¿SON REALMENTE NECESARIOS
LOS LIBROS DE TEXTO?
BEATRIZ MARTÍN DEL CAMPO
Nunca
me ha dolido gastarme el dinero en libros. Me parece un dinero bien invertido.
Lo que sí me duele es desembolsar dinero anualmente en los libros de texto
escolares. Los libros de texto son libros de usar y tirar, ya que sus
contenidos, lejos de ser interesantes y actualizados, lejos de invitar a la
reflexión y a la búsqueda del conocimiento, son refritos de contenido, de baja
calidad y que presentan el conocimiento como algo inamovible. Dos serían los
motivos por los que yo propondría prescindir de los libros de texto en colegios
e institutos:
En
primer lugar, las familias ahorraríamos un montón de dinero. Dado que la
educación primaria y la secundaria son obligatorias y gratuitas, ¿es realmente
necesario forzar a las familias a adquirir estos textos, cuando tenemos a
nuestra disposición gran cantidad de material en la red para trabajar los
contenidos y competencias curriculares? Ya, ya sé que hay programas de ayudas o
de préstamo en las distintas comunidades autónomas. Pero exceptuando quizás en
Canarias y Andalucía, estos programas son claramente insuficientes y no cubren
ni de lejos las exigencias de material y libros que los colegios imponen a las
familias.
En
segundo lugar, la desaparición del libro de texto en la escuela facilitaría el
paso a un enfoque pedagógico diferente, en el que el conocimiento no está
pre-construido por las editoriales y debe ser construido en el aula (o fuera de
ella) acudiendo a textos y fuentes reales de conocimiento. Hay colegios que,
desde hace tiempo, han optado por este planteamiento, no tanto por cuestiones
económicas (que siempre serán bienvenidas), sino por cuestiones pedagógicas,
como el CEIP Trabenco, en Leganés (Madrid), colegio público que tuve el placer
de visitar hace unos años. Asistir a una sesión de trabajo por proyectos en un
aula de primaria de ese colegio fue una de las experiencias más estimulantes
que he tenido como investigadora de procesos educativos.
¿Es
realmente necesario acudir a libros pre-diseñados y repletos de absurdos
ejercicios que sustituyen la capacidad de investigación y descubrimiento de
nuestros pequeños y adolescentes?
"Copia
estas oraciones y añade en tu cuaderno los signos que faltan"
"Clasifica
estas palabras según el campo semántico al que pertenecen"
"Copia
en tu cuaderno y rodea las fracciones que sean mayores que la unidad"
Y
así uno tras otro, perdiendo un tiempo precioso para indagar sobre el lenguaje
en libros de verdad, debatir sobre su uso en contextos reales y aplicar las
matemáticas a problemas que haya que resolver para conseguir algo útil, más
allá de obtener un visto bueno de la maestra o maestro en el cuaderno.
La
solución drástica que propongo, prescindir de los libros de texto, asusta,
claro está, a dos sectores: el de las editoriales, que viven de ellos, y el de
los maestros, que tendrían que plantear una nueva forma de abordar el proceso
de enseñanza-aprendizaje. Las editoriales están siendo previsoras y se están
disfrazando de tecnología e innovación, aunque tengo la sospecha de que
intentan trasladar el formato papel al formato digital sin más cambio que el
del soporte. Que los niños vayan al colegio y al instituto con una tablet en
vez de con 10 libros y 10 cuadernos tiene una ventaja cuantitativa, pero no
necesariamente cualitativa. Lo verdaderamente importante es que la desaparición
de los libros de texto fuese acompañada de un cambio en las prácticas de
enseñanza y aprendizaje y que los docentes dejasen de asustarse ante la labor
de enseñar sin herramientas pre-construidas. A ello ayudaría mucho, sin duda,
que las horas de planificación y de preparación de las clases fuesen claramente
reconocidas por la administración y aprovechadas por los docentes, así como una
inversión económica en la mejora de la conexión a Internet de los centros
educativos.
En
definitiva, considero que los libros de texto, además de suponer un despilfarro
económico poco sostenible, actúan como una limitación absurda del conocimiento,
que crece y se construye día a día y que está sujeto a múltiples
interpretaciones y miradas. El pensamiento crítico y reflexivo surge al
enfrentarse a la elaboración de una interpretación de la realidad, basada en
hechos, datos y argumentos. Si esa interpretación la ofrecemos ya elaborada, el
único trabajo de los alumnos será registrarla en la memoria y olvidarla después
del examen (forma de evaluación de la que también podríamos hablar largo y
tendido).
Sé
que todo esto, de momento, es una utopía, que vivimos en un país en el que la
educación es vista de forma mecanicista, como un proceso bancario, como diría
Paolo Freire, en el que se valora muy poco la profesión de educador. Pero por
plantearlo, que no quede.
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