EL TRATADO FANTASMA
ANTÓN LOSADA
A nadie se le
escapan las grandes oportunidades y posibilidades de nuevos mercados que
ofrecería a nuestros productos y empresas un tratado de libre comercio con EEUU
justo, eficiente y equilibrado. A nadie se le deben escapar las muchas ventajas
que tendría para todos como consumidores un tratado que estimulase la lícita y
libre competencia y favoreciese el comercio. Pero cuanto más sabemos menos
parece el TTIP ser ese tratado sino más bien lo contrario.
Antes que un
tratado de libre comercio parece un contrato para blindar a los grandes
oligopolios. Antes que un acuerdo que busque liberalizar el comercio de manera
efectiva y equilibrada para generar riqueza y crecimiento, abrir los mercados
americanos y europeos a más y mejor competencia y asegurar nuestros derechos
como consumidores y clientes, parece tratarse de un pacto orientado a mantener
las posiciones de oligopolio de las grandes corporaciones y asegurar sus
márgenes de beneficio, cerrar los mercados a cualquiera que no sea o no tenga
un lobby, dificultar la entrada de cualquier nuevo competidor, rebajar los
derechos laborales y vaciar los derechos de los consumidores o hacer
extraordinariamente costoso su ejercicio y defensa.
Y tenemos que
decir que lo parece porque tampoco lo sabemos a ciencia cierta. Con tanta
opacidad y tanto secretismo el TTIP ya no es un tratado, se ha convertido en la
verdadera “amenaza fantasma”. Invocar la necesaria discreción que requieren
unas negociaciones para justificar la opacidad que envuelve al TTIP es un truco
muy viejo que ya no cuela. Nuestras eléctricas, nuestras petroleras o nuestras
telecos llevan haciéndonoslo décadas para imponernos las tarifas más altas del
Europa o misteriosos déficit y deudas que nadie sabe de dónde vienen, pero
tardaremos en pagar varias generaciones.
Sus defensores
deberían situarse entre los primeros interesados en levantar el velo de
silencio e ignorancia que rodea al TTIP, para poder defender abiertamente sus
ventajas y fortalezas en el debate público
Sus defensores
deberían situarse entre los primeros interesados en levantar el velo de
silencio e ignorancia que rodea al TTIP, para poder defender abiertamente sus
ventajas y fortalezas en el debate público. La opacidad es una enemiga de la
democracia. Tras tanto secreto lo único que parece esconderse realmente es el
objetivo de reconvertir elementos centrales de nuestros sistemas europeos de
justicia, relaciones laborales, modelos productivos o regulación medio
ambiental o de salud pública, para aproximarlos a los modelos y sistemas
norteamericanos. Una decisión política que debe plantearse abiertamente y
resolverse por medio del debate y la deliberación política y democrática. No
puede, ni debe, colarse por la puerta de atrás de un supuesto tratado
comercial, negociado y firmado por burócratas que nadie sabe ni por qué están
ahí, ni a quién representan exactamente.
Si quieren
cambiar nuestro modelo laboral, nuestro esquema de garantías de los derechos de
los consumidores o nuestros estándares de protección del medio ambiente o la
salud pública, están en su derecho. Pero para eso votamos programas y elegimos
gobiernos, no firmamos tratados a ciegas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario