'FIRST NATION' GUANCHE
AGUSTÍN GAJATE
BARAHONA
a los guanches de La GOMERA
'First Nation' es un concepto anglosajón que el Diccionario de
Cambridge define como “uno de los grupos de personas cuyos antepasados vivieron
en América del Norte antes de la llegada de los europeos”. Pero este término
también se usa para referirse a los pueblos indígenas de Australia y Nueva
Zelanda.
En general y en todo el mundo, 'First Nation' es el nombre de los grupos étnicos que son los primeros habitantes conocidos de un territorio. Los miembros de estos grupos son culturalmente distintos y descienden directamente de los primeros habitantes conocidos de una región geográfica en particular y, en cierta medida, mantienen la lengua y la cultura de esos pueblos originarios. Pero no todos los pueblos de esas 'Primeras Naciones' comparten esta característica, ya que muchos han adoptado elementos sustanciales de una cultura colonizadora, como la vestimenta, la religión o el idioma.
Hay
aproximadamente cinco mil 'Primeras Naciones' en todo el mundo. Históricamente,
sus países de origen han sido colonizados por grupos étnicos más grandes, o con
mejor tecnología y armas, que justificaron la colonización con creencias de
superioridad racial y religiosa, uso de la tierra u oportunidad económica.
Miles de 'Primeras Naciones' de todo el mundo viven actualmente en países donde
no son un grupo étnico mayoritario.
Llegados a
este punto habría que preguntarse si no procedería considerar como 'First
Nation' a los guanches en general, y a los Bimbachen (antiguos herreños) Haouaritan (antiguos palmeros) Chinean o Gomerytan
(antiguos gomeros), Binchenian (antiguos tinerfeños), Guanartemen o Cariarien
(antiguos grancanarios) y Mahoren
(denominación tanto para los antiguos habitantes de Lanzarote como de
Fuerteventura), en particular.
Los derechos de las 'Primeras Naciones' han sido establecidos en
el contexto internacional por las Naciones Unidas (ONU), la Organización
Internacional del Trabajo y el Banco Mundial. En 2007, la ONU emitió una
Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas para guiar las
políticas nacionales de los estados miembros hacia los derechos de estos grupos
a proteger sus culturas, identidades, idiomas, ceremonias y acceso al empleo.
salud, educación y recursos naturales.
Las
designaciones oficiales y la terminología de quién se considera 'Primera
Nación' varían de un país a otro. En los estados de colonos colonizados por
europeos, como en las Américas, Australia, Nueva Zelanda y resto de Oceanía, el
estatus de 'Primera Nación' generalmente se aplica sin problemas a los grupos
que descienden directamente de los pueblos que han vivido allí antes del
asentamiento europeo. En Asia y África, donde vive la mayoría de los pueblos
indígenas, las cifras de población indígena son menos claras y pueden fluctuar
drásticamente, ya que los estados tienden a subestimar la población de pueblos
indígenas, o los definen con una terminología diferente.
La primera reunión del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas
sobre Poblaciones Indígenas se celebró el 9 de agosto de 1982 y esta fecha
ahora se celebra como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo.
En ese año, el grupo aceptó una definición preliminar del ecuatoriano José R.
Martínez-Cobo, Relator Especial sobre Discriminación contra las Poblaciones
Indígenas: “Comunidades, pueblos y naciones indígenas son aquellas que,
teniendo una continuidad histórica con las anteriores a la invasión y
precoloniales, sociedades que se desarrollaron en sus territorios, se
consideran distintas de otros sectores de las sociedades que ahora prevalecen
en esos territorios, o partes de ellos. Conforman en la actualidad sectores no
dominantes de la sociedad y están decididos a preservar, desarrollar y
transmitir a las generaciones futuras sus territorios ancestrales y su
identidad étnica, como base de su existencia continuada como pueblos, de
acuerdo con sus propios patrones culturales, instituciones sociales y sistemas
legales”.
Para valorar
los impactos históricos del colonialismo europeo sobre la identidad indígena,
las Naciones Unidas elaboró en 2009 un informe posteriormente publicado por la
Secretaría del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, donde se
afirmaba: “Durante siglos, desde la época de su colonización, conquista u
ocupación, los pueblos indígenas han documentado historias de resistencia,
interfaz o cooperación con los Estados, demostrando así su convicción y determinación
de sobrevivir con sus distintas identidades soberanas. De hecho, los pueblos
indígenas a menudo fueron reconocidos como pueblos soberanos por los estados,
como lo atestiguan los cientos de tratados celebrados entre los pueblos
indígenas y los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y otros.
Y, sin embargo, a medida que disminuían las poblaciones indígenas y las
poblaciones de colonos se volvían cada vez más dominantes, los estados se
inclinaban cada vez menos a reconocer la soberanía de los pueblos indígenas.
Los propios pueblos indígenas, al mismo tiempo, continuaron adaptándose a las
circunstancias cambiantes mientras mantenían su identidad distintiva como
pueblos soberanos”.
Los guanches
fueron uno de los primeros pueblos colonizados por europeos, pocos años antes
que los americanos, a los que aplicaron el mismo procedimiento de conversión al
catolicismo pero con rango de ley: el Requerimiento español de 1513, un
documento que pretendía informar a los pueblos indígenas que "deben aceptar
a los misioneros españoles y la soberanía o serían aniquilados", tal y
como había sucedido en Canarias.
Se suponía
que el documento debía leerse a los pueblos indígenas para que teóricamente
pudieran aceptar o rechazar la propuesta antes de que se pudiera librar una
guerra contra ellos: "El Requerimiento informaba a los nativos de sus
obligaciones de ley natural de escuchar el evangelio y que sus tierras habían
sido donadas a España". La negativa de los pueblos indígenas significaba
que, a los ojos de los españoles, la guerra podía librarse 'justificadamente'
contra ellos. Aparentemente, muchos conquistadores temían que, si tenían la
opción, los pueblos indígenas realmente aceptarían el cristianismo, que
legalmente no permitiría la invasión de sus tierras y el robo de sus
pertenencias. Así los invasores españoles leen el documento en voz alta “en la
noche a los árboles” o leyéndolo “a la tierra desde sus barcos”.
Siendo
países católicos en 1493, Inglaterra y Francia trabajaron para 'reinterpretar'
la Doctrina del Descubrimiento para servir a sus propios intereses coloniales.
Ya en el siglo XVI, la Inglaterra anglicana estableció una nueva interpretación
de la Doctrina: la primera nación cristiana en ocupar la tierra era el
propietario 'legal' y que esto debía ser respetado en el derecho internacional.
Esta lógica se utilizó en la colonización de lo que se convertiría en las
colonias americanas. Jaime I declaró en la Primera Carta de Virginia (1606) y
la Carta del Consejo de Nueva Inglaterra (1620) que a los colonos se les podían
otorgar derechos de propiedad porque las tierras "ahora no estaban
realmente en posesión de ningún príncipe o pueblo cristiano". Los monarcas
ingleses emitieron que los colonos deberían difundir el cristianismo "a aquellos
que aún viven en la oscuridad y la miserable ignorancia del verdadero
conocimiento y adoración de Dios, y llevar a los infieles y salvajes, que viven
en esas partes, a la civilidad humana, y a un gobierno estable y
tranquilo".
La conquista de Canarias por la Corona de Castilla tuvo lugar
entre 1402 y 1496, representando lo que algunos historiadores han calificado de
genocidio y descrito como uno de los primeros territorios coloniales europeos
en África y el punto de partida para la colonización de América.
Por las
inscripciones del palabras escritas en alfabeto líbico-bereber encontradas en
Canarias, los guanches pudieron comenzar a habitar las islas en el siglo III
antes de la era cristiana, aunque las islas probablemente fueron descubiertas
para las civilizaciones más desarrolladas del Mediterráneo en el siglo VII,
cuando una expedición fenicia auspiciada por el faraón egipcio Necao II
circunnavegó el continente africano, para lo cual precisó de tres años.
Aquellos primeros habitantes probablemente comerciaron con cartagineses y
romanos, principalmente con púrpura y garum, una salsa elaborada con vísceras
fermentadas de pescados azules, pero también puede que con sangre de drago,
salazones y pieles y grasa de lobos de mar (focas monje).
Pero una vez
desaparecido el Imperio Romano, aquellas sociedades rara vez volverían a tener
contacto con otros navegantes, salvo con la hipotética expedición del abad
irlandés Brandán de Clonfert, las vikingas entre los siglos XI y XI, la
impulsada por el Califato de Córdoba en 1016 o las naufragadas de Abubakari II,
rey del imperio de Mali (el más rico del planeta en aquellos momentos) a
principios del siglo XIV, que organizó dos expediciones atlánticas, la primera
con cuatrocientos barcos con provisiones para dos años y la segunda con cuatro
mil canoas que salieron del río Senegal liderada por el propio monarca y que
nunca regresarían.
Las
navegaciones medievales europeas por la costa africana de las que se tiene
constancia se iniciaron con la expedición de los genoveses hermanos Vivaldi,
que partieron en 1291 para Gazula, frente al archipiélago canario, de donde no
regresaron nunca. Otro genovés, Lancellotto Malocello, exploró Canarias el año
1336, y deja documentos cartográficos en el que se observan tres islas que
quedan representadas en la carta portulana de Angelino Dulcert, datada en
Mallorca, al poco de su regreso, en el año 1339.
La isla más
occidental lleva el nombre de su descubridor, Lancellotto, la más oriental el
de Forteventura y la tercera, que se trataba del islote de Lobos, se rotula
como Linegimari. Junto a estas islas Canarias figuran el archipiélago de
Madera, con los nombres de Canaria y Capraria, si bien conservando aun su
carácter fantástico, pues ambas aparecen bajo el rótulo de “Insulle set
Brandanj sive Puelarum”. La carta náutica también incluye otra isla con el
nombre de Corvimaris, que bien pudiera tratarse de la isla del Cuervo,
perteneciente al archipiélago de las Azores.
El interés
europeo por las Islas Canarias se incrementó tras la expedición cartográfica
portuguesa de 1341, ordenada por el Rey Alfonso IV de Portugal y capitaneada
por el genovés Angiolino de Tegghia de Corbiz que dejaron constancia de la
existencia de trece islas en el archipiélago siete islas mayores y seis menores:
Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro, Fuerteventura y
Lanzarote, por una parte, y Lobos, Roque del Este, Roque del Oeste, La
Graciosa, Montaña Clara y Alegranza, por otra. Las descripciones de sus
habitantes guanches llamaron la atención de los comerciantes europeos, que
vieron de inmediato la perspectiva de nuevas y fáciles zonas de saqueo de
esclavos, limitadas hasta entonces al norte y noroeste de África.
A lo largo
del siglo se organizaron muchas expediciones, unas de carácter comercial, pero
la mayoría con el propósito de capturar
a los isleños nativos para venderlos como esclavos en los mercados europeos.
Los aventureros que entablaron comercio amistoso con los guanches centraron su
interés en la orchilla y la sangre de drago, tintes muy apreciados por la
industria textil europea.
Los intentos
de conquistar Canarias comenzaron en 1372, cuando Fernando de Castro desembarca
en La Gomera, donde después de iniciar las hostilidades es derrotado por los
naturales de la isla, pero la mayoría consiguen salvarse y se les permite
embarcarse para regresar a la Península Ibérica, a excepción del capellán, que
se queda para evangelizar a los súbditos del mencey Amalahuige.
Otra
historia célebre fue la del corsario vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño, que se
refugió en Lanzarote en 1377 y, durante su estancia, mantuvo relaciones con la
reina Fayna, esposa del rey Zonzamas. Este encuentro produjo una hija, Ico, que
se casó con Guanarame y tuvo un hijo, Guadarfia. Tras la muerte de Guanarame,
la ascensión al trono de Guadarfia se vio bloqueada por las sospechas de que su
madre Ico (hija de Avendaño) no era de estirpe noble, lo que le ocasionó
múltiples problemas.
En 1390,
Gonzalo Peraza Martel, señor de Almonaster, notable de Sevilla, solicitó permiso
al rey Enrique III de Castilla para conquistar Canarias. El grande castellano
Juan Alonso de Guzmán, conde de Niebla, unió su nombre al esfuerzo. Prepararon
cinco naves, tripuladas por andaluces de Sevilla y aventureros vascos de
Vizcaya y Guipúzcoa, y partieron de Cádiz en 1393. La expedición de Almonaster
navegó por Canarias, examinando las costas de Fuerteventura, Gran Canaria, El
Hierro, La Gomera y Tenerife, antes de decidir finalmente desembarcar y asaltar
Lanzarote. La incursión de Almonaster en Lanzarote tomó cautivos a unos 170
mahoren, entre ellos el mencey Tinguafaya (hermano de Ico y Guanarame) y su
consorte, junto con un montón de pieles, cera y madera de teñir, que venderían
en Sevilla por una pequeña fortuna. A su regreso a Castilla, Almonaster y
Niebla presentaron algunos cautivos y bienes ante Enrique III, e informaron que
las Islas Canarias eran fáciles de conquistar y muy rentables, lo que impulsó
la codicia de más nobles y comerciantes de la época.
La conquista
definitiva se produjo entre 1402 y 1496 y no fue una tarea fácil desde el punto
de vista militar, dada la resistencia de los guanches en algunas islas.
Políticamente tampoco fue fácil, dados los intereses contrapuestos de la
nobleza y la Corona de Castilla, Los historiadores identifican dos períodos
diferentes en la conquista de Canarias. El primer periodo es el de la Conquista
Señorial, llamado así porque la conquista fue realizada por la nobleza para sus
propios fines y sin la participación directa de la Corona. Podemos distinguir
dentro de este período dos fases. La primera, conocida como conquista
betancuria o normanda, fue protagonizada por Jean de Bethencourt y Gadifer de
la Salle entre 1402 y 1405 y supuso el sometimiento de Lanzarote, El Hierro y
Fuerteventura. La segunda fase se conoce como Conquista Señorial Castellana y
fue protagonizada por nobles castellanos, cuya apropiación de las tierras
estuvo mediada por compra, enajenación y matrimonio. Esta fase incluyó las
tierras conquistadas en la primera fase y también la isla de La Gomera y duró
hasta 1450, con la familia Peraza como protagonista.
El segundo
período abarca la conquista por el Reino de Castilla en época de los Reyes
Católicos, que desde 1478 armaron y financiaron parcialmente la conquista de
las islas aún no sometidas: Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Esta conquista
finalizó en 1496 con la derrota de los guanches tinerfeños y la integración del
archipiélago canario en el Reino de Castilla.
Pese a la
derrota y posterior esclavitud de los guanches que no se convirtieron al
cristianismo y también de muchos que sí se convirtieron, importantes grupos de
población pudieron sobrevivir en las islas y mantuvieron sus cultivos
tradicionales de cereales como trigo y cebada y de legumbres como las lentejas,
así como el pastoreo de cabras, ovejas y cerdos, además de seguir acompañándose
por diferentes razas de perros, uno de los cuales, el Bichón Tenerife o Frisé
fue una raza muy apreciada en las cortes europeas hasta el siglo XIX.
Diferentes investigaciones compararon el ADN mitocondrial
(heredado por línea materna) de los guanches (recogidos de yacimientos
arqueológicos canarios) con el ADN mitocondrial de los canarios actuales y
concluyeron que, "a pesar de los continuos cambios sufridos por la
población (colonización española, trata de esclavos, migraciones), los linajes
de ADN mitocondrial constituyen una proporción considerable (42-73%) del acervo
genético guanche. Los resultados apoyan, desde una perspectiva materna, la
suposición de que desde finales del siglo XVI, al menos, dos tercios de la
población canaria tenían un sustrato autóctono, como se dedujo previamente de
los datos históricos y antropológicos."
Los linajes
de ADN-Y (heredados por vía paterna) se analizaron en un estudio posterior y se
compararon con muestras de restos de los siglos XVII y XVIII posteriores a la
conquista española de las islas y muestras de la población actual. “Sin
embargo, a diferencia de sus linajes femeninos, que han sobrevivido en la
población actual desde la conquista con un declive moderado, los linajes
indígenas masculinos han disminuido constantemente siendo sustituidos por
linajes europeos”. Concluyen que la colonización europea de las Islas Canarias
cambió el acervo genético local de manera más dramática en la línea
masculina".
Con los
testimonios históricos y las pruebas científicas, parece evidente que los
guanches fueron la 'Primera Nación' del Archipiélago Canario, que en su idioma
sería Hana Chinechen, el mismo significado clásico de Makáron Nisoi y
Fortunatae Insulae: Islas Afortunadas o de los Afortunados en griego antiguo y
latín, respectivamente.
En pleno
siglo XXI, 526 años después, todavía se mantienen vivos diferentes vestigios de
la cultura guanche, como la música, la gastronomía, la agricultura, la
ganadería y más de diez mil palabras de su lengua, pero se han eliminado la
mayor parte de las tradiciones que tienen que ver con su religión, costumbres,
ritos funerarios y organización social. Mantener viva la llama de aquella 'First
Nation' y recuperar algunas de sus tradiciones es tarea de todos aquellos que
llevan ADN guanche y que deben decidir si quieren seguir los pasos de la
civilización occidental o vivir como tantos otros pueblos del mundo recordando
a sus ancestros, siguiendo su estela y recuperando un modo de vida sostenible
que gestionó de manera eficaz y admirable, durante al menos mil quinientos
años, un territorio tan limitado como el insular.
Aprender de
pueblos indígenas como los guanches, de su inteligencia, sensibilidad y
capacidad de adaptación al medio, viviendo entre la naturaleza y no contra la
naturaleza, puede ser la solución para afrontar la crisis climática actual y
los graves efectos que producirá en el futuro. Reivindicar el respeto y el
conocimiento del pasado, al igual poder volver a revivirlo, deben ser opciones
accesibles para cualquiera que quiera conectar con sus antepasados, pedro
también puede ser la salvación de las próximas generaciones, porque todos esos
siglos de conocimiento de un territorio tan fragmentado como el canario pueden
resultar esenciales para sobrevivir en los tiempos convulsos que se avecinan.
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