PP Y PSOE EN LA CUEVA DE
LOS LADRONES
JUAN CARLOS ESCUDIER
A mediados de los años 50 del siglo pasado,
Muzafer Sherif, y su esposa Carolyn, llevaron a cabo en Oklahoma uno de los
estudios más celebrados de psicología social. El matrimonio observó el comportamiento
de dos grupos de 11 adolescentes cada uno, sin relación previa entre ellos, a
los que trasladaron por separado a un campamento de verano. El estudio tuvo
tres fases: en la primera se alimentó el sentimiento de pertenencia al grupo;
en la segunda se les permitió conocer la existencia del otro y se fomentaron
las fricciones y el conflicto; y en la tercera se consiguió su cooperación,
tras identificar a su enemigo común: unos supuestos vándalos que habían dañado
el suministro de agua. Los 22 jóvenes acabaron siendo colegas, o casi.
El experimento de la Cueva de los Ladrones,
llamado así por haberse realizado en las inmediaciones del Parque Estatal del
mismo nombre y no por lo que todo el mundo está pensado, se ha reproducido con
éxito en la política española entre el PP y el PSOE, cuyo amancebamiento
político en las últimas semanas está demostrando que para constituir una gran
coalición no hace falta pasar por la vicaria y firmar los papeles ya que el
amor puede florecer en la oscuridad sin necesidad de dar tres cuartos al
pregonero.
Tras consolidarse como adversarios
irreconciliables y odiarse mucho, populares y socialistas han encontrado
finalmente un objetivo que compartir, que no es otro que desactivar a las
fuerzas políticas que amenazaban con comerles la tostada del desayuno, esto es,
a Ciudadanos y Podemos, que siguen a la luna de Valencia. Es así como hay que
interpretar sus recientes acuerdos sobre la subida del salario mínimo y el
techo de gasto, que, finalmente, permitirán a Rajoy sacar adelante los
Presupuestos y al ‘susanato’ confirmar que Pedro Sánchez era un hooligan al que
no hay que dejar que vuelva a los estadios y evitar elecciones anticipadas.
El entendimiento de los supuestos antagonistas
tiene muy desconcertado a Albert Rivera, que se ha topado con la evidencia de
que su bisagra se ha quedado sin aceite y que los tríos no funcionan si dos no
quieren. En Podemos, enfangados en una discusión bizantina de galgos y
podencos, deben de seguir preguntándose qué está pasando para que otros se
cobren las piezas que levantan, para congoja de Errejón y regocijo de Iglesias,
que últimamente es más de cazar en la calle a campo abierto.
La derivada final es que parlamentariamente el
país está sin oposición real, o mejor dicho con un artificio de oposición, y
que Rajoy, con sus 137 diputados, es capaz de pastorear a su antojo mientras
rehabilita su imagen y saca brillo a su nueva pose de maestro del pacto.
Mientras completa el golpe de mano, la junta militar del PSOE está encantada
con una situación que le permite presentarse como la supuesta izquierda cabal
que dobla el brazo al Gobierno. El PP, por su parte, conduce a Ciudadanos hacia
la irrelevancia y convierte a Rivera en un fantoche. En la Cueva de los
Ladrones todos ganan, o eso parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario