EL DESENLACE
QUICOPURRIÑOS
No se puede contar una historia que se precie, sin presentar
antes a sus personajes, al objeto de facilitar la comprensión de los lectores
menos avezados. Como tampoco es recomendable escribir una novela sin seguir sus
máximas de planteamiento, nudo y desenlace.
Luego, vayamos por
partes.
LOS PERSONAJES (Dado que
la acción que se pasa a relatar se basa en una historia real, los nombres de
los intervinientes son ficticios, para proteger su intimidad y no dar pistas a
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, máximo teniendo en cuenta las
nacionalidades de los protagonistas y al hecho cierto de que los `países de
origen de esos súbditos pertenecen a la Unión Europea, donde rige la llamada
Orden Europea de Detención y Entrega, por lo que la tarea de los presuntos
delincuentes que pudieran aparecer en este texto, en su intento de sustraerse a
la acción de la Justicia, se antojaría difícil).
Los intervinientes, sin orden de aparición necesariamente, son:
Tessa .Vive de su pensión de viudedad. Desde hace años tiene problemas
con uno de sus hijos, que nada estudió, pero que aprendió aquél básico
principio de vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos. De momento,
hijos no tiene, pues sabido es que ello acarrea cierto esfuerzo y él no está
por la labor pues eso cansa. Mientras, su madre se ocupa de su alimentación en
sentido amplio, casa, dejándole un apartamento que le podría generar una
rentita, comida, vestido, asistencia
sanitaria, agua, luz y gastos de comunidad, como no la factura de
Vodafone y , que no falte, fondos para los productos de la Farmacia 24 horas
con servicio a domicilio llamada “El Camello”. A su hijo, a su niño, aunque
ya pasa los treinta y cinco, lo ha
tenido que denunciar en múltiples ocasiones por tener el vástago la fea
costumbre de pedirle una y otra vez dinero, para comer, para cambiar de
ordenador, pieza imprescindible para él para poder seguir día a día sus series favoritas de televisión, sus partidos de fútbol
y las recetas diarias que , enfermito él, presenta en la farmacia sin cruz
de neón verde de aquella esquina o la pide
a domicilio si ha tenido un día ajetreado y por cansado, por el esfuerzo
acometido, no se ve en condiciones de salir del apartamento.
Fabio: Padrastro de Tessa. Blanquea puntualmente en Canarias dinero para
la Mafia, por conocer a un Don siciliano.
Fabio es descendiente de segunda o
tercera generación de un italiano, curiosamente también llamado Fabio,
nacido en Messina, pero pese a la distancia y a que nunca ha pisado la Sicilia
de su fugaz ascendiente, se confiesa, en privado, un mafioso
di cuore. Fabio tiene una cadena de Pizzerías y es un associato ( un gióvane d´onore),
pues no es de la familia, pero conoce al Don desde hace muchos años. Su amistad
se remonta a años atrás, en que estando el Don de vacaciones en el sur de la
isla, en la Pizzería se cargaron a un
miembro de una familia calabresa que le disputaba el territorio al
siciliano y Fabio, viendo los cielos
abiertos, voluntariamente hizo
desaparecer al muerto que al caer al suelo arrastró el plato de spaguettis a la
boloñesa que en el momento de recibir el certero disparo degustaba, dejando
todo el piso teñido de rojo, mitad boloñesa, mitad sangre del grupo B+, como
decía su carnet de donante que encontrara la brigada de investigación criminal
en la cartera que había olvidado en la habitación de la mugrienta pensión en la
que se hospedaba.- La cartera, con su carnet de conducir y el de donante del
equivalente italiano del Instituto Canario de Hemodonación y Hemoterapia fue lo
único que se encontró del calabrese, cuya desaparición denunció el dueño del
Hostal días después, al temer que el transalpino hubiera dejado la pensión sin
pagar la estancia. Fabio llegó a ser investigado por la policía que tuvo
conocimiento de que durante los días que pasó en el sur de la isla el
desaparecido había acudido en alguna ocasión a comer a su restaurante, pero no
pudieron imputarle nada, pese a que la pizza boloñesa se vendió durante un mes
más que nunca.
Ornella .Jugará un papel importante en el
devenir de los hechos. Conoce a Tessa porque coinciden tomando café. . Es, sin que Tessa lo sepa, amante
desde hace años del padrastro de esta, de Fabio.
A Ornella le gusta ir de compras y vaciar las tiendas cargadas
con bolsas para su interminable familia, mama, hijos, sobrinos, nietas… Por eso
aguanta al calvo, gordo y septuagenario de Fabio, quien la tiene dada de alta
en la Pizzería, para guardar las apariencias, como cocinera experta en cocina
italiana, cuando lo cierto es que no sabe ni preparar un rissotto. Ella es más
de comida rápida pedida por teléfono y llevada a casa por Glovo. Sin embargo,
Fabio defiende sus dotes culinarias proclamando que ella es única con las manos
en la masa. Nunca he logrado entender a lo que Fabio se refiere cada vez que
pronuncia esa frase, y eso que estudios tengo y juego un cierto papel,
importante diría yo, modestia aparte, en la trama, drama o tragedia que se avecina.
Como contaba, Ornella conoce a Tessa
del “Pan Vía,” donde a diario coinciden, también con otros que aparecerán. Este
emblemático café del centro de Santa Cruz situado en la Rambla de Pulido, en
esa por donde pasa el tranvía que con su campana interrumpe las conversaciones
de los parroquianos que en él nos damos cita, juega una vital importancia en el
desarrollo del plan para la comisión del delito que entre sus mesas se organizaba
y que intento revelar en estas líneas.
En el Pan Vía, también se sirven
“barraquitos” y aunque esto sea salirse del guión, permítanme la licencia o que me de un respiro a lo que
narro, pues medir las palabras debo por aquello de que esto se convierta, en
manos de la policía, en una confesión o, lo que sería más peligroso, en
una delación. Decía que he de contar, que el nombre de tan conocido
cortadito especial canario, tuvo su origen en los años sesenta en el Bar
Imperial, otro lugar de culto de la ciudad de los chicharreros. Cuentan que a
él acudía a diario un tal Sebastián Rubio, y mandaba a hacer su peculiar
cortado, que incluía leche natural y condensada, cascarita de limón, canela y
licor 43. Como el personaje llevara por mote “barraquito”, barraquito
se quedó su invento. Llegó en los años sesenta y desde entonces su presencia
en las islas se hizo imprescindible.
Hecho el paréntesis pedante acerca
del origen de tan peculiar cafelito, sigo con los personajes.
El Figlio.
Ya me referí a él y
lo describí sucintamente al presentar a su madre, por lo que, para evitarle
repeticiones al sufrido lector, doy por reproducido lo entonces dicho de su
persona. Dado su curriculum, que abarca medio folio, tampoco queda mucho que
decir.
Avvocato Yo, el que
esto cuenta. Licenciado de poca monta sí, pero obstinado en redondear sus
exiguos ingresos anuales con los benditos turnos de oficio, algún que otro
encargo de la Cossa Nostra con la que trabó contacto por coincidencias de la
vida y asesor de una desconsolada teñida rubia nacida bastantes años atrás en
la ciudad bañada por el Tiber. Había aprendido a lo largo de sus más de
cuarenta años de profesión, cuatro palabras en italiano, las justas para
enamorar a una viuda romana que gastaba
la fortuna de su difunto marido en las playas de la isla. Con los turnos de
oficio, las extras de la viuda y los
esporádicos encargos del Don siciliano al que conociera por pura casualidad en
la Pizzería de Fabio mientras cenaba con “Raffaella”, intentaba pagar las
facturas que le llegaban cada mes. La
viuda, desde que cambio de estado civil había adoptado el nombre de Raffaella,
a la que veneraba e imitaba, y su imagen, y las letras de sus canciones se
convirtieron para ella en una guía vital. Por eso dejó su Roma natal y se vino
al Sur para hacer bien el amor. Y allí,
en el sur de esta isla, es donde la viuda conoció al avvocato,
y fue ella la misma que le presentó al Don siciliano, pariente lejano que era de
su difunto esposo, para el cual trabajó toda su vida como Caporégime lo que le permitió amasar una no despreciable fortuna
que la viuda , desde que hizo las maletas y dejó la ciudad de las catacumbas,
se había conjurado en liquidar. Y para asesorarla a tal fin estaba el avvocato, siempre dispuesto a
sacrificarse y ayudar a un semejante necesitado de consejo.
En dos mesas del Pan Vía, se
encontraban, en la de la parte superior, es decir, en la primera bajando según
se mira a la izquierda, Manuel Vázquez Montalbán y Andrea Camailleri. Y en la
última de todas, de un total de siete, Pepe Carvalho y el Comisario Salva
Montalbano. Pero ¿qué hacía ese detective barcelonés, antiguo simpatizante del
Partido Comunista, que luego trabajara curiosamente para la Cía, junto al Comisario
Salva Montalbano? Qué lejos estaba el Comisario de su Vigata natal, él que
junto a su amigo de infancia Gene iba para soldato,
pero por culpa de una intoxicación alimentaria, por su amor a la gastronomía,
no pudo acudir a lo que iba a ser su primer trabajo para la Cossa Nostra y
terminó de carabinieri, si bien ascendió en el escalafón hasta lo que es hoy,
un Comisario que dirige parte de la brigada antimafia en su Sicilia natal. ¿Qué les unía y porqué estaban sentados a esa
mesa?. Sabía que en el fondo se dedicaban a lo mismo, a desentrañar casos donde
intervenían delincuentes, pero, además de su afición mutua por la buena mesa,
que les unía y porqué estaban allí. Para probar la cocina del Pan Vía, seguro
que no, pues, mala no era, pero tampoco como para recorrer kilómetros desde
Barcelona o desde la Provincia de Montelusa para degustar sus platos.
Y si raro era la
presencia de esos dos personajes, más raro se me presentaba el tándem Vázquez
Montalbán- Camilleri.
Eso pensaba yo,
mientras sentado en la mesa número cuatro, equidistante a las ocupadas por los
personajes a los que acabo de descubrir, aguardaba la llegada de Ornella.
Ornella llegó a la
hora acordada. Las doce y treinta. Trajiste el tupper le pregunté. Claro que sí, me lo recordaste
anoche por un wsapp. Por cierto, recuerda que me acuesto temprano y me lo
enviaste pasadas las dos de la mañana, justo cuando estaba en el mejor de mis
sueños después de horas dando vueltas en la cama porque la pastilla no me hacía
efecto. Claro que sí, le contesté, es la hora en que cierran los clubs adonde
llevo a Raffella a bailar, y anoche tocaba cena, amaretto y bailar al compás de la
música de la rubia de Italia, es decir
de la “Nueva Carrá”.-
El tupper no era otra cosa más que el nombre en clave
de la pistola con su correspondiente munición que, facilitada por Ornella
gracias a sus contactos con Fabio y este a su vez con gente de la Sicilia,
habría de entregar a Tessa y con la que esta
llevaría a término el plan urdido: liquidar al Figlio, que para eso se había estudiado
con todo detalle el dónde, el cómo y el cuándo. El porqué, sobra explicarlo, ya
lo sabía Tessa hasta la saciedad.
Pasaban ya quince minutos de la hora acordada
y Tessa seguía sin venir. Cometí la
tontería de llamarla pero su teléfono o estaba apagado o fuera de cobertura o como era habitual en ella, se le habría
olvidado en casa.
No me gusta, detesto la
impuntualidad, es señal premonitoria de que algo va a salir mal, y mal día
elegimos para empezar todo esto, pensé. Y no me gusta nada le dije, pero nada,
nada el que esos dos no paren de mirarnos. Quienes, preguntó Ornella, es que no
los ves, esos , los de la mesa uno, le respondí.
Espera, espera un momento, ¿oyes?
¡¡ Agua, Agua, Agua!!
…………CONTINUARÁ….
quicopurriños a 3
de abril de 2021. Sábado Santo
No hay comentarios:
Publicar un comentario