PÁNICO EN LA SECCIÓN DE ECONOMÍA
ANÍBAL MALVAR
Jueves a.m. por la
mañanita. El periodista más madrugador de nuestros periódicos de papel se pone
la viserita en la frente y enciende su computadora. Silba despreocupado una
versión jocunda del himno de España mientras ojea a vuelarratón los titulares
de la prensa digital y, de repente, empalidece, los cristales de sus anteojos
se quiebran espontáneamente y pone cara de haber visto a Liberty Valance y sus
secuaces entrar en la redacción cual jinetes sucios del apocalipsis. La escena
se repite simultáneamente por todos los confines de la dulce España
castañuelera.
Nuestros periódicos
más carpetovetónicos entraron todos en pánico al enterarse de que el BBVA,
segunda entidad financiera del país y uno de los mayores anunciantes y mecenas
de la prensa independiente, había contratado al comisario José Villarejo para
espiar a vicepresidentes del Gobierno, otros banqueros, periodistas,
conseguidores y personalidades varias de nuestra sociedad más biutifulera.
Objetivo: dinamitar el intento de Sacyr de controlar el banco y deshacerse del
entonces presidente Francisco González. Lo consiguieron, voto a bríos, y ese
flamígero gestor –conocido en las páginas salmón como FG y colocado a dedo por
Aznar en Argentaria– salvó entonces la inmarcesibilidad de su antifonario. Como
nos recordaba en estas mismas páginas el no menos flamígero Juan Carlos
Escudier, “según datos de Bloomberg, un accionista que hubiera comprado títulos
del banco a la llegada de González al sillón y los vendiera esta semana habría
perdido, sumando los dividendos correspondientes, el 13% de su inversión. ¿Y si
hubiese hecho lo mismo con acciones del Santander? Pues habría ganado un 36%”.
Pero volvamos a las
redacciones de nuestros viejos periódicos kioskeros, jueves a.m., donde el
pánico, el llanto y el crujir de dientes hacían casi imposible cavilar el
consuelo de una delicada manipulación. Los orondos directores sollozaban
repasando su álbum de fotos con el benefactor FG, que había llenado sus
bolsillos de amor al prójimo y amistad. Y los publicistas levantaban frenéticos
sus teléfonos dejando esquilmadas todas las reservas de cocaína del ancho
mundo. El acabose, versión castiza del armagedón, estaba aquí, y sus porsches
colorados se derretían de pena en los garajes.
A la mañana
siguiente, ni El Mundo ni el ABC ni La Razón daban una línea sobre el
escandalazo, significando así que la libertad de prensa siempre debe estar por
encima del derecho a ser informado. Y muy por encima de incordiar a un banquero
y anunciante, a un septuagenario ejemplar y todavía presidente de honor de la
entidad tras llevarse 80 millones de euros como cualquier jubilado y mantener
30 millones en acciones. ¿Cómo se puede dudar de un ser humano tan riquiño?
Tuve que repasar
varias veces las páginas de estos tres periódicos nacionales para confirmar el
mutis informativo. En vez de indignarme, me floreció una ternura de pesebre y
fandanguillo. Pobrecillos colegas, tan aterrados ante la vara feroz del más
feroz de los banqueros, soñando que, si no dan la noticia, la noticia no
existirá. Pero la noticia existe y es quizá la prueba más contundente de que
habitamos bajo el palio de una mafia con hechuras de mafia y métodos de mafia.
Poco a poco y a su pesar, Villarejo se va haciendo merecedor de la medalla al
mérito policial que le concedió el PP de Jorge Fernández Díaz en 2009. Y yo
creo que lo deberían nombrar académico de la Historia, pues este hombre ha
hecho más por desvelar la verdad de la putrefacta España que una legión de
hispanistas.
Al día siguiente, o
sea sábado a.m. por la mañanita, observo que ABC se ha doblegado y recoge en su
página 34, que es siempre la más leída, las investigaciones compartidas por El
Confidencial y moncloa.com (antes, Público ya había disparado con bala).
El Mundo también
capitula y nos cuenta, página 12, que Moncloa analiza el espionaje de
Villarejo, bajando la alusión al BBVA al subtítulo. Nada de editorializar el
tema. Que un titular no te estropee una página de publicidad.
La Razón sigue
firme en su alcázar de mutismo terco. El periodismo se soñó como dueño de la
palabra y la verdad, y en España solo es dueño del silencio. Gracias,
Villarejo, campeón. No sabes cuánto agradezco tu vaga astronomía de pistolas
inconcretas.
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