LA ‘GRAN DIMISIÓN’
DE PEDRO SÁNCHEZ
La única salida
es la transformación colectiva del estado de cosas. Quizá por eso, con esa
intuición, el presidente del Gobierno ha escrito a la ciudadanía sin
intermediarios
AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER
Pedro Sánchez. / LUIS
GRAÑENA
Todo
el mundo interpreta la carta de Pedro Sánchez como la enésima pirueta de un
gran actor político. ¿Volverá a caer de pie? ¿Se estrellará contra el suelo
esta vez?
Pero,
¿y si no es así? ¿Y si se trata de un movimiento imprevisto, desde el corazón?
Es llamativo que haya tomado su decisión al margen del partido, rodeado tan
sólo de su familia.
Los únicos gestos que pueden cambiar las cosas se llevan a cabo desde el corazón. Pedro Sánchez se ha apoyado en las complicidades del corazón, no en los secuaces del cálculo político.
¿Y
qué dice esa carta? No puedo más, ¿merece la pena todo esto? La política es una
trituradora de carne sin apenas capacidad de transformación de las realidades
más duras, ¿merece la pena sacrificar por ella la propia vida, los afectos más
queridos? Salvo para los muy cínicos, sólo los afectos nos mantienen en pie.
Pedro
Sánchez se plantea dimitir de la política, salir de la trituradora de carne.
Tal y como miles de personas se han planteado los últimos años dimitir de
su trabajo, escapar de las condiciones de explotación y sinsentido.
¿Se une así Pedro Sánchez a la Gran Dimisión? ¿Es el presidente el último
desertor?
Pero,
¿a dónde ir? Es lo que se dicen las miles de personas que quieren abandonar su
trabajo ansiógeno, pero saben que necesitan dinero para sobrevivir. Ya no hay
donde huir. Lo mismo ocurre con la política: la única salida es la
transformación colectiva del estado de cosas.
Quizá
por eso, con esa intuición, Pedro Sánchez ha escrito directamente a la
ciudadanía, sin intermediarios ni membretes oficiales. Sólo en compañía podemos
operar una salida de la política, es decir transformarla. El 15M hizo todas las
buenas preguntas, pero aún no hemos dado con las respuestas.
¿Dimitir
es irse para que todo siga igual (o, seguramente, peor)? ¿Salvar el propio
pellejo? Lo entiendo a la perfección, pero es insuficiente. La carta de Pedro
Sánchez, escrita desde el corazón, nos permite hacernos de nuevo la única
pregunta que importa: ¿cómo transformar esta realidad de mierda, la realidad de
la precariedad y la desigualdad, de la trituradora de carne (“máquina del
fango”) que llamamos política?
¿Se
limitará la respuesta a un nuevo aparateo de esos que por un largo rodeo acaban
en la nada más absoluta? ¿En un nuevo llamado a la “ilusión” y la “confianza”
de una ciudadanía tomada sólo como espectadora y votante?
Quizá
no. Quizá Pedro Sánchez nos vuelva a sorprender con otra de sus jugadas y abra
un diálogo real con la gente, tomada como sujeto de palabra e iniciativa, no
sólo como objeto de las decisiones de otros. Quizá invente la manera de
convocarnos a pensar y actuar, desde el corazón. La situación está abierta,
toca jugar.
“Lo
llaman democracia y no lo es”
El
mismo Pedro Sánchez, que hablaba hasta hace un minuto de la “democracia plena”
en que vivimos, ahora piensa si renunciar por “la máquina de fango” que es la
política. Lawfare, mediatización atroz, partidismo y polarización
por el poder...
El
15M hizo todas las preguntas correctas, pero las respuestas que vinieron luego
(nueva política, etc.) fueron fallidas. Se puede retomar ahora la pregunta
radical por la democracia a la luz de la carta de Sánchez: ¿Qué es la máquina
del fango? ¿De dónde viene? ¿Cómo desactivarla?
No
contentarse con asignar todo el mal a la derecha, sino ampliar el análisis,
historizarlo, porque el “fango” es un hecho estructural a nuestra democracia.
Por ejemplo, ya hubo lawfare con Podemos y, mucho antes de
Podemos, con miles de activistas de toda la vida. Lo que tritura hoy la vida
del presidente es la misma máquina que trituró otras muchas vidas –y más
frágiles y precarias– antes.
¿Cómo
salir de esto, cómo aprovechar este parón de la política para pensar, cómo
intervenir en la coyuntura y mantenerla abierta? Difícil. Habría que plantear
en alto estas preguntas, tomar la iniciativa, profundizar y radicalizar las
cuestiones, buscar el encuentro y el diálogo. Participar en los actos de apoyo,
pero con pensamiento propio, otros lemas y pancartas.
Algo
se ha roto en el corazón mismo del poder y por esa grieta podría entrar la luz
de un nuevo replanteamiento de la política y la democracia. Pero toca
arriesgar.
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