HACIA UN GOBIERNO DEL PP EN
ESPAÑA
DIARIO
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Quizás Sánchez haya conseguido dejar tocados a Podemos, a ERC y ahora a Junts y quizás haya conseguido aumentar su poder disminuyendo el de sus socios. Pero también ha enfilado el barco hacia una mayoría parlamentaria PP-VOX que cada día está más cerca de ser inevitable
Al final de la tarde del día de ayer y después de un día vertiginoso por la vuelta a Catalunya después de siete años de exilio de Carles Puigdemont, la mayoría absoluta exacta del Parlament —68 escaños, ni uno más ni uno menos— servía para convertir al líder del PSC y exministro de sanidad, Salvador Illa, en el noveno president de la Generalitat desde la recuperación de la democracia. Como todo el mundo esperaba, el propio PSC, así como los 20 diputados de ERC y los 6 de Comuns-Sumar votaban a favor del candidato socialista, mientras todos los demás partidos con representación en la cámara votaban en contra.
A lo largo de estos días vamos a leer numerosos análisis de los efectos
políticos y los diferentes horizontes que se abren a partir de esta investidura
en el ámbito catalán. Obviamente, se harán lecturas de cambio de ciclo, se
hablará del fin del procés y se destacará no solamente el hecho de que la
Generalitat pase de manos independentistas a manos unionistas por primera vez
en 15 años sino también la ruptura de los dos bloques que han gobernado la
política catalana en las últimas décadas mediante la cristalización de una
mayoría de investidura que es transversal en el eje nacional al tiempo que
—relativamente— homogénea en el eje económico-social. Por supuesto, también
correrán ríos de tinta sobre los efectos que lo ocurrido puede tener sobre la
estabilidad de la legislatura en el conjunto de España, toda vez que se
desconoce cuál va a ser la operativa parlamentaria en la carrera de San
Jerónimo de los siete diputados de Junts a partir de ahora. De todo esto se
debatirá y mucho, así como de todos los detalles que rodean a la vuelta y
posterior desaparición de Carles Puigdemont. Pero nosotros queremos hoy centrar
el análisis en un punto que quizás pase más desapercibido: lo ocurrido
ayer en Catalunya como una dinámica sistemática en la relación del PSOE con sus
socios.
Desde que el tablero político bipartidista volase por los aires en las elecciones
europeas de mayo de 2014 y, posteriormente, en las elecciones generales de
diciembre de 2015, dos realidades se han manifestado de forma continua y
persistente. Por un lado, la existencia de una mayoría parlamentaria
progresista y plurinacional en el Congreso de los Diputados después de todas y
cada una de las citas electorales; una mayoría alternativa a la derecha que
siempre ha necesitado de los escaños del espacio a la izquierda del PSOE así
como de los partidos nacionalistas. Por otro lado, la voluntad
constante y decidida del PSOE de acabar con las bases electorales de dichas
fuerzas políticas con la esperanza de atraer a sus votantes y así
recuperar la hegemonía perdida tras el cambio de ciclo iniciado a raíz del 15M.
Durante los primeros años, esta voluntad del PSOE se expresó con toda la
violencia, llegando a difundir los bulos fabricados por las cloacas del PP
contra Podemos y participando activamente en la dinámica del “a por ellos”, el
155 y la represión contra los líderes independentistas también de la mano del
PP
Durante los primeros años, esta voluntad del PSOE se expresó con toda la
violencia, llegando a difundir los bulos fabricados por las cloacas del PP contra
Podemos y participando activamente en la dinámica del “a por ellos”, el 155 y
la represión contra los líderes independentistas también de la mano del PP. Más
adelante y una vez que Pedro Sánchez llegó a la conclusión de que la única
forma que tenía para acceder a la Moncloa y permanecer en ella pasaba por el
apoyo de estas fuerzas políticas, la operativa adoptó una forma de
carácter pasivo-agresivo según la cual el PSOE sistemáticamente accede
a las reclamaciones políticas de sus socios pero minorándolas, socavándolas,
recortándolas, dilatando su aplicación en el tiempo o directamente impidiendo
la misma. El objetivo, por supuesto, es contar con el apoyo parlamentario de
sus socios pero llevando a cabo un programa político que se distancie lo mínimo
posible del programa del PSOE. Esto permite a los socialistas mantenerse en el
poder al mismo tiempo que no soliviantan en exceso a los diferentes elementos
del Estado profundo y del poder mediático. Como bonus, el PSOE es capaz así de
generar una frustración entre las bases electorales de sus socios que le
permite recuperar una parte de las mismas, aunque otra parte se vaya a la
abstención. Dos victorias por el precio de una.
Con Podemos y a partir de la formación del primer gobierno de coalición
desde la recuperación de la democracia a finales de 2019, esta dinámica fue tan
obvia y tan transparente y los morados fueron capaces —no sin dificultades— de
utilizar el judo mediático para arrancar algunos avances importantes, que al
final el PSOE decidió acabar con ellos por la vía, primero, de disparar contra
Irene Montero —a través de un pacto con el PP para contrarreformar la Ley solo
Sí es Sí— y, después, de propulsar abiertamente el proyecto de
sustitución llamado Sumar, con la clara intención de poder llevar a cabo la
dinámica antes descrita con mayor facilidad. Aunque el objetivo de conseguir un
socio mucho más dócil y que permite la aplicación del programa del PSOE con
mucha mayor facilidad ha sido plenamente alcanzado, las consecuencias
electorales de la operación están a la vista y ponen en serio peligro la
posibilidad de reeditar en el futuro una mayoría que evite un gobierno de
PP-VOX.
En el ámbito del independentismo, la operativa del PSOE ha sido muy
similar, con la diferencia de que nunca han llegado a compartir gobierno con
ellos. En este caso, la minoración de las demandas de ERC y Junts cursa a
través de la renuncia absoluta por parte de los de Sánchez a hacer una
verdadera reforma judicial que impida el comportamiento reaccionario de una
parte de los altos magistrados. Así, aunque el PSOE llega a pactar con los
independentistas la reforma del delito de sedición y del delito de malversación
o la ley de amnistía, al mismo tiempo llega a un acuerdo con el PP para
consolidar el poder de la derecha judicial no solamente en el CGPJ sino también
en el conjunto de altos tribunales, cuyos jueces son nombrados precisamente por
este órgano. Con esa claudicación ideológica completa, el PSOE no solamente
renuncia a regenerar el Poder Judicial sino que también envía un mensaje
clarísimo al conjunto de los magistrados: podéis seguir haciendo lo que
veníais haciendo hasta ahora y no vais a sufrir ninguna consecuencia.
La primera víctima que se ha cobrado esta operativa del PSOE es, por
supuesto, ERC, que no solamente ha perdido una buena cantidad de diputados en
el congreso sino también la mismísima Generalitat. Sánchez puede estar contento
porque ha conseguido que Salvador Illa sea president, pero conviene no olvidar
que, en este viaje, ha dejado muy tocado electoral y políticamente al
que hasta ahora había sido uno de sus principales socios. Si se acaba
demostrando, como ya hemos explicado aquí anteriormente, que el pacto para
reformar la financiación autonómica que ha prometido a los republicanos tampoco
se puede llevar a cabo, la situación para ERC solamente irá a peor. Por otro
lado, es muy posible que la investidura del líder del PSC acabe desembocando en
el final de la carrera política de Carles Puigdemont y, por lo tanto, en una
refundación de Junts que no será pacífica. Al no haber planteado ningún tipo de
batalla contra los jueces del Supremo en rebeldía y al haber cerrado cualquier
puerta a la posibilidad de que Puigdemont pudiese ser President, el
PSOE ha dejado maltrechos a los neoconvergentes después de haber hecho lo
propio con ERC.
No cabe duda de que esta operativa de Pedro Sánchez le reporta ventajas en
el corto plazo en términos de ejercicio del poder y de disminución de la
capacidad electoral de aquellos partidos con los que puede compartir bases
sociológicas. Pero también es obvio que ese camino conduce, en el medio
plazo, a la destrucción en el parlamento español de la mayoría que le ha
permitido gobernar desde 2018. Quizás Sánchez haya conseguido imponer buena
parte de su programa y dejar tocados a Podemos, a ERC y ahora a Junts y quizás
haya conseguido aumentar su poder disminuyendo el de sus socios. Pero también
ha enfilado el barco hacia una mayoría parlamentaria PP-VOX que cada día está
más cerca de ser inevitable.
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