EJERCICIOS RESPIRATORIOS
JUAN CLAUDIO ACINAS
No son las montañas por delante las que te desgastan; es la
piedra en tu zapato.
Muhammad Ali
Pensó que, si no se concentraba en la respiración, se olvidaría
de respirar
Bonnie Jo Campbell
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En las
elecciones al Parlamento Europeo en 1994, el Partido de la Ley Natural (Natural Law Party), británico, lanzó un
spot electoral cuya primera visión no admitía duda: se trataba de un friquismo tranquilo
junto con la presentación de hechos altamente improbables o, al menos, muy
discutibles.
La tesis central consistía en asegurar que solo si utilizamos soluciones científicas podremos desarrollar el pleno potencial de la vida de cada persona y la vida de la nación al tiempo que generar la unión de las naciones europeas. Para lo cual el NLP se comprometía en crear un grupo de 7.000 expertos en meditación trascendental y vuelo del yoga. Un vuelo cuyas imágenes eran francamente descorazonadoras, las mirases como las mirases.
Asimismo, entre las afirmaciones discutibles se encontraban las
de considerar a) que “las elecciones son el momento de crear mejores
gobiernos”; b) que de “unos 500 estudios que se llevaron a cabo sobre el
beneficio de sus programas, unos 40 demostraron su eficacia”, por ejemplo, al reducir
el índice de criminalidad en el condado de Merseyside un 60% durante los
últimos siete años; y c) que, por tanto, sus programas favorecían un alto grado
de coherencia en la conciencia nacional, con un mínimo de burocracia y
reduciendo al máximo los conflictos internacionales.
No me cabe la menor duda sobre la sinceridad de quien afirmaba
todo aquello (Geofrey Clemens), máxime si nos situamos en 1994. Donde quizá no
se había visto de forma tan evidente que “la fiesta de la democracia”, en caso
de serlo, consistiría en un proceso sostenido de diálogo, debate y deliberación
antes que un supervalorado día final de las elecciones. Quedarnos solo con este
último, como si fuera el definitivo y supremo, suele dar lugar a dictaduras
electivas, caracterizadas por mantener en la cárcel a la oposición, sin que
exista posibilidad real de una discusión pública, a la vez que con una
participación tan baja como alta es la cohesión en torno al partido ganador por
una sospechosa cuasi unanimidad… Y todo ello sin que parezca una alta
representatividad que solo 40 entre 500 estudios confirmen algunas tesis de un
partido político que surgió dos años antes de que se emitieran informes que se
retrotraían a una experiencia de más de siete años. Mmm. No sé. No sé.
2
Sin embargo, pese a todo, a favor del NLP jugaba que, en
realidad, nunca se refirió al iusnaturalismo, ni tuvo la osada impertinencia de
justificar lo injustificable echando mano de la física cuántica (¡todo un detalle!).
Es más, dejando a un lado el despropósito de los yoguis voladores, proponía en
esencia algo que ya se venía practicando desde hacía siglos como disolución de los
niveles de malestar individual y recurso para alcanzar la liberación. Y con
ello constituir poco a poco algo muy alejado del “monstruo frío” del poder,
algo más cálido, cercano, humano. Lo que, por lo demás, había sido el santo y
seña de la cultura de la contracultura, tal y como se puede comprobar tanto en relación
a algunos de sus teóricos, como por ejemplo en las prácticas mañaneras de
aquellos tres días (15, 16 y 17 de agosto) de paz y música de 1969, en
Woodstock.
Prácticas que, ya en su momento, intentaban trazar una escrupulosa línea que distinguiera entre la respiración como una forma de dejarse ir por completo y el respirar como una solución anti-estrés relacionada con la presión del mundo empresarial o del trabajo. Una línea inútil e inexistente. Porque en la balsa de Buda puede subir cualquiera, el pasaje es transversal. Lo que importa, en palabras de Alan Watts, es que la balsa te lleve al otro lado del río: “esta orilla es el nacimiento y la muerte, y la otra es la liberación o nirvana. Si montas en la balsa y cruzas a la otra orilla, cuando ya has llegado, la abandonas”. Eso es todo, nada más importa. Si te encuentras en paz contigo mismo, lo estarás con el mundo, y viceversa.
Es decir, tal y como está el
panorama (populismos, guerras, crispaciones, ecocidios), no parece una mala
idea que, entre tantos desdenes con risitas de incomprensión, nos preocupemos
por dedicar unos cuantos minutos por día a respirar de forma consciente
(“respiramos unas 22.000 veces al día, ¿de cuántas somos conscientes?”). Es
simple, barato, al alcance de cualquiera. Y baste con recurrir a una tradición
oriental como la de India para darnos cuenta, tras leer Upahaar del pandit Akhilesh Upadhyay, que ante muchos problemas de
importancia vital lo primero de lo primero sea advertir lo esencial, esto es, la
necesidad de respirar. Porque podemos variar la alimentación, pero “la
respiración no admite alternativas”. En el entendido de que respirar (inhalar
mientras dejamos fluir el aire por todo nuestro cuerpo para, finalmente,
exhalar la pesadez interior y renovar la energía estancada) ejerce un sano control
sobre nuestro cuerpo físico, mental y emocional. Un control y emergencia de energía
que siempre termina influyendo y extendiéndose a nuestro alrededor. Un aspecto
este en el que conviene insistir dado que cada ejercicio respiratorio
individual se acabará reflejando tarde o temprano en círculos más amplios y exteriores
a partir de una confianza mutua superior, una cooperación voluntaria y unas formas
más amables de convivencia por parte de personas que solo desean un sitio en la
sombra para respirar y meditar.
3
Lo que no significa que, por respirar, todos nos volvamos buenos
o consideremos una obligación hacer el bien. Porque la única obligación
fundamental es la de no hacer el mal. No hacer el mal por encima de hacer el
bien. Algo que para Fernando Vallejo confluye en tres deberes mínimos: a) no te reproduzcas: “no le hagas a otro
el mal que te hicieron a ti sacándote de la paz de la nada, a la que tarde que
temprano tendrás que volver, comido por los gusanos o las llamas”; b) no maltrates a ningún ser vivo y, en particular:
“respeta a los animales que tengan un sistema nervioso complejo, como las vacas
y los cerdos, por el cual sienten hambre, dolor, sed, miedo, terror cuando los
acuchillan en los mataderos, como lo sentirías tú, y que por lo tanto también son
tu prójimo; y c) no votes, ni vayas a
misa: “no te manches las manos ni te dejes engañar por los bribones de la
democracia” o los cuentistas del ritual, por el contrario, “recuerda siempre
que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos” y que “no hay mal
que padezca Colombia [y muchos otros países como España ] que no se remonte a
la iglesia o al gobierno”. ¿Vale?
Así las cosas, a partir de esa ética
mínima acompañada por un sereno respirar, y en la medida que todo ello se
generalice, solo cabe esperar que el grado de entropía se vaya ralentizando,
frenando lo más posible. Para lo que, evidentemente, necesitaremos más de un
apoyo, como aquel, también de hace siglos, para el que la mejor sociedad es la que
se considera vergonzoso el avance voluntario hacia el gobierno sin aguardar una
compulsión. De modo que el mejor gobierno es aquel donde se impide el acceso a
quienes están enamorados de él. Algo fundamental, como lo es, aquel otro, no
menos antiguo, que sostiene que el principio que inspira a la persona sabia es
el no-actuar. Donde el mejor gobierno es el que no gobierna, el que se
difumina, no prohíbe, no vigila, alcanza el vacío y conserva la quietud, el que
permanece debajo y permite que las cosas discurran no por imposición
jerárquica, sino de manera espontánea, aquel cuya fortaleza reside justo en su
debilidad, “como el agua que termina por vencer a la dureza y ablandar la
rigidez”… Todo, todo este viaje que se vislumbra tan largo comienza por un
primer pequeño gran paso: ¡respirar! Y si no, ¿qué?, ¿qué menos aún?
Conviértete en aire y no te dejes atrapar.
Referencias
John
Kane, Pilgrims of Woodstock, 2019.
Platón, República, siglo IV a.C.
Lao Tsu,
El libro del Tao, siglo IV a.C.
Akhilesh
Upadhyay, Upahaar, 2016.
Fernando
Vallejo, El don de la vida, 2010.
Fernando
Vallejo, Peroratas, 2013.
Alan
Watts, La cultura de la contracultura,
1997
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