En memoria Y HOMENAJE A
LOLA SCHNEIDER
POR: JULIÁN AYALA, CÁNDIDO QUINTANA,
CARMEN ROSA SANTOS Y RAMÓN AFONSO
El pasado 6 de abril falleció Dolores Schneider, la alemana-tinerfeña que durante más de 20 años mantuvo una lucha denodada contra la corrupción urbanística, especialmente en San Andrés y su popular playa de Las Teresitas. Para sus amigos y compañeros fue un golpe terrible y ahora, pasado un mes de su marcha, a todas y a todos nos queda una tristeza tranquila, una sensación de melancolía que seguramente nos acompañará durante bastante tiempo.
Nos resultará difícil ir a San
Andrés y no encontrarnos con Lola. Con su desaparición hemos perdido el principal
motivo que nos impelía a visitar el viejo barrio marinero. Y es que una ciudad
no es tan solo las calles, las plazas, los restaurantes y lugares de ocio... Una
ciudad es, sobre todo, sus habitantes, las personas que viven y se desviven en
ella. Y algunas de esas personas destacan por sus cualidades, su carácter o el papel social que
juegan. Nuestra amiga Lola era una de ellas. Visitarla en su casa, siempre
abierta y acogedora, pasear con ella por
Las Teresitas, o quedar a comer un pescado frito con papas arrugadas en
cualquier restaurante de la zona, eran motivo suficiente para desplazarnos a
San Andrés y pasar una velada inolvidable, que recordada ahora nos deja como un
sabor agridulce en el fondo del corazón.
‘TENERIFE
ES MI PATRIA’. Lola nació en la ciudad alemana de Münster en 1941, en plena
guerra mundial. No tenía recuerdos concretos de sus primeros años, pero achacaba
a aquellos tiempos el miedo que le producía el ruido de los cohetes y los
fuegos artificiales, que suelen acompañar las fiestas y celebraciones canarias.
Esta era quizá nuestra única costumbre popular que Lola no compartía, pues en todo lo demás se
sentía profundamente tinerfeña.
Sus padres
conocieron Tenerife en 1952. Después de varias estancias vacacionales en la isla, en 1964 decidieron echar raíces aquí,
construyendo su casa en Montaña Morera, San Andrés. Lola se encargó del jardín. Escogió y sembró las variedades
de árboles y otras plantas que hoy constituyen una acabada muestra de la flora
tinerfeña y canaria en general. “Mi
jardín botánico” —solía decir con orgullo—.
De regreso a
Alemania, terminó sus estudios y empezó a trabajar como profesora de Inglés e Historia del Arte. Así estuvo dos
años, hasta que decidió dejar su trabajo y quedarse a vivir en Tenerife.
—Mi padre se enfadó tanto que llegó a decirme
que podía quedarme en la casa, pero que no me daría ni una perra para vivir
aquí. Yo le contesté que buscaría un trabajo…
Y Lola encontró
empleo en una empresa como secretaria e
intérprete, pues hablaba alemán, francés, inglés y español, y en aquellos
tiempos era muy difícil en Tenerife encontrar personas tan cualificadas. Pasó
diez años en dicha empresa y luego
trabajó para el Consulado alemán en Tenerife.
—“La decisión de vivir en Canarias ha sido la mejor de mi vida […].Tenerife es mi patria y nunca he echado de menos Alemania. [...] Desde aquí he viajado mucho, pero siempre he vuelto a mi patria. No he encontrado un sitio que me gustara más que San Andrés y Tenerife para vivir. […] Aquí he conocido a mi marido, Enrique Schneider, y nos hemos enamorado… Hemos sido muy felices en esta isla.
Enrique Schneider es otro tinerfeño adoptivo.
Vive en Tenerife desde principios de los 70, ganándose la vida primero dando
clases de inglés y alemán y después dedicándose al alquiler de viviendas
vacacionales. Por esas fechas conoció a Lola y pronto simpatizaron. Enrique ha
estado a su lado desde entonces, apoyándola y colaborando en todas sus
iniciativas.
LUCHAS
ECOLOGISTAS. Aunque siempre se había definido como defensora de la
naturaleza, no fue hasta el año 2000 cuando Lola empezó a implicarse con
decisión en la lucha ecologista, entró en la Asociación de Amigos
de la playa de Las Teresitas y el litoral de Anaga y participó en la
gran manifestación de ese año contra el proyecto de construcción de hoteles en
la playa. Pocos años después, cuando empezó a construirse el edificio de
aparcamientos conocido como “el mamotreto”, volvió a contactar con sus
compañeras y compañeros, con quienes fundó la plataforma para la demolición del
edificio, siendo elegida presidenta de
la Asociación. Era la época de Asamblea por Tenerife (AxT), en la que los
Amigos de Las Teresitas se integraron y participaron activamente en las movilizaciones
contra el Puerto de Granadilla, el cierre del anillo insular, el PGO de Santa
Cruz, Cho Vito…
— “De todas estas luchas para mí la de Cho Vito fue
la más dolorosa. Estuvimos allí desde las seis de la mañana el día que vinieron
a derrumbar las casas. […].Todo era tan horrible, que no pudimos soportarlo, es
la primera vez que he visto llorar a mi marido. A las 12 del mediodía seguían
destrozando y ya no aguantamos más. Nos marchamos y nos acostamos, pero ese día
no pudimos comer…”
EL
‘PELOTAZO’ DE LAS TERESITAS. Los integrantes de la Plataforma por el
Derribo del mamotreto y contra la
Corrupción intervinieron también en el “Caso
Las Teresitas”. En un tiempo record lograron recaudar, mediante una colecta
popular en la que Lola tuvo una
actuación muy importante, la fianza
de 28 mil euros que impuso el presidente del Tribunal para permitir la
actuación de la acusación popular en el juicio. Dejamos la palabra a Daniel Millet, uno de los
periodistas que con más rigor informó del caso:
— “Catorce años después del comienzo de la investigación judicial y 18 después de la compraventa de los lotes de la playa, el Tribunal Supremo ha confirmado las condenas de la Audiencia Provincial: siete años de prisión para Miguel Zerolo, ex alcalde de Santa Cruz, y Manuel Parejo, ex concejal de Urbanismo; cuatro años y seis meses de prisión para Juan Víctor Reyes, ex secretario Delegado de la Gerencia de Urbanismo; cuatro años de prisión para José Tomás Martín González, ex gerente de Urbanismo; y cinco años y tres meses para los empresarios y principales beneficiados por la operación, Antonio Ramón Plasencia e Ignacio González Martín”.
En cuanto al edificio
inconcluso de aparcamientos y centro comercial, su demolición — que se produjo
ya en tiempos del alcalde Bermúdez— fue ordenada por una sentencia judicial que,
además, condenó a tres años de cárcel al
ex concejal Manuel Parejo, como responsable de la construcción.
VÍCTIMA
DE LA TRAMA. Lola Schneider, junto a
los propietarios de Las Huertas, fue una
de las víctimas de la trama corrupta municipal, pues descubrió que su casa de
Montaña Morera, figuraba a nombre de la empresa a la que Plasencia y González vendieron la parte trasera de la
playa. Al igual que otros vecinos de la zona, tuvo que embarcarse en una serie
de litigios judiciales, que terminaron con el reconocimiento de sus derechos
por el Tribunal Supremo. Sin embargo, aunque reclamó personalmente, en una de
sus intervenciones en el pleno municipal, la reinscripción de la titularidad de
su vivienda en el Registro de la Propiedad, el alcalde Bermúdez, tan reacio
como siempre a cumplir la legalidad (recuérdese su actitud dilatoria con el derribo
del “mamotreto”), no dio las órdenes oportunas y Lola murió sin haberlo
conseguido. Sí se fue con la satisfacción de haber evitado la tala de los
viejos laureles de indias situados a los bordes de la carretera de Taganana y
que gracias a su determinación y la de
sus vecinos continúan en pie.
Lola Schneider era una buenísima
persona y una luchadora incansable, implicada tanto en las causas que le
afectaban directamente, como en aquellas que atañían a sus semejantes. Su vida fue un ejemplo de la sana rebeldía de
los disidentes sociales, que se enfrentan a la injusticia donde quiera que se
produzca.
En 2011 el Centro de la Cultura
Popular Canaria le concedió el Premio
San Borondón de ese año, “Por su compromiso activo en la defensa de la
naturaleza, las libertades y la dignidad
de los pueblos”. Estaba exultante, acompañada por su marido y rodeada de muchos
amigos y amigas que abarrotaban la sala. De su intervención en ese acto son sus
citas que hemos transcrito.
AMOR
A LOS ANIMALES. Una de sus características que no queremos dejar de citar fue
su amor a los animales. Desde que en su infancia su padre le regaló un perro,
que convivió con ella 18 años, siempre tuvo algún can agradecido y cariñoso a
su lado. “La vida es triste sin perros”,
solía decir, y ella era una persona alegre y compasiva. Rescató de un albergue
a su último perrito, “Teddy”, porque
era el más traumatizado por el maltrato, y le proporcionó un hogar y su cariño
hasta que murió. Sus amigos conocían esta faceta y algunos solían llevarle los
gatos abandonados que encontraban y que ella acogía con afecto. Cuántas veces
en su sala de estar conversamos ante un café, mientras sus animalitos
dormitaban en la alfombra…
UNA
CALLE PARA LOLA. Somos hijos del azar, pero ya que estamos aquí sin que nadie
nos haya preguntado nuestra opinión, lo mejor es sobrellevarlo con dignidad,
disfrutar todo lo que podamos de la vida, preferentemente de los placeres
sencillos, que suelen ser los más agradables, buscar la compañía de los seres
queridos y marcarnos una finalidad vital, que en muchos de nosotros y nosotras
fue, y es, esforzarnos por hacer más felices a nuestros semejantes. Nuestro único
premio es dejar un recuerdo grato en las personas que hemos y nos han querido,
junto a las que hemos luchado y a las que, en mayor o menor medida hemos
ayudado a salir de una situación penosa... O al menos hemos dedicado lo mejor
de nosotros a ello.
Nuestra
amiga Lola Schneider era así. Para que su ejemplo perdure es importante honrar
su memoria dando su nombre a una calle o plaza de San Andrés, el lugar que
tanto amó y defendió.
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