LA MUJER DE LAS TRENZAS GRISES
DUNIA SÁNCHEZ
Atardece,
casas blancas se asoman al ronroneo del oleaje, quieto. Es un día cualquiera
donde los jardines de arena aurea anuncian que algún día vendrá. Se perdió en
la noción del tiempo entre montañas agrestes donde la pisada se hace
insoportable, intransitable. Atardece, una ventana de azul se rinde al sol,
vahído en el temblor de la brisa. Y aquí espera…sí, espera , esa mujer de
largas trenzas canas, de vestido negro anunciando el duelo. Pasan los años y
sus arrugas es como lo degastado de las paredes que escuchan su sórdida pena.
Y, mientras, friega y pone la mesa con un mantel a rayas, de rayas rojas. Ese
color que la empuja a continuar en su soledad comida para dos. Pero no llega,
los años ya han son almanaques mugrientos que quema su alma. Atardece y esa
mujer de largas trenzas canas se asoma por un instante y mira esa violácea
corpulencia del cielo, la lluvia viene. Pero el….pero el, efímero sueño donde
las caracolas anuncian el hondo y ultimo aliento de los ahogados.
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