está de
vuelta”, en el que calificaba sus ideas económicas como atrasadas. Esta semana,
la bolsa de São Paulo cayó. El real brasileño se desvalorizó. Ninguna sorpresa
para Lula, que recibió la misma acogida de los mercados cuando asumió el poder
en 2003. A pesar de ello, la austeridad neoliberal no parece estar en el
horizonte del nuevo Gobierno. Lula ha colocado a pesos pesados de la izquierda
en la dirección de Petrobras y de los tres principales bancos públicos: el
Banco do Brasil, la Caixa Econômica Federal y el Banco Nacional de
Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES). Especialmente relevante es el
nombramiento de Aloizio Mercadante, uno de los fundadores del Partido dos
Trabalhadores (PT), como director del BNDES. Mercadante, histórico enemigo de
la austeridad, ya ha anunciado que el BNDES que prestaba dinero público por
debajo de las tasas de interés está de vuelta. Si Dilma Rousseff colocó al
ortodoxo neoliberal Joaquim Levy como ministro de Hacienda para satisfacer a
los mercados, Lula 3 avanza en otra dirección. El nuevo jefe de la cartera no
es otro que Fernando Haddad, candidato presidencial del PT en 2018, que apunta
a ser el sucesor de Lula en 2026.
El resto de medidas
firmadas por el Boli 89 son un sonoro rewind al legado de Bolsonaro. Desde el
martes 2, están revocadas las leyes que liberalizaban la posesión de armas,
abrían la Amazonía y las reservas indígenas a la explotación comercial,
segregaban a personas con discapacidad en la educación o impedían la
participación ciudadana en la definición de políticas públicas (Bolsonaro
eliminó el 75% de los consejos populares). Los cien años de sigilo que
Bolsonaro decretó para las investigaciones sobre su familia quedaron reducidos
a treinta días. El renacimiento del Fondo Amazonia, que canalizaba fondos
internacionales para la conservación de la Amazonía, redondea la canetada de
Lula, jerga usada para leyes que emanan directamente del poder presidencial.
Lula 1, Lula 2,
Lula 3
Lula sabe que no
conseguirá gobernar únicamente vía decretos. Necesita sellar alianzas en el
Congreso y en el Senado. Necesita diplomacia y táctica
Lula 3 baila en el
espejo de su pasado. Compone una estudiada coreografía con sus alter egos que
ya gobernaron. El nuevo-viejo presidente equilibra su swing izquierdista con el
pragmatismo adquirido por Lula 1 (presidencia 2003-2006) y Lula 2 (presidencia
2007-2010). Las primeras medidas del nuevo Gobierno, tildadas de revanchistas
por el bolsonarismo, se compensan con un gabinete de ministros bastante
pragmático. Lula 3 sabe que no conseguirá gobernar únicamente vía decretos.
Necesita sellar alianzas en el Congreso y en el Senado. Necesita diplomacia y
táctica. Necesita al Lulinha paz e amor que llegó al poder en 2003 (Lula 1) y
al político negociador que consolidó la alianza con el bloque político del
centrão (Lula 2).
El PT tiene apenas
11 ministerios de los 37 ministros. Los partidos aliados del frente democrático
tejido por Lula están bien acomodados (seis ministerios). El centrão tiene seis
ministerios: tres para el Movimento da Democracia Brasileira (MDB) y tres para
el Partido Social Democrático (PSD). El Partido Democrático Trabalhista (PDT)
de Ciro Gomes, que fracasó al intentar disputar la hegemonía de la izquierda al
PT, tiene dos. La gran sorpresa: la entrega de tres ministerios a la derecha.
Si el nombramiento de José Múcio como ministro de Defensa (afiliado al Partido
Trabalhista Brasileiro, PTB) entraba en algún cálculo, la entrada en el
Gobierno de União Brasil, partido del exjuez Sérgio Moro que encarceló a Lula, ha
irritado a la izquierda. Lula 1 y Lula 2 saben lo que hacen: los dos
ministerios de União Brasil, Comunicación y Turismo, parecen más concebidos
para dividir y provocar un cortocircuito en un partido que aspira a reunificar
a la derecha no bolsonarista que una decisión orientada a la gobernabilidad.
Por otro lado, los
nueve ministros sin filiación partidista inyectan narrativa ciudadana. Una
exjugadora de voleibol (Ana Moser). Una cantante (Margareth Menezes). Abogados.
Periodistas. Ciudadanos comunes y corrientes, como los que entregaron la franja
presidencial a Lula el día de su posesión. Ciudadanos de a pie para que Lula 3
surfee la ola antipolítica que entronó a Bolsonaro como el presidente
antisistema.
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