BALAS O LIBERTAD
POR PUÑO EN ALTO
No es el título de una película de aquellas de los spaghettis western de los años 60 y 70 protagonizada por Clint Eastwood entre otros actores propios del género en las que se resolvía los conflictos a balazos e imperaba la ley del más fuerte, más bien pretende ser la tesitura moral en la que se encuentran los madrileños ante las próximas elecciones autonómicas del 4 de mayo.
Sin caer
en un tremendismo, pero sin restarle un ápice de lo que significa en cuanto a
deterioro y de anormalidad democrática, lo cierto es que después de las misivas
amenazantes con balas incluidas recibidas por Iglesias, Marlaska y la Directora
de la Guardia Civil, así como, esa otra dirigida a la ministra de Turismo con
una navaja ensangrentada, supone un salto inimaginable en la polarización
política y el odio al contrario, sobre todo si determinados partidos políticos
no la condenan y la rechazan rotundamente o de manera sibilina cuestionan su
autoría enmarcándola en una operación de manipulación.
Inicialmente,
la candidata del PP, Díaz Ayuso, pretendió que los madrileños eligieran entre
Socialismo o Libertad, posteriormente propuso lo de Comunismo o Libertad ante
el anuncio de la candidatura de Pablo Iglesias. Con esta propuesta simplista y
maniquea pretendía manipular a los madrileños, en el mismo orden con lo de
salud o economía, en cuya trampa han caído no pocos ciudadanos. Este peligroso
maniqueísmo, por lo de excluyente, se puede convertir en el germen de
intolerancia que puede impregnar cualquier ámbito de la vida y las relaciones
personales, de ahí que los madrileños deban elegir entre la intimidación que
supone una amenaza y la libertad para expresar sus ideas y exigir solución a
sus problemas.
Balas o
Libertad, no es una dicotomía impuesta ni una irracional reacción a una
amenaza, en realidad es el mensaje que encierra las cartas enviadas y es ese
mismo mensaje el que algunos, no solo se niegan a condenar de manera expresa,
sino que, al cuestionar la autoría, lo han hecho suyo de forma subrepticia,
vanagloriándose de ello.
La
preocupación ante esta escalada de fanatismo no puede servir para paralizarnos,
sino todo lo contrario, debe servirnos para no bajar la guardia y para aislar a
los que se aíslan en su intolerancia, en su incapacidad de reconocer al
contrario y a los que utilizan la democracia como herramienta desde donde
medrar y poder imponer sus consideraciones y privilegios.
Los
madrileños el 4 de mayo y los españoles en general, llegado el momento, más
allá de las ideologías debemos discernir bien entre los que con tal de
conservar el poder son capaces de ir de la mano con los que pretenden
solucionar los problemas eliminando a los que sufren esos problemas
desparramando grandes dosis de odio y crispación, y aquellos que quieren solucionar
dichos problemas desde la justicia social, germen de una verdadera libertad en
cualquier democracia que se precie de serlo.
La
equidistancia y la indiferencia sobre este tipo de problema lo reflejó en su
día en un poema el pastor luterano alemán Martin Niemöller que,
lamentablemente, sigue hoy vigente:
«Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí».
Puño en Alto
Gracias por compartir el artículo, compañero. Un saludo
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