SUSANA DÍAZ: NASÍA PA
MANDAR
CARLOS HERNÁNDEZ
El genial y
llorado humorista gráfico Ivá creó varios personajes que marcaron toda una
época en el cómic satírico español. Sus viñetas fueron saltando de
publicaciones míticas como Hermano Lobo o El Papus hasta terminar aterrizando
en El Jueves. Fue aquí donde Makinavaja y sus hilarantes Historias de la puta
mili le hicieron aún más popular.
No sé muy bien
por qué, pero cuando la semana pasada escuché una peculiar intervención pública
del presidente socialista de Aragón, no pude evitar pensar en el sargento
Arensivia, el único personaje más o menos fijo en aquella puta mili ideada por
Ivá. Escuchar a Javier Lambán pelotear a Susana Díaz, de forma sonrojante, con
frases como: "Los dioses del socialismo la cubren con un manto más
poderoso del que la cubrían hace un año", me hizo visualizar al actual
PSOE como si de aquella historieta satírica se tratara.
Por eso cuando
Lambán aludió a que la presidenta de Andalucía estaba destinada a "parar,
templar y mandar", en mi mente Susana Díaz se convirtió en el soldado
dibujado por Ivá, con una leyenda inscrita en su casco que en lugar de
"nasío pa matá" rezaba "nasía pa mandar".
Es indudable
que la lideresa del socialismo andaluz nació política. Quienes la conocieron
como poder emergente en las Juventudes del PSOE la recuerdan confiscando los
móviles de quienes asistían a sus reuniones. Evitaba así que sus rivales
pudieran filtrar información, coordinar estrategias o solicitar consejo a
alguien del exterior. Su fama de killer se extendió muy pronto, desde Almería a
Huelva, permitiéndole ascender puestos hasta lograr controlar el aparato.
Es indudable
que más allá de su impecable trabajo de fontanería orgánica, Díaz también supo
conectar con el electorado andaluz. En marzo de 2015 ganó las elecciones con el
35% de los votos y su valoración como presidenta superó siempre el aprobado, al
menos hasta el momento en que lideró, desde la sombra, la operación con la que
liquidó a Pedro Sánchez.
Este viernes,
si no decide suspenderlo en el último momento, Susana realizará su primer gran
acto como candidata a mandar en todo el PSOE. A su lado, en Jaén, estará José
Luis Rodríguez Zapatero, uno de los muchos pesos pesados del partido que se ha
rendido a los encantos políticos de la andaluza. En privado, el expresidente del Gobierno se
deshace en elogios hacia ella, hasta elevarla a ese estado de semidivinidad en
que la situó Lambán. Lo hacen también, con mayor o menor grado de pasión, Javier
Fernández, Ximo Puig, García Page y el Parque Jurásico socialista al completo:
desde Felipe González a José Luis Corcuera pasando por José Bono. Es posible
que todos ellos hayan visto una luz que a algunos observadores, sin embargo, no
nos ha iluminado; pero lo cierto es que los datos y los hechos hacen dudar,
cuando menos, de que la apuesta sea acertada.
El perfil
político de Susana Díaz recuerda mucho al de Rodríguez Ibarra o al de Bono o
incluso al del popular José Antonio Monago. Sus discursos, estrategias y
maneras funcionan bien en sus territorios pero chirrían en el resto de España.
Pensar que, por mucha capa de marketing que le apliquen, Díaz va a seducir con
su gracejo al electorado progresista catalán, madrileño, valenciano o vasco es
poco menos que ciencia ficción.
Los resultados
electorales demuestran que el socialismo andaluz tiene su principal apoyo en el
voto rural mientras va perdiendo respaldo, elección tras elección, en las
grandes ciudades. Es, por tanto, difícil de defender que su lideresa sea la
persona idónea para arrebatar a Podemos la hegemonía del electorado progresista
urbano. ¿De verdad alguien en el nuevo PSOE cree que Susana Díaz es la mejor
opción para arañar votos en Barcelona, Santiago de Compostela, Zaragoza o
Valencia?
A estas taras,
llamémosles primarias, debemos sumar las provocadas por el golpe partidista
contra Sánchez. Susana Díaz fue la principal artífice de una operación que tuvo
dos consecuencias letales para su futuro político: liquidar a un secretario
general elegido en primarias y permitir que el Partido Popular siguiera
gobernando España. Tomando por tontos a sus votantes, Díaz ha intentado
permanecer en la sombra y dejar que fueran otros los que se quemaran en su
lugar; un dudoso honor que correspondió y todavía corresponde a todo un
presidente de Asturias. Si Zapatero tardó medio año en hablar de
"crisis", Susana aún no ha mencionado la palabra
"abstención". La simple comparación entre ambos casos debería hacer
reflexionar a la presidenta andaluza sobre la eficacia de su estrategia.
Los datos demoscópicos
son aún más demoledores para la presunta candidata. Todas las encuestas la
sitúan a la cola de las preferencias de unos simpatizantes socialistas que
apuestan por Pedro Sánchez o por Patxi López antes que por ella. Casi igual de
significativo es el espectro de electores entre los que Susana sí arrasa: los
votantes del Partido Popular. La presidenta y sus fieles prefieren no darse por
enterados. Confían en que algunos apoyos mediáticos, el paso del tiempo y las
guerras internas en Podemos hagan revertir la situación. Por eso ningunean el
malestar de quienes les votaron para impedir que gobernara el partido de los
recortes y la corrupción; y por eso tratarán de secuestrar el voto de su
militancia hasta que hayan logrado teledirigir el proceso de elección de
candidato. Parece claro que el sargento Arensivia sigue dando órdenes en el
campo de maniobras sin querer percatarse de que la puta mili dejó de ser
obligatoria hace ya mucho tiempo.
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