PEDRO SÁNCHEZ Y LA DOCTRINA
HOMER SIMPSON
El
Gobierno y la mayoría parlamentaria de la investidura podrían dejar de tenerle
miedo a las togas y salir a hacer pedagogía
GERARDO
TECÉ
Manuel García-Castellón, durante su
intervención en el Foro La Región
, octubre de 2023. / YouTube (Telemiño
Ourense)
Arrancamos febrero con cielos soleados en el sur, nublados en el norte, Alberto Chicote visitando El Hormiguero, otra semifinal del Benidorm Fest y el Poder Judicial intentando destruir los poderes Legislativo y Ejecutivo. Un jueves cualquiera en una España acostumbrada a asistir con pachorra absoluta a momentos históricos. Hablando de Historia. Habría que ir pensando en rebautizar la Plaza de Colón. Sería de justicia –nunca mejor dicho– si el García Castellón que convierte infartos en terrorismo, el que señala a Puigdemont por la invasión de Ucrania o cualquier otro que, con togas y a lo loco, se anime a intentar acabar con el gobierno votado, finalmente consiguen su objetivo. Plaza del Ejército Nacional-Judicial suena bien. Además, toca ir actualizando referentes.
Mientras el glorioso bando
nacional-togado sigue en su ardua tarea de destrozar la Justicia para poder así
destrozar también la política, se anuncia nueva reunión entre PSOE y PP para
intentar desbloquear el Poder Judicial, secuestrado por la derecha desde hace
cinco años. Será en Bruselas en un par de semanas y los negociadores serán el
ministro Bolaños por parte del PSOE y González Pons por parte de quienes se
declaran dueños de la propiedad. Pons ya ha advertido ante los medios, logrando
no reírse, que se muestra pesimista de cara a lograr un acuerdo. Es lo mismo
que declaró el Dioni cuando la policía le dio el alto para que no huyese con el
furgón del dinero: me muestro pesimista, gritó mirando para atrás, y con su
pesimismo a cuestas se piró a Brasil. Más pesimista aún se ha mostrado Feijóo,
que horas después de conocerse la fecha de la reunión, y estando ya pagados por
usted y por mí los billetes en preferente, anuncia que la reunión no servirá de
nada porque el PP, por mucho que diga Europa, no va a moverse de su posición
negociadora. Esta es que el PP desbloquearía el gobierno de los jueces caducado
a cambio de seguir controlándolo independientemente de lo votado en las urnas.
Tiene sentido. Si tras cinco años robándole a la ciudadanía su derecho a que
los poderes emanen de ella, aquí no ha pasado nada; si los medios venden una
anomalía democrática sostenida en el tiempo con premeditación y alevosía como
una disputa entre dos que no se ponen de acuerdo, ¿qué sentido tendría devolver
lo robado? Más cuando la fórmula funciona.
Son numerosos los éxitos
recientes del Ejército Nacional Judicial. Entre sus muchas medallas se
encuentran haber prohibido que el Congreso votase leyes de renovación que
afectaban a los propios okupas o haber robado actas de diputados by the face,
por poner un par de ejemplos recientes pertrechados sin disimulo. El disimulo
es para quien lo necesita y no es el caso del Bando Nacional Judicial. Que en
Cataluña no hubo terrorismolo saben García Castellón, la familia del francés
que murió de un infarto –que se ha negado a formar parte de la causa pidiendo
que no se use la muerte para disputas políticas– y hasta Pablo Motos subido a
lomos de una hormiga. Que importa poco que todos lo sepamos porque esto nada
tiene que ver con justicia, sino con política, también lo sabemos. ¿Qué hacer
ante esto?
Usted y yo, poca cosa, salvo
amenazar con dejar de respirar si el Poder Judicial no vuelve inmediatamente a
su labor de dedicarse a la justicia. Moriríamos de una forma muy desagradable.
Pero hay quien sí puede hacer más y no lo está haciendo. El PSOE, por ejemplo,
podría despertar de una vez por todas de la ensoñación que le hace confundir
sentido de Estado con docilidad ante quien se empeña en destruir ese Estado.
Entender de una vez que el papel de guardián de la finca le sirvió en décadas
anteriores, pero que los señoritos están de vuelta y dispuestos a lo que sea
para quedarse con lo que consideran que les pertenece, independientemente de lo
que vote el populacho. Quizá sería el momento de que los dos poderes del Estado
que sí tienen un mandato que emana del pueblo –Ejecutivo y Legislativo– digan
basta ante el único poder del Estado que ni cumple la Constitución ni tiene
pensado hacerlo –Judicial–.
En lugar de cruzarse de brazos a
la espera de que González Pons salga de la reunión confirmando que su pálpito
pesimista era acertado y anunciando otro par de años más de secuestro judicial,
PSOE y Sumar podían decir basta y ponerse a trabajar en una reforma de la ley
de nombramientos, cambiando las mayorías necesarias para que el secuestro acabe
de una vez por todas. La mayoría democrática para hacerlo está ahí. ¿Por qué no
lo hacen? Si García Castellón o cualquier otro héroe togado decide que terrorismo
es un huevo colgando y el otro lo mismo, habrá que revisar en la ley la
definición de terrorismo para que un acto tan grave, conocido y doloroso en
España no pueda ser retorcido por los salvapatrias endosándoselo a
manifestantes catalanes sin una gota de sangre en sus manos. Podría el Gobierno
y la mayoría parlamentaria de la investidura dejar de tenerle miedo a las togas
y salir ahí a hacer pedagogía, a explicar ante qué estamos. En los medios
españoles y en Bruselas. Porque la doctrina Homer Simpson, que dice que si
cierras los ojos ante algo ese algo ya no sucede, no está funcionando demasiado
bien.
Sánchez, tras cuatro años
disimulando que nada pasaba en los medios españoles porque el traje del sentido
de Estado es más cómodo que el de lucha en el fango, sufrió un revolcón
electoral y tuvo que enfrentar el problema de que la mayoría mediática en manos
de la derecha no cumplía su labor de informar, sino que se dedicaban a otra
cosa. Enfrentar la realidad le funcionó. ¿Cuánto tiempo y revolcones necesitará
este Gobierno para afrontar que el Poder Judicial en manos de la derecha no se
dedica a la justicia, sino a una cosa bastante peligrosa? ¿Qué tipo de complejo
tienen los poderes Ejecutivo y Legislativo emanados de la voluntad popular
frente a un Poder Judicial emanado de la negativa de la derecha a aceptar las
reglas del juego?
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