EL JUEZ PEINADO EN 'LA CASA DEL DRAGÓN'
GUILLERMO
ZAPATA
Escritor y guionista
Emma D'Arcy como Rhaenyra Targaryen
en 'La
Casa del Dragón'.- HBO
La
Casa del Dragón es el primer spin off que ha
producido HBO de su serie de enorme éxito Juego de Tronos, basado en el
mundo de Canción de Hielo y Fuego Una suerte de precuela que nos cuenta lo
que andaban pasando en el mundo de Jon Nieve, Tyrion Lannister y Daenerys
Targaryen unos cuantos cientos de años antes.
La serie adapta Fuego y Sangre, un tomo de gran envergadura también de George RR Martin, autor de la saga original, aún inconclusa en el medio literario (no así en el audiovisual), que se hace cargo de los acontecimientos que llevaron a la crisis de la casa Targaryen, que por entendernos es aquella que tiene una especial conexión, única, con los dragones y a través de ella con el poder en el Reino.
¿De
que va La Casa del Dragón? Por resumirlo muy mucho es una guerra por
el trono en la que se enfrentan dos equipos: el negro (o rojo y negro) y el
verde. En el equipo negro tenemos a Rhaenyra Targaryen, su tío y marido
(es complicado) y una cantidad difícil de calcular de hijos e hijas con nombres
variados terminados en eon, erys y quizás incluso Frodorick, no es fácil
seguirles la pista. Y por supuesto una cantidad importante de dragones.
En el equipo verde tenemos a Alicent Hightower, amiga de la infancia de
Rhaenryra y casada con el padre de ella (como digo, es complicado) y sus hijos,
que también portan tremenda dragonada.
Lo
interesante del asunto es que la serie oscila entre dos tendencias. Por un lado
intenta decirnos que la guerra desatada va a traer la ruina a todos los
implicados en ella y al reino mismo, nos recuerda que la ambición desmedida
de los poderosos y el uso irresponsable de un poder absoluto termina por
destrozar el reino mismo, pero por otro no puede evitar juguetear con la
idea de elegir bando y por si tal cosa no fuera suficiente, termina por
situar los campos A y B en el lado de los buenos y los malos. Lo hace siempre
con la ambigüedad que merecen las sofisticadas narrativas posmodernas que ya no
aceptan (no aceptamos) que el eje del bien y el mal no estén poblados de
convenientes claroscuros, pero teniendo muy claro quién es aquí la heroína y
quienes son los villanos. Un folletín estupendo, vaya
El
juez Peinado, seguramente más cercano al Walder Frey de Canción de Hielo
y Fuego (pido perdón por esta referencia para fans) está desarrollando su
propia serie este verano. Y creo que es importante entender sus movimientos
en el campo judicial así, como una serie, porque sólo desde la narrativa
seriada se puede entender el proyecto del juez y de quienes ha presentado
las denuncias contra Begoña Gómez. El caso, ya lo saben ustedes y ya lo
sabe el juez, no tiene visos de ir a ninguna parte. Las pruebas son tan poco
sólidas que algunas de las que se presentaron (recortes de periódicos de
medios entregados de forma apasionada al bulo) tienen ya sentencias diciendo
que son mentira. En ausencia de materialidad, el objetivo es dotarse de una
narrativa, de un estilo lleno de episodios que cada semana nos ofrezcan algo
nuevo de lo mismo.
Algo
nuevo de lo mismo es una de las condiciones de la narración seriada. Por eso a
veces tenemos la sensación de que las series se estacan o se alargan de forma
que no parece ir a ninguna parte, o pasan cosas sólo en el capítulo uno y dos y
en los últimos dos, mientras que entre medias muchas veces tenemos pequeños
fragmentos de narrativa Peinado. Nada con forma de algo.
Que
el "Caso Begoña" se haya convertido en una serie implica también que ya
sólo interesa a los fans, como nos pasa a quienes seguimos La Casa del
Dragón o Los Bridgerton (o la serie que más os guste). Ese universo
de ficción que se despliega ante nosotros nos importa muchísimo y ocupa una
gran parte de nuestro tiempo, vinculándonos afectivamente de una manera muy
intensa, pero a quién no sigue la serie no le importa.
Así es el procedimiento judicial de la querella de Pedro
Sánchez contra el juez Peinado
Y
de la misma forma que sucede en La Casa del Dragón, los fans se
distribuyen entre quienes quieren que gane la casa verde y quienes quieren que
gane la casa negra, y aunque la serie nos repite de forma insistente que el
problema no es quién gana, sino que el uso de un poder absoluto de manera
irresponsable termina por arruinar el reino y a todos sus habitantes,
quienes seguimos la trama lo hacemos a través de movimientos compasionales,
desde la emoción. Esperando la nueva pista que descubra que, efectivamente, si
Begoña Gómez cometió algún delito o recibiendo con alborozo y alegría los
contragolpes de Pedro Sánchez, por ejemplo con su denuncia de prevaricación.
De
hecho, ¿sabéis que Pedro Sánchez no ha denunciado al juez Peinado por
prevaricación? Lo ha hecho la Abogacía del Estado en representación de la
institución de la que Sánchez es presidente, pero ¿quién querría contar eso?
Necesitamos personajes que encarnen valores. Villanos o héroes a los ojos de
las distintas facción y no importa tanto que el resultado del proceso es que la
confianza en la justicia de la ciudadanía española esté por los suelos.
El
péndulo de La Casa del Dragon entre la reflexión profunda sobre la
responsabilidad en el poder y el folletín de buenos y malos, ilustra también
la tensión entre la regeneración democrática y la democratización del estado.
A la regeneración democrática le sirve como ganar esta pelea, que sin duda es
importante ganar, pero eso no evita la siguiente. Al contrario, sin cambiar los
elementos que permitieron esta, siempre habrá un nuevo noble con ganas de
subirse a un dragón.
La
Casa del Dragón tiene su propia versión de esto mismo
en su segunda temporada. El equipo negro con Rhaenyra a la cabeza, necesita
jinetes para sus dragones. Se les ocurre buscar en las líneas de sangre
bastardas, ponen un pie fuera de la casa Targaryen. En definitiva,
democratizan el acceso al poder absoluto. El primogénito de Rhaenyra le
explica a su madre, con buen criterio, que si los dragones pueden ser de
cualquiera, el poder de la casa, el poder del linaje, el poder absoluto de la
nobleza, está en serio peligro.
Peinado
no es sólo el representante de una cacería particular. Es el guardian de la
casa, del poder del linaje y de los dragones. Por eso no se trata de regenerar
lo que hay, sino de democratizarlo.
Dracarys.
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