LA CARTA
DUNIA
SÁNCHEZ
Fogatas encendidas
para contrastar el frío que se incrusta, que raja nuestros sentidos. Sí,
fogatas al son de una canción que hablaba sobre un nuevo año. Todos tocaban
palmas, panderetas y alguna que otro violín resquebrajado sonaba al son que la
danza miraba los ojos cansados, los ojos decaídos, los ojos desfallecidos, los
ojos lánguidos de unos niños y niñas que tal vez nunca sabrá la realidad de
vida sino está realidad en un campo de miles y miles de refugiados en la
inmensidad de una tierra donde habita la nada. No sé si esta carta madre te
llegará, pero aquí estoy, asustada, con la helada carcomiendo mis manos, mis
pies pesados, cansados. Y, sí, veo ese futuro aquí, a esos niños , a esas niñas
que corretean de un lugar a otro con la alegría de una noche envejecida como
máscara de lo que nos espera. A veces pienso, que hago aquí, por qué no me
quedé madre. Hace tiempo que no avisto el arco iris, hace tiempo que ningún
pajarillo trina a mí alrededor. Solo, el lento gemido de alguien que se va, de
alguien anónimo en vacío de nuestros pasos. Aquí no llegan noticias de allá
pero imagino que los campos de minas y la guerra no han acabado, que siguen en
curco belicista de la humanidad. Pero a
veces sueño, sueño con mundo más bello en existencia, en seres que se abrazan
tras una larga tempestad, de flores
arropándonos bajo algún techo sólido, de una oportunidad de ser y ser. Ya te dejo de escribir, tal vez , más
adelante cuando la pena, la añoranza, la desilusión, la desolación no me
embargue te diré algo más. No te preocupes por mis palabras, solo, son palabras
efímeras que tal mañana no existan…mañana…
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