JULIAN ASSANGE: LA LEY DE ESPIONAJE Y LA PERSECUCIÓN POLÍTICA
La norma que
Estados Unidos esgrime para encarcelar al fundador de WikiLeaks nació durante
la Primera Guerra Mundial y se utilizó para intentar castigar a los periodistas
que revelaron los Papeles del Pentágono
JUANJO
ANDRÉS CUERVO
Con la
Libertad de Información. / Pedripol
El pasado 26 de
marzo a las 10 de la mañana, cientos de personas se congregaron a las puertas
de los Reales Tribunales de Justicia en Londres. El cielo estaba despejado y el
sol resplandecía en los leones y el caballo plasmados en el escudo que
ornamenta el edificio. Personas empuñaban pancartas mientras los cánticos no
cesaban. El ligero viento mecía una bandera de Palestina y otra con el rostro
de Julian Assange, ambas sostenidas en el misma asta.
La decisión sobre la extradición de Julian Assange se esperaba sobre las 10.30. Había inquietud en el ambiente y la tensión aumentaba a cada minuto. Finalmente, WikiLeaks publicó el veredicto: los jueces autorizaron a Assange a recurrir su expulsión del Reino Unido. Pero el Gobierno de Biden recurrirá esa decisión. Para ello, ha de demostrar que puede ofrecer garantías adecuadas de que Assange gozará de un juicio justo, entre ellas que no se le perjudicará por ser extranjero y que no podrá ser castigado con la pena de muerte.
El precio a pagar
por revelar el auténtico rostro de las élites estadounidenses es el acoso
incesante
La extradición o no
del fundador de WikiLeaks a Estados Unidos es un asunto que lleva más de una
década palpitando en el corazón del Reino Unido. Desde que publicase cientos de
miles de documentos acerca de los crímenes cometidos por Estados Unidos en Irak
y Afganistán, el fundador de Wikileaks ha sufrido un castigo desorbitado. Una
muestra más de la hegemonía del imperio anglosajón, que pretende dar una
lección: el precio a pagar por revelar el auténtico rostro de las élites
estadounidenses es el acoso incesante, una condena perpetua.
La Ley de Espionaje
contra la disidencia
La persecución
desmedida de Estados Unidos a Julian Assange nos retrotrae al siglo pasado. La
Ley de Espionaje de 1917 promulgada en el país americano se introdujo a
consecuencia de su entrada en la Primera Guerra Mundial. Actualmente, se quiere
utilizar esa norma como pretexto para encarcelar a Assange en Estados Unidos.
Si eso sucediese, sería la primera vez en la historia que se condena a un
periodista a través de la Ley de Espionaje y sentaría un precedente muy
peligroso para la libertad de prensa, ya que, en el futuro, se podría utilizar
esta ley para procesar a periodistas. En otras palabras, que esa ley se
utilizaría con fines políticos para castigar a enemigos del establishment
norteamericano.
La situación sería
análoga a la que sucedió entre 1917 y 1920, cuando esa ley se empleó para
combatir el Temor rojo, un período que implicó una persecución antidemocrática
de personas consideradas subversivas. La influencia de la Revolución Rusa
asustó a las élites estadounidenses, que no dudaron en asesinar, perseguir y
torturar a comunistas, anarquistas y socialistas. El juicio a los anarquistas
italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti ilustró perfectamente el paradigma
de la época. Condenados de manera abyecta sin pruebas concluyentes en 1921,
fueron ejecutados en 1927 en la silla eléctrica. Antes de la muerte de Sacco y
Vanzetti, hubo protestas en Estados Unidos, Europa, Tokio, Sídney, Melbourne,
Buenos Aires, Montevideo o Johannesburgo para exigir su liberación. Woody
Guthrie, probablemente el cantautor más importante de la izquierda en Estados
Unidos, se sumó a la causa y les dedicó varias canciones.
Décadas más tarde,
el senador McCarthy organizó una auténtica cacería contra los comunistas. En plena Guerra Fría, no
había resquicios para la disidencia, ni siquiera en la industria de Hollywood,
como pudieron atestiguar Charles Chaplin, Dalton Trumbo, Orson Welles o Dorothy
Parker, que ya había sido arrestada en 1927 por participar en protestas a favor
de Sacco y Vanzetti.
Durante la Guerra
de Vietnam, se trató de utilizar la Ley de Espionaje para castigar a los
periodistas Daniel Ellsberg y Anthony Russo, artífices de los Papeles del
Pentágono. Tras su publicación en 1971 en The New York Times, hubo un juicio
contra ambos en el que fueron absueltos.
La cruzada contra
el fundador de WikiLeaks define el empeño de EEU en silenciar las voces
críticas
Aquel episodio
demostró la importancia del periodismo de investigación como baluarte de la
democracia. Los Papeles del Pentágono revelaron que Estados Unidos había
expandido la guerra con el bombardeo de Laos y Camboya, incursiones costeras en
Vietnam del Norte y ataques del Cuerpo de Marines. Ellsberg y Russo fueron los
primeros en ofrecer al público los detalles sobre la invasión norteamericana en
la región asiática. No sorprende la reacción furibunda de los poderes
estadounidenses contra ambos periodistas. Ni tampoco contra el fundador de
WikiLeaks, tras mostrar las atrocidades perpetradas por Estados Unidos en Irak
y Afganistán. Ellsberg apoyó incondicionalmente a Assange hasta su fallecimiento
en 2023.
La cruzada contra
el periodista fundador de WikiLeaks define el empeño de Estados Unidos en
silenciar las voces críticas. Durante la Guerra Fría, las élites
norteamericanas quisieron ofrecer una imagen maniquea sobre el conflicto entre
el supuesto país de la libertad frente al régimen autoritario de la Unión
Soviética. Sin embargo, los golpes de Estado en Irán, Guatemala, Indonesia o
Chile, las masacres cometidas en Corea del Norte, Corea del Sur, Vietnam,
Afganistán, Irán o Libia, y el apoyo incondicional a Israel muestran la
verdadera naturaleza de Estados Unidos. Un país fundado a través de un
genocidio que ha creado su imperio a base de sangre y terror.
La última esperanza
para la libertad de prensa
El caso Assange
refleja el conflicto irreconciliable entre los intereses de la mayoría frente
al establishment. Su libertad es necesaria para salvaguardar el Estado de
derecho, así como el periodismo de investigación es esencial para alcanzar una
democracia real.
No será sencillo,
puesto que Estados Unidos lleva años tratando de lograr su extradición. Stella
Assange, abogada y activista por los derechos humanos y mujer del periodista,
explicó que la opción de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH)
intervenga para evitar la extradición de Assange es muy remota. Según ella, el
año pasado solo un caso de los 63 que se presentaron fue aprobado por el TEDH.
Es decir, que el veredicto final recaerá en los jueces de Londres una vez que
Estados Unidos sea capaz de ofrecer garantías de protección a Assange. Si una
de las figuras más reconocidas del Partido Demócrata como Hillary Clinton
expresó la posibilidad de asesinar al periodista –al igual que la CIA– se hace
difícil creer que el fundador de WikiLeaks gozará de un juicio justo en Estados
Unidos.
El veredicto sobre
Assange es fundamental y marcará el futuro de nuestros Estados de derecho. Como
dijo hace unas semanas Yanis Varoufakis, “no solo se está juzgando a Julian
Assange. También a los jueces y a la justicia”.
Si el periodista es
declarado inocente, será una victoria inapelable para la democracia y la
libertad de expresión, en un momento histórico en el que el genocidio cometido
por Israel contra el pueblo palestino ha sepultado las últimas ilusiones que
pudiesen existir sobre el compromiso de las élites occidentales con los
derechos humanos. Aun así, el daño causado ha sido desmedido. El fundador de
WikiLeaks ha pasado los últimos doce años de su vida en cautiverio, y en la
actualidad lleva ya cinco años en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh,
en Londres.
Secretos de Estado,
imperialismo y el deterioro democrático
Más allá de las
bombas, asesinatos e innumerables crímenes cometidos a escala global, Estados
Unidos posee otro tipo de munición para imponer su hegemonía. Desde hace más de
un siglo, las élites norteamericanas han empleado los medios de comunicación
como arma fundamental para adoctrinar a la población. Herbert Marcuse dedicó
parte de su vida a analizar los métodos de sumisión perpetuados por las clases
dominantes en la época moderna. En 1964, el filósofo marxista de la Escuela de
Frankfurt escribió en El Hombre Unidimensional que las democracias liberales
burguesas no necesitan el Terror, sino la Tecnología (Marcuse escribió ambos
términos en mayúsculas) para establecer un dominio inapelable sobre los
habitantes.
Mientras sus
crímenes permanezcan invisibilizados, los líderes estadounidenses no tienen por
qué preocuparse
Por eso, las
sistemáticas violaciones de los derechos humanos cometidas por Estados Unidos y
expuestas a través de WikiLeaks duelen tanto en el seno de la oligarquía
norteamericana. Como bien afirma Assange en la introducción del libro The
WikiLeaks Files: The World According to US Empire, “lo que ha provocado que la
revelación de estas comunicaciones secretas cause tanto impacto es que, en
realidad, no deberíamos saber de su existencia”.
Mientras sus
crímenes permanezcan invisibilizados a ojos del mundo, los líderes
estadounidenses no tienen por qué preocuparse. Pueden seguir practicando ese
“imperialismo de libre intercambio,” una muestra de la estrategia global
perseguida por Estados Unidos en la que el capitalismo se combina de manera
sinérgica con el imperialismo. Si Lenin argumentó que el imperialismo es la
fase superior del capitalismo, para Assange, Estados Unidos impone “un
paradigma en el que el poder militar norteamericano es utilizado para perpetuar
su dominio económico.”
En las
informaciones filtradas por WikiLeaks, existen documentos que muestran el rol
de Israel como guardián estadounidense de Oriente Medio. Hace años, Assange
declaró que Israel “goza del privilegio para proseguir con sus políticas
genocidas contra el pueblo palestino”. En el contexto actual, la masacre
cometida por Israel ha de ser detenida, y Assange, un crítico incansable del
imperialismo, ha de ser libre. Los demócratas del mundo no podemos permitirnos
no apoyar ambas causas. Porque la libertad de prensa y la paz van unidas, de
igual manera que la censura y la guerra están entrelazadas. Como bien explicó
el fundador de WikiLeaks, “si las guerras pueden comenzar con mentiras, pueden
detenerse con la verdad”.
El periodismo libre
ha de servir como escudo contra las amenazas de las élites capitalistas, los
gobiernos y los complejos militares. Es una pieza fundamental para lograr la
paz en Palestina y en otras regiones del mundo sumidas bajo el manto de la
guerra. Por ello y mucho más, la libertad de Assange es conditio sine qua non
para reforzar unas democracias que se ven debilitadas por los conflictos
bélicos, la hegemonía capitalista burguesa y el ascenso de la extrema derecha.
Tres factores que, al igual que en la década de 1920 y 1930, están
intrínsecamente relacionados. Ante esta amenaza, nos queda la cooperación y el
apoyo mutuo para establecer vínculos globales que refuercen la posibilidad de
que otro mundo es posible.
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