SÍNDROME DE ESTOCOLMO O VOTO CASTIGO
ANITA BOTWIN
Macarena Olona e Isabel Díaz Ayuso la salida del acto de conmemoración del 40º aniversario de la fundación de la Asociación Víctimas del Terrorismo, a 30 de noviembre de 2021, en Madrid (España).
El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su secuestrador o retenedor.
A veces siento que algo así le ocurre a la ciudadanía de la Comunidad de Madrid. A pesar del maltrato, del expolio de lo público, de ser la Comunidad Autónoma donde más fallecidos por la covid-19 hubo y donde se negó la asistencia a miles de ancianos, a pesar de todo eso y por extraño e imposible que pueda parecer, Ayuso fue la vencedora y lo seguirá siendo si nada cambia. A veces pienso que aunque Ayuso apareciera devorando un bebé como Saturno con sus hijos, no pasaría nada, y ella saldría vencedora. Quizá con mayoría absoluta.
No parece que
Andalucía vaya a correr mejor suerte a juzgar por las encuestas que dan una
amplia mayoría al PP, una ultraderecha que dobla su número de escaños y una
izquierda buscándose a sí misma y trasladando un mensaje de división eterna. Al
PSOE le va a pasar factura la pandemia y la guerra, el empobrecimiento de los
españoles y la incertidumbre laboral, y una población con cada vez mayor
desigualdad. Cabe recordar que de los diez barrios con menor renta, siete están
en Andalucía y que de las diez ciudades con mayor tasa de paro, ocho están
también en el sur. Todo ello, bajo la gestión del PP de la mano de la
ultraderecha, que en estos últimos cuatro años de mandato no han mejorado la
vida de la gente sino que los datos del INE y de Eurostat revelan que la Comunidad
está, al mismo tiempo que el resto del país, perdiendo el tren de la
convergencia con Europa.
Nuestro país se ha
convertido, si no lo era ya, en una suerte de súbditos que no se preocupan por
sus intereses de clase, no se movilizan, dan por perdido el combate, se han
resignado a que ganen los de siempre a cambio de una bajada de impuestos que
les perjudicará cuando tengan que ir al hospital o a llevar a sus hijos a un
colegio público sin maestros. No les culpo, son víctimas, como tú o como yo.
El PP es un partido
que maltrata a los ciudadanos cada día, recortando y cerrando los servicios
públicos y sin embargo muchos ciudadanos se lo devuelven renovando su confianza
cada cuatro años. No puede ser solo estupidez ciudadana, algo se me escapa, no
podemos tratar a la gente como idiota por mucho que ese sea nuestro primer
pensamiento. La mayor parte de la gente es víctima de la manipulación, de un
constante machaqueo por parte del cuarto poder, de un continuo bombardeo de
fake news, bulos, y ataques a la izquierda con inventos, denuncias que terminan
en archivos, y ataques constantes.
Algunos ciudadanos
votan a la derecha por odio a la izquierda, a Venezuela, a los rojos que comen
niños, al coletas que ya no está en política, pero poco importa ya, los grandes
medios se han afanado en manipular de lo lindo en ese sentido. Vivimos en
suerte de impunidad que sostiene a una panda de delincuentes sin que nunca pase
nada. El bribón Borbón ha dado buena prueba de ello, campando a sus anchas,
mientras una manda de vasallos le vitoreaba y peloteaba.
La realidad es que
muchos trabajadores pobres no confían en que su sino cambie, los autónomos
viven con el agua al cuello, y no ven que los gobernantes actuales sofoquen sus
problemas. Por eso, mucha parte del voto es un voto que castiga la falta de
medidas concretas que hagan su vida algo más fácil. La realidad es que ha
faltado valentía para llevar a cabo una reforma fiscal, que paguen más
impuestos las grandes fortunas o las empresas eléctricas, que se llenan las manos
de ganancias, mientras vacían las de los de siempre.
Mis sentimientos se
mueven entre el enfado, la tristeza y la incomprensión. Observo los rostros de
mis vecinos y gente cercana cansados, haciendo malabares para llegar a fin de
mes. Jardineros, limpiadores, obreros, reponedores, electricistas, fontaneros,
cuidadoras, trabajadoras del hogar, empleadas de ayuda a domicilio… Imagino que
algunos de ellos votaron a la derecha y me estremezco, me da un vuelco el
corazón, ¿cómo puede ser? No es posible votar en contra de los intereses de
clase y, sin embargo, las estadísticas dicen lo contrario. Muchos de ellos no
se sienten representados por líderes y representantes sindicales que les han
dado de lado, algunos han perdido la esperanza y simplemente malviven,
sobreviven, llegan a fin de mes a duras penas.
La falta de tiempo
fruto de la precariedad apenas da para poder informarse, escuchar lo que
proponen quienes dicen representarles, organizarse, movilizarse. El activismo
es un lujo, requiere de tiempo y salud. No hay tiempo, el sálvese quien pueda
ya está aquí y vino para quedarse, qué difícil va a ser articular una lucha con
tan pocas herramientas, con las fake news y los bulos atizando a todas horas,
los mass media bombardeando mentiras 24 horas… Qué complicado va a ser, por eso
es necesario bajar a los barrios, implicarse directamente, meter las manos en
el barro, aunque cueste mucho más, aunque se tarde más en conseguir la
victoria. Vamos despacio porque vamos lejos, decía una de las pancartas de ese
15M lejano ya.
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