Eduardo
Sanguinetti –
Filósofo
(Ph.d.Cambridge, England)
La libertad se presenta como el valor más
estimado en el mundo contemporáneo y tal vez en todos los tiempos: se promete,
se proclama, se aspira a lograrla y también, en ocasiones, se teme, se
restringe o se aniquila. La libertad aparece pues como un valor, como algo que
hay que realizar, como un objetivo que puede ser alcanzado o no.
Es sobre todo en el Siglo de las Luces y con la
Revolución Francesa cuando resuena con toda su fuerza el llamado a la libertad.
Desde entonces muchos miran la historia como un irresistible proceso de
liberación que debe conducir a una era en la que el hombre, totalmente libre al
fin, goce de la felicidad ya en esta tierra.
A la vez, el movimiento de liberación se fija
como un objetivo político y social: la supresión del dominio del hombre sobre
el hombre y la promoción de la igualdad y fraternidad entre todos los seres
humanos, suprimiendo la esclavitud, la servidumbre legal y reconociendo de modo
creciente el derecho de todos a participar en el ejercicio del poder político. Sobre
todo, el movimiento moderno de liberación debe aportar al hombre la libertad de
pensamiento y decisión: proponerse darle el valor y la audacia de servirse de
su propia razón, como reza el lema kantiano (sapere aude), en la configuración
tanto de su propia vida como de la sociedad.
A la hora de considerar cómo se presenta la
libertad en la vida corriente, es preciso afirmar que la libertad y la vivencia
de la libertad no coinciden. Puede haber una “sensación” muy grande de libertad
y una libertad real mínima. La sensación de libertad que procede de una falta
de motivación profunda denota en realidad falta de libertad. Decir que se es
libre porque se opera por impulsos y no por obligaciones es un modo de
engañarse.
La libertad no es arbitrariedad o indeterminación
pura, sino más bien la capacidad de autodeterminarse.
Si la libertad es tener que ser uno mismo
(según Aristóteles y Hegel), la libertad culmina como fidelidad a sí mismo en
cualquier circunstancia y por encima de las variaciones y oscilaciones de la
existencia porque “corresponde a la fidelidad del hombre cumplir aquello que
prometió”.
Esta tensión entre verdad y libertad puede
generar dos posturas extremas igualmente falsas. Por una parte, desde un
planteamiento totalitario, cabe resolver la tensión a beneficio de la verdad
declarando que si la libertad no responde a la verdad del hombre y de la
sociedad no es “verdadera” libertad y, por tanto, es eliminable. Por otra
parte, desde su planteamiento liberal, cabe resolver la tensión a beneficio de
la libertad declarando que ésta no tiene nada que ver con la verdad y
estableciendo un total agnosticismo respecto de la verdad política. Pero es
claro que una libertad que no tiene nada que ver con la verdad es mera
trivialidad.
Probablemente la formulación más aguda de la
mencionada paradoja sea la de Rousseau, quien insiste que sin verdad no cabe
libertad.
Para finalizar agregaré que la paradoja por
tanto entre verdad y libertad es una cuestión de equilibrio, de prudencia, de
política, de elección y, en último término, de libertad, de la cuota de mal que
una sociedad puede mantener como signo de una libertad efectiva, que, como tal,
será siempre una inversión arriesgada que dará ganancias en unos aspectos y
pérdidas en otros.
La unidad social no se mantiene y crece por
mucha libertad que haya si falta el conocimento de su verdad, y tampoco por
mucho que se proclame y se enseñe su verdad si falta la libertad.
Sanguinetti es una forma de contemplar el mundo y toda su obra lo patentiza de manera muy cabal.
ResponderEliminarAplausos a este pensador, tan agraviado en su tierra.
Good thinking Eduard, "Sapere aude" ...dare to be wise...!!! Hope to see you soon. Charlie Adamson
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